¿Cómo enseñar ética?

Cada vez más educadores se enfrentan a la pregunta de cómo enseñar ética. Porque todos los docentes ahora deben lidiar con la mejor manera de preparar a la próxima generación de niños y jóvenes para navegar por un mundo veloz, oscuro y complejo. Al tiempo que se deben asegurar de que comprendan las consideraciones éticas que conlleva vivir en este mundo. 

¿Por qué enseñar ética? 

Desde la libertad y potencialidad individual nos estamos jugando el presente, porque hoy ya es el futuro, nada ha mejorado y los riesgos globales son más complejos que hace una década: información falsa y desinformación, fenómenos meteorológicos extremos, polarización social, inseguridad cibernética, guerras, migración involuntaria, etcétera. La cuestión es que muchas de estas cosas no suceden por casualidad, tienen su origen en la conducta humana y son el resultado de la toma de decisiones. 

Si queremos asegurar nuestra supervivencia como especie y salvar nuestro mundo, es imperativo que superemos la mentalidad explotadora ilimitada que tenemos frente a la naturaleza, y que podamos construir sociedades modernas, ilustradas, libres y respetuosas de la vida. 

Esto demanda una educación ética para humanizar la humanidad, obedecer a la vida y guiar la vida, lograr la unidad planetaria en la diversidad, respetar la diferencia y la identidad consigo mismos. 

De ahí, la necesidad de un enfoque múltiple para reforzar la educación ética no solo en Colombia, sino en el mundo entero. 

Antecedentes históricos y legales 

Hasta hace unas décadas, en Colombia, la ética no formaba parte del pénsum académico, en su lugar, se enseñaba religión y educación cívica. Esto cambia en 1994 con la expedición de la Ley General de Educación o Ley 115. Ya que, al establecerse la formación integral como referente educativo, se suma la ética a la educación en el país como materia obligatoria. 

ARTICULO 13. Objetivos comunes de todos los niveles. Es objetivo primordial de todos y cada uno de los niveles educativos el desarrollo integral de los educandos mediante acciones estructuradas encaminadas a: 

a) Formar la personalidad y la capacidad de asumir con responsabilidad y autonomía sus derechos y deberes; 

b) Proporcionar una sólida formación ética y moral, y fomentar la práctica del respeto a los derechos humanos; 

Ley 115, diario Oficial No. 41.214, del 8 de febrero de 1994. En www.mineducacion.gov.co 

Recomendaciones de la ONU y de la UNESCO  

  • La Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, reunida en París en 1974, aprobó la Recomendación sobre la Educación para la Comprensión, la Cooperación y la Paz Internacionales y la Educación relativa a los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales. (ONU DDHH
  • En el 2001 la UNESCO inició el programa ETICO, «con el objetivo de reforzar las estrategias de planificación y gestión de la educación, promover una cultura de ética, reducir las prácticas corruptas, e integrar los principios de transparencia y rendición de cuentas en el ámbito político». (UNESCO, ETICO
  • Programa de Educación en Ética. «La UNESCO participa activamente con todos los interesados en un enfoque múltiple para reforzar la educación ética en todo el mundo. Su objetivo general es reforzar y aumentar las capacidades de los Estados Miembros en este ámbito». 

El futuro de la Educación en América Latina y el Caribe

La Declaración de Cochabamba y recomendaciones sobre políticas educativas al inicio del siglo XXI, (2001), es un documento importante que forma parte del Proyecto Principal de Educación en América Latina y el Caribe (1979-2000), aprobado por los gobiernos de América Latina y el Caribe. Antes de la reunión de Cochabamba, el Comité celebró seis reuniones y atendió las necesidades básicas de educación de la región. (UNESCO, PROMEDLAC VII

En el marco de la reunión de Cochabamba se presentó el documento «El futuro de la Educación en América Latina y el Caribe», de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC), de la UNESCO, el cual presenta una visión sobre los futuros escenarios y los dilemas que tendrán que enfrentar las políticas educativas de la región. 

Las diferentes visiones del rol que deberá desempeñar la escuela en años venideros se encuentran implícitas en todas las preocupaciones y propuestas sobre el futuro de la educación. Una de esas visiones es, en las palabras de León Trahtemberg40, que «la escuela va a ser el último refugio social que queda para ‘salvar a los niños’ y darles algo de calor y afecto, especialmente a tantos que proceden de situaciones familiares y económicas deficitarias». Trabajando en lugar de los padres, substituyendo a las familias en el suministro de no sólo información y conocimientos, sino también de subsistencia, valores, identidad social, modelos para emular y apoyo afectivo, dichas escuelas deben proporcionar a los estudiantes una educación a tiempo completo, en tanto que dependerá de líderes educacionales extremadamente bien calificados, instalaciones apropiadas, equipamiento y ayuda financiera, para concretar sus tareas. Dependerán, primordialmente, de una profesión docente bien estructurada no solamente en términos de sus competencias técnicas, sino particularmente en su compromiso con el rol educacional mucho más vasto que la sociedad les asignaría. 

Simón Schwartzman. El Futuro de la educación en América Latina y el Caribe. Conferencia: Comité Regional Intergubernamental del Proyecto Principal de Educación en América Latina y el Caribe, 7th, Cochabamba, Bolivia, 2001. 

Edgar Morín: ética del género humano 

A petición de la UNESCO, en 1999, Edgar Morín elaboró el documento titulado Los siete saberes necesarios para la educación del futuro como contribución a la reflexión internacional sobre cómo educar para un futuro sostenible. 

Morín parte de la problemática que experimenta el mundo, e insiste en que la educación tiene la tarea de preparar a las personas para la incertidumbre intrínseca al hombre y al universo. Así como las incertidumbres que aparecen en el conocimiento proporcionado por las ciencias físicas, naturales, históricas y demás. 

Para ello es necesario que se imponga y se establezca en todo el mundo una ética de la responsabilidad, basada en la dignidad humana y en la supervivencia de la naturaleza y la humanidad. 

Ética de la responsabilidad

La propuesta de Morín es una enseñanza universal, primordialmente centrada en la condición humana, la identidad terrenal, la comprensión y la ética del género humano. Asimismo, esta enseñanza debe fundamentarse en la democracia, la ciudadanía terrestre y la relación entre el individuo y la especie humana como un todo. 

La estrategia que debe implementar la educación debe estar centrada en la formación para la toma de buenas decisiones, debido a que la principal incertidumbre que enfrentamos las personas es la que se origina en la acción y ésta corre el riesgo del fracaso, de la desviación, de la perversión de su sentido inicial y el riesgo de volverse en contra.  

Asimismo, la acción implica riesgo y precaución, fines y medios, además de acción y contexto que demandan una buena elección de una decisión.  

Se tendría que enseñar principios de estrategia que permitan afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto, y modificar su desarrollo en virtud de las informaciones adquiridas en el camino. Es necesario aprender a navegar en un océano de incertidumbre a través de un archipiélago de certeza.

 ― Edgar Morín, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro  

La ética del género humano planteada por Morín supone la decisión consciente y clara de asumir la condición humana, individuo-sociedad-especie en la complejidad de nuestro ser. Esta ética debe lograr la humanidad en nosotros mismos, en nuestra conciencia personal y asumir el destino humano en sus antinomias y su plenitud. 

Massacre of the Little People by the Big People de Verne Dawson, 2002-2003. 

¿Cómo enseñar ética? 

Cuando hablamos de cómo enseñar ética, hablamos de cómo desarrollar el pensamiento ético en el salón de clases: procesos para la resolución de problemas y la toma de decisiones. Lo ideal es ayudar a los estudiantes a examinar problemas del mundo real a través de la ética, evitando la trampa de simplemente reforzar sus actitudes preexistentes. De manera que egresen de las instituciones educativas con las habilidades para abordar los grandes problemas a los que se enfrenta nuestro mundo hoy en día. 

La vocación docente 

Todos los maestros cumplimos una de las funciones sociales más delicadas y trascendentes para la sociedad, la naturaleza y la humanidad en general. En concreto, orientar a niños y jóvenes para que afronten el futuro con autonomía y el debido conocimiento, comprensión y esperanza, procurando la continuidad y el desarrollo de la vida humana, natural y social.  

La vocación docente exige, más que una debida preparación técnica, un interés humanístico para dar sentido a la existencia y orientar hacia la convivencia armoniosa y pacífica entre individuos y entre la humanidad y el entorno natural.  

Dada esta trascendencia de la vocación docente, la acción docente demanda un gran sentido del deber, así como el interés personal por alcanzar la autorrealización.   

¿Para quién y a favor de quiénes educamos?  

Es nuestro compromiso brindar a los estudiantes experiencias profundas, hermosas y desinteresadas para guiarlos a construir una conciencia moral, haciendo preguntas y reflexionando sobre los grandes interrogantes y misterios de las cosas, el medio ambiente, la vida y nuestro universo. Igualmente, es importante orientar a los estudiantes hacia el desarrollo del pensamiento crítico, la comprensión intelectual, la superación personal y la estética y poesía de los fenómenos y las personas.  

Pensar sobre cómo enseñar ética implica pensar sobre el respeto a la autonomía, inviolabilidad y dignidad de cada persona.  

La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos y religiosos.

― Asamblea General de la ONU. (1948). Declaración Universal de los Derechos Humanos (26 A). Paris. 

El estudiante debe ser concebido como sujeto de conocimiento y de acción 

La indiferencia al factor humano es lo que, en primer lugar, nos ha llevado donde estamos. Es terriblemente irresponsable entrar a un salón de clases y dar una lección sin discutir sus implicaciones éticas. 

Fácilmente olvidamos que el conocimiento es aplicable y podemos usarlo tanto para construir como para destruir, porque además de ser sujetos de conocimiento también somos sujetos de acción. Es importante que a los estudiantes les quede claro qué pueden hacer con lo aprendido y sus consecuencias, porque, aunque algo se pueda hacer, no significa que se deba hacer. 

La formación moral no es exclusividad del área de religión, filosofía o ética

Más allá de la asignatura, toda lección encierra un componente ético y todos los docentes tenemos el deber de enseñar a los estudiantes de manera coherente, tratándolos como agentes morales responsables de sus actos, apegándose a los principios de autonomía, integridad y honestidad. Por supuesto, hay muchos principios fundamentales que la práctica educativa debe considerar, pero uno de los más importantes es el ambiente educativo que promueve, de manera transversal, el razonamiento moral junto con el desarrollo de relaciones interpersonales saludables. 

El proceso de formación ética debe ser abordado de manera transversal en la institución educativa, como una responsabilidad compartida entre todos los actores del proceso de enseñanza–aprendizaje, desde unos marcos de referencia estables: aprender a aprender, aprender a vivir juntos, aprender a hacer y aprender a ser (ética de la virtud).  

Siempre debemos tener presente que son las habilidades morales, emocionales y sociales las que permiten la vida en sociedad y, por lo mismo, siempre debemos tener en cuenta el sentido moral, social, natural y humano de toda lección.  

Los conocimientos y procedimientos de la ética deben vincularse con los distintos campos del conocimiento, de manera coherente entre lo que se dice y se hace y entre el conocimiento que se transmite y la realidad. 

La enseñanza de la ética debe atender los temas del yo moral, la identidad y el carácter 

La manera como definimos los conceptos del bien y del mal nos brinda pautas de nuestro comportamiento. Porque actuamos desde un sentido de sí mismos en el que la integridad moral es un componente importante. De hecho, los temas del yo moral, la identidad y el carácter componen los complejos fundamentos de nuestra conducta en la edad adulta y madura. 

Por consiguiente, la enseñanza de la ética debe atender los temas del yo moral, la identidad y el carácter. 

Yo moral 

Ser personas éticas es un proceso complejo que implica la integración de una manera especial de sentir y de pensar del yo, dentro de un contexto sociocultural específico. 

El yo moral es la autopercepción moral, es decir, la imagen que tenemos de sí mismos y nuestra identidad en relación con los valores morales y el comportamiento ético. En otras palabras, es la manera como nos percibimos a sí mismos como seres morales. No obstante, el yo moral no es estático, puede desarrollarse y cambiar en función de las acciones y reflexiones de cada uno. Otro aspecto importante del yo moral es la capacidad de integrar varios procesos psicológicos, para formar un juicio holístico de la propia identidad moral y regular el comportamiento. 

La identidad moral guarda una relación clave con el yo moral de la primera infancia. Recordemos que la excelencia moral se construye y comienza en casa con las prácticas de crianza de los padres y, aproximadamente entre los 10 y los 14 años configuramos la reciprocidad ética asimilada de nuestro medio social, es decir, construimos nuestro código moral personal. Así, el yo moral de la primera infancia se convierte en la identidad moral del adolescente. 

Identidad moral 

Todos construimos una identidad moral: la tendencia a conceptualizarnos a sí mismos en términos de rasgos morales como justos y honestos o generosos y amables. Ahora bien, diferentes estudios han encontrado una diferencia de género moderada en la identidad moral. Esto significa que existen diferencias de género en la identidad moral que se deben tener en cuenta en la enseñanza de la ética. 

Resaltando el aspecto afectivo en el desarrollo moral, en Una voz diferente teoría psicológica y desarrollo de las mujeres, Carol Gilligan sostiene que las mujeres concebimos la moral como la responsabilidad para mostrar afecto y evitar el daño. Mientras que los hombres la conciben en términos de justicia e imparcialidad, por lo que tienen conflictos internos diferentes que las mujeres, lo cual se acentúa aún más en la preadolescencia. 

El mundo de las mujeres está centrado en las relaciones haciendo que todos nuestros conflictos sean relacionales y nuestro lenguaje sea diferente. Mientras que los hombres tienen conflictos con el poder y la competitividad. 

Asimismo, la autora concluye que las mujeres definimos la moralidad como la capacidad de situarnos en el lugar de la otra persona, considerando la moralidad no en términos abstractos como justicia y honradez sino como la responsabilidad de cuidar a otras personas. 

La enseñanza de la ética debe atender las diferencias de género: una variable psicológica importante de la construcción de la identidad. Porque la identidad encierra nuestra historia personal sobre el tipo de persona que esperamos ser. 

Carácter moral 

El carácter moral lo podemos comprender como nuestra disposición a pensar, sentir y comportarnos de una manera ética frente a una no ética, o como el subconjunto de diferencias individuales relevantes para la moralidad. 

Basándose en el modelo de virtud derivado del trabajo de Aristóteles, en Eleven principles of effective character education, Journal of moral education, T. Lickona señala que la conducta moral se debe aprender, practicar y en última instancia interiorizar como un carácter o virtud. Ya que es el acto habitual el que deriva en el rasgo de carácter. Asimismo, Lickona define el carácter moral como disposiciones estables para responder a situaciones de modo moral, y al carácter de los ciudadanos como la medida en que una masa crítica de individuos posee y encuentra su identidad en la sociedad, para actuar con base en una visión moral compartida. 

En consecuencia, la enseñanza de la ética debe favorecer el desarrollo de la autonomía y las capacidades de juicio y discernimiento, así como la toma de perspectiva y la empatía. En otras palabras, la enseñanza de la ética debe ayudar a construir carácter atendiendo los campos cognitivo, afectivo y contextual; porque desde estos tres ámbitos se explica nuestro desarrollo y conducta moral. 

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