Una vida significativa y una conciencia en paz son la recompensa de llevar una vida ética. ¿Quién no desea llevar una vida digna de ser vivida, tener relaciones armoniosas con los demás y estar en paz consigo mismo? En este sentido, es necesario recorrer un camino de excelencia moral para obtener las herramientas cognitivas, emocionales y sociales que posibilitan el razonamiento moral necesario para una vida ética. El problema es que el primer paso en este camino de excelencia moral no depende de nosotros, sino de nuestros padres. Porque la excelencia moral se construye en casa a partir de las actitudes y acciones de los padres o cuidadores para criar y educar a los hijos (prácticas de crianza).
Sobre la excelencia moral
Pensadores como Sócrates, Confucio y Spinoza buscaron el significado de la verdad y la libertad, especialmente sobre el valor humano de la excelencia moral o el «bien de la humanidad» o, en palabras de Spinoza, la mejor vida dedicada a la verdad y a la libertad.
Gracias a ellos hoy sabemos que la excelencia moral es el cultivo y refinamiento de la virtud: el propósito final de la vida o un principio fundamental del ser. Recordemos que una virtud es una disposición a elegir acciones que logren mostrar altos estándares morales, esto es, hacer lo que es correcto y evitar lo que es incorrecto en una situación determinada. En otras palabras, la excelencia moral es la calidad superior de la acción diaria encaminada hacia un propósito noble.
Todos podemos establecer la virtud como un hábito cuando nos complacemos en hacer lo correcto, incluso si nos desagrada o nos parece difícil. De hecho, nuestros sabios dirían que somos virtuosos por haber cultivado tal carácter. No obstante, lo opuesto a la virtud es el vicio y, si no nos preocupa la calidad de nuestra acción, corremos el riesgo de convertirnos en una persona viciosa complacida en hacer el mal habitual.
Sobre la familia y las prácticas de crianza
Las prácticas de crianza son los procesos llevados a cabo en el seno de la familia por los padres o cuidadores, para orientar el desarrollo integral de los niños. Cada familia es única con sus propias expectativas, valores, herencia emocional, creencias e ideas sobre cómo criar a sus hijos. En consecuencia, los estilos de crianza varían de una familia a otra en la manera como socializan, como se comunican, como se demuestran el afecto o se imparte la disciplina. Ya sea para bien o para mal, la influencia de la familia en el desarrollo integral de los niños es de proporciones monumentales.
Tradicionalmente hemos comprendido la familia como el grupo social básico que —idealmente— proporciona a sus miembros cuidado, protección, compañía, seguridad y socialización. La cuestión es que, con el devenir de la sociedad, se está configurando un nuevo tipo de familia que aún no comprendemos del todo.
Si observamos con atención veremos que los cambios en la familia han sido gigantescos con consecuencias aún desconocidas. El fenómeno más inmediato es la transferencia de la educación moral del hogar a las instituciones educativas. Los niños pasan más tiempo en las guarderías y en las escuelas que en el hogar, pasando así la familia a un segundo plano.
Se trata de una situación compleja donde los padres han renunciado a su deber de formar social y emocionalmente a sus hijos, esperando en cambio que las instituciones educativas moldeen sus perspectivas morales y éticas.
Dejamos en manos de desconocidos la tarea de establecer la visión del mundo de nuestros hijos.
En otras palabras, esperamos que muchos extraños se encarguen de formar el carácter de nuestros hijos y que el resultado nos agrade.
Sobra explicar que esta situación crea conflictos sobre los planes de estudio, porque recae sobre las instituciones educativas la tarea de temas profundos que desde siempre se han tratado primero en la familia.
Aunque todas las instituciones educativas funcionan en un contexto cultural que influye en el desarrollo del carácter de niños y adolescentes, las prácticas de crianza no pueden reemplazarse por pautas formativas en instituciones educativas. Recordemos que el enfoque principal de la educación formal es lo académico y el desarrollo del pensamiento crítico.
Los padres deben comprender que la excelencia moral se construye en casa, y reafirmar la primacía de la crianza de los hijos en la educación moral, permitiendo que las escuelas desempeñen un papel de apoyo.
La excelencia moral se construye en casa
Pese a todo, la familia sigue siendo el grupo social básico, por lo que aún tiene la tarea de formar moralmente a sus integrantes. Esto significa que debe proporcionar un aprendizaje que nos muestre la manera correcta y justa de conducir nuestras vidas, y respaldar el proceso vitalicio de construcción de responsabilidad y libertad en todos nosotros (el desarrollo moral dura toda la vida).
Este aprendizaje encierra tres elementos fundamentales:
I) el desarrollo de la capacidad para decidir,
II) el desarrollo de la capacidad para juzgar bien y,
III) La orientación adecuada hacia los diferentes niveles de valores:
- Valores trascendentales. Los valores que nos ayudan a concebirnos como autores de nuestra propia vida, nos orientan hacia el cambio y nos ayudan a encontrar nuestra pasión particular.
- Valores sociales. Los valores que representan las reglas, el orden, los roles y las costumbres de nuestra cultura.
- Valores personales. Los valores que nos facilitan la autorrealización y nos ayudan a desarrollarnos como seres humanos íntegros.
La labor de la familia en la infancia y la adolescencia
La excelencia moral se construye y comienza en casa con las prácticas de crianza de los padres. Entre los aspectos más importantes encontramos los siguientes:
Cuidados estables
Para que los niños puedan desarrollar confianza y apegos seguros necesitan cuidados estables, sus necesidades fisiológicas y de seguridad deben estar siempre satisfechas, de manera que involucren interacciones seguras y estimulantes con sus padres y personas que los rodean.
Control y disciplina
Mediante el control y la disciplina los niños además de aprender los estándares de comportamiento también aprenden a autorregularse a sí mismos. Mediante los procesos de solución y negociación de los conflictos entre el niño y los padres descubren las clases de asuntos que vale la pena discutir, así como las estrategias que pueden resultar efectivas.
Apoyo Emocional
Los niños adquieren empatía y habilidades sociales cuando son animados por sus padres a expresar sus sentimientos constructivamente, ayudados a enfocarse en solucionar la raíz del problema y a comprender lo que otra persona está sintiendo. Los niños deben ser amados y valorados como miembros importantes de la familia.
Respaldo social
Es importante que los niños se sientan valorados y defendidos por sus padres para realizarse como seres humanos, lo que motiva al niño a mejorar, a hacer algo mejor o ser alguien mejor (no mejor que otro, sino mejor que sí mismo). Igualmente, es responsabilidad de los padres ayudar a sus hijos en la adquisición de habilidades sociales, y ayudar a formar los valores y principios morales con los cuales desean que sus hijos guíen sus vidas.
Modelos positivos
Los comportamientos sociales son aprendidos observando e imitando modelos, de ahí que los modelos positivos presentados por los padres resulten de vital importancia.
Estimulación cognitiva
Es importante crear espacios que fomenten la exploración y la curiosidad. La estimulación cognitiva que brindan los padres permite que el niño fortalezca su razonamiento moral, a medida que expande su conocimiento y observa las cosas desde varias perspectivas.
Conclusión
Estamos inmersos en una cultura de la utilidad donde se valora ser útil y productivo, mientras que el imperativo social es ser feliz y tener una autoestima alta. Por lo tanto, ser virtuoso hoy no es algo que deseemos o a lo que aspiremos.
La familia tiene la difícil tarea de educar moralmente a sus miembros a través del amor y el ejemplo, facilitando el desarrollo de una sana autoestima, pero también el sano desarrollo de los pensamientos, sentimientos y experiencias que subyacen a los juicios de valor que los seres humanos hacemos sobre nosotros mismos.
También debe enseñar que la felicidad es importante, pero más importante es la calidad de la acción que nos permite alcanzarla. Porque todos debemos tomar decisiones personales y sociales que traen consigo sus propios dilemas morales, y no es lo mismo tomar una decisión por seguir una tendencia social, por miedo al castigo, por la necesidad de reconocimiento o por seguir las normas, que tomar una decisión por la convicción de actuar rectamente, porque valoramos estar en paz con nosotros mismos y valoramos la armonía en las relaciones con los demás.
La excelencia moral es el parámetro de la dignidad por antonomasia y se debe construir en casa, porque el cultivo de la virtud es demasiado importante como para dejarlo en manos de desconocidos.
Arte | Foto familiar (Family Picture Frankfurt 1920) de Max Beckmann, 1920. Se encuentra en el Museo de Arte Moderno (MoMA).
El retrato muestra al artista a la izquierda, a su primera esposa, Minna, vista de espaldas completando su toilette, su madre, su hermana y Peter Beckmann, el hijo del artista. A primera vista el cuadro sugiere una escena divertida que reflexiona sobre la naturaleza desorganizada de muchas reuniones familiares. Sin embargo, los expertos señalan que las caras apesadumbradas —en una atmósfera de ansiedad— expresan los recuerdos trágicos de la guerra recién acabada.