Cómo ser una persona ética

La respuesta más clara y simple a la pregunta sobre cómo ser éticos es: pensar. La ética es la reflexión racional sobre aquello que entendemos por conducta buena. En consecuencia, una persona ética reflexiona racionalmente sobre el propio comportamiento, su vida y el mundo. Pero, también piensa sobre la verdad de sus valores, elige deliberadamente lo correcto y hace lo correcto. 

El bienestar, propio y general, depende de la persona ética. Queremos realizarnos como personas y construir un futuro prometedor para sí mismos y las personas que amamos. No obstante, rápidamente constatamos que esto no es fácil. Dado que el cambio es una constante en nuestras vidas y, con frecuencia, debemos tomar decisiones difíciles en condiciones de incertidumbre. 

La vida misma nos exige ser capaces de pensar sobre problemas éticos complejos. De hecho, todos deberíamos estar en condiciones de poder navegar a través de la incertidumbre y, así, alcanzar la cima de lo que es posible. 

Una persona ética tiene claro qué es la ética

La ignorancia sobre la ética es una de las cosas que más nos aleja de la misma ética. La verdad es que tenemos preconceptos erróneos y no la comprendemos. La cuestión es que, si no entendemos la ética, es probable que no tengamos la oportunidad de pensar cuidadosamente sobre los valores que dan forma a la sociedad y a la propia vida. Por consiguiente, el primer paso hacia la ética es entenderla. Una persona ética tiene claro qué es la ética. 

La razón más importante para entender la ética es que es ineludible. Simplemente no podemos escapar de ella. Es casi imposible imaginar una sociedad sin normas ni leyes, ni formas de evaluar lo que es deseable o insano. Todos somos responsables de formarnos una idea clara sobre lo que entendemos como ética, y de educarnos sobre el tema. Ahora bien, para formarnos una idea clara podemos pensar sobre las propias ideas, leer sobre ética y hablar con otros sobre lo que ellos piensan como ética. 

Para empezar, lo más importante que debemos saber sobre la ética es que se trata de encontrar nuestra identidad, mejorar la conciencia y nuestras habilidades sociales y emocionales. De manera que desarrollemos nuestro potencial y saquemos a la luz lo mejor de nosotros. 

El propósito de la vida importa

Todos buscamos la felicidad y todos buscamos el sentido de la vida a través de nuestras relaciones, experiencias y decisiones de vida. La cuestión es que para ser dignos de felicidad es necesario ser éticos. Porque, si bien la felicidad puede traer más sentido a nuestras vidas, por sí misma no lo garantiza. Igualmente, un mayor sentido por sí mismo no garantiza la felicidad. Tanto la felicidad como el sentido de la vida sólo avanzan llevando una vida ética. 

Para ser éticos debemos ser capaces de dar respuesta personal y autónoma a la pregunta fundamental de la vida. Sin embargo, debo aclarar que la pregunta por el propósito de la vida no es la misma pregunta por el sentido de la vida. La pregunta por el propósito es una cuestión ética: ¿Cómo debemos vivir?, ¿con qué fin debo actuar? Por tanto, la pregunta puede formularse de diferentes maneras, según sea el marco socio-cultural y familiar de cada persona: ¿Qué puedo esperar de mí mismo?, ¿qué puedo esperar de la vida?, ¿cuál es el propósito de mi existencia?, ¿quién soy?, ¿qué espera Dios de mí? o ¿qué espera la sociedad de mí? 

El propósito de la vida proporciona claridad sobre quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Con este conocimiento vienen los valores, un aspecto integral de la vida de una persona. Esto, a su vez, nos permite vivir la vida con integridad, una vida basada en valores. 

Las emociones importan

Nuestras habilidades emocionales constituyen uno de los pilares más importantes de la ética. Porque gracias a la empatía podemos colocarnos en el lugar del otro. 

Precisamente, la inteligencia emocional es la medida de las capacidades que cada uno de nosotros posee, para manejar nuestras emociones y reconocer las emociones de otras personas. 

La inteligencia emocional incluye la habilidad para percibir con precisión, valorar y expresar emoción; la habilidad de acceder y/o generar sentimientos cuando facilitan pensamientos; la habilidad de comprender la emoción y el conocimiento emocional; y la habilidad para regular las emociones para promover crecimiento emocional e intelectual. 

 ─ Mayer y Salovey

Estas habilidades nos facilitan la comprensión de nuestro estado psicológico, y nos ayudan a formar y mantener relaciones interpersonales sanas, entre muchas otras cosas. 

El pensamiento crítico es fundamental

El pensamiento crítico también es un pilar importante de la ética. En principio, se trata de nuestra capacidad para pensar clara y racionalmente sobre qué hacer o qué creer. Si bien todos pensamos, nuestro pensamiento es una acumulación de ideas que nos hemos formado de manera anticipada y sin el debido conocimiento. El problema es que la mayoría de estas ideas son incorrectas, e incluso de índole negativa. 

Nuestro pensamiento es parcial, desinformado, prejuicioso o distorsionado. Por tanto, para una persona ética resulta imperativo pensar críticamente las verdades, revisarlas, y dado el caso, corregirlas. 

Porque cosas como la creatividad y el optimismo son fuerzas combinadas que aprovechan todos nuestros recursos mentales. Si queremos una mejor vida y un mejor mundo, además de ser capaces de combinar todos los conceptos que pueblan nuestra mente, también debemos ser capaces de deconstruir viejos patrones de pensamiento, para dar paso a nuevas ideas. 

Corresponde a cada uno de nosotros desarrollar el pensamiento crítico, para aprender a pensar sobre nuestra visión del mundo y aprender a entender nuestros intereses más fundamentales. 

Una persona ética sabe dónde está, para dónde va y qué espera de la vida

Es importante tener una visión clara de la vida y ser capaces de formular un proyecto de vida concreto y realizable. Esto significa que debemos saber qué queremos para nosotros. Así, en un intento consciente y deliberado, una persona ética procura la mayor coherencia personal posible como camino de realización. 

Esto nos exige definir la vida que queremos realmente: ¿Cómo está mi vida?, ¿qué quiero cambiar? y ¿a dónde quiero llegar a partir de ahora? 

Una persona ética tiene referentes éticos claros, sabe discernir y es auténtica

Para construir nuestro proyecto de vida personal necesitamos formarnos, previamente, una estructura ética personal que nos permita sostener los contenidos éticos de la propia vida. 
 
Para ello, debemos (I) tener referentes éticos claros, y debemos ser capaces de (II) diferenciar entre lo que creemos, lo que sentimos y lo que podemos. Asimismo, es importante no autojustificarnos y en su lugar (III) desarrollar habilidades de autocrítica. Y por último, (IV) siempre buscar la verdad. 

Si nuestros valores son claros, nuestras decisiones también son claras.  

Saber discernir 

La misma ética nos exige (I) discernir entre las diferentes propuestas éticas que recibimos en una sociedad plural. Pero esto, a su vez, requiere que seamos capaces de (II) reconocer una situación ética específica, y (III) establecer qué está en juego (principios, criterios, valores, etc.). Es imperativo que (IV) estemos al tanto de las circunstancias que condicionan, y (V) distingamos entre limitaciones personales y condicionamientos indebidos. 

Ser auténticos 

La autenticidad es importante para la ética. De ahí, que (I) el rechazo de todo condicionamiento externo indebido sea una suerte de requisito para ser una persona ética. La cuestión es que esto exige desarrollar la autoestima y la capacidad de independencia. Pero esto no es suficiente, también debemos (II) superar todo condicionamiento interior indebido (hábitos, actitudes, costumbres, etc.) . Y, así, trabajando en lo externo y lo interno, (III) formamos nuestro carácter. 

El doctor Paul Gachet (segunda versión) por Vincent Van Gogh, 1890.

Una persona ética piensa sobre la verdad de sus valores y elige deliberadamente lo correcto

Aquí entramos en el reino de la conciencia ética. Es decir, la parte sensible de nuestro ser que nos señala lo que está en juego, nos muestra la manera como nos relacionamos con nosotros mismos, los demás y el mundo; y nos advierte de las implicaciones del propio comportamiento para la propia vida y de los demás. 

El problema es que no nacemos con una conciencia ética afilada, ésta se desarrolla a lo largo de la vida y necesita ser ejercitada. 

En consecuencia, debemos aprender a: 

  1. Examinar críticamente, evaluar y/o cambiar los propios valores. 
  2. Identificar los contextos y dilemas morales y éticos. 
  3. Examinar las implicaciones del propio comportamiento para la propia vida y de los demás. 

Examinar críticamente, evaluar y / o cambiar los valores éticos propios 

Los valores reflejan nuestro carácter y proceso de pensamiento, la forma en que razonamos a través de decisiones difíciles en la vida y la forma en que elegimos entre diferentes opciones. Son demasiado importantes como para tomarlos a la ligera. Por eso, una persona ética reflexiona sobre la verdad de sus valores. 

Pensar sobre la fuente de los propios valores 

Los valores forman parte de la estructura moral de una sociedad particular dentro de un contexto histórico, social y cultural específico. Puede ser que nuestros valores provengan de la religión, ideologías políticas o costumbres familiares. Por ejemplo, si venimos de una tradición familiar conservadora podríamos preferir la continuidad de las cosas, en lugar del cambio. 

Pensar sobre las condiciones de posibilidad, el por qué y para qué de los propios valores 

No existen sociedades amorales o sin valores como muchas personas quieren creer cuando se enfrentan al lado oscuro de la humanidad. De hecho, puede ser que en el futuro nos juzguen como miembros de ese lado oscuro, pero en el presente no lo sabemos, a menos que pensemos los propios valores. 

Todas las sociedades comparten un conjunto cerrado -en mayor o menor medida-, de creencias. Por ejemplo, en la Alemania Nazi, el entusiasmo generalizado por el proyecto revolucionario del Nacionalsocialismo prevaleció gracias a una estructura moral bien definida. El horizonte de valores de las personas de esa época incluía valores muy atractivos como lealtad (a su propia raza), honor y decencia entre muchos otros. 

La lealtad es el valor estándar de los partidos nacionalistas. Valga la aclaración, no tiene nada de arbitrario, la lealtad a la patria despierta en nosotros un atractivo sentimiento de pertenencia. De ahí, que no ha de extrañarnos las dictaduras por consentimiento popular. Ahora bien, lo anterior es solo un ejemplo, lo mismo puede aplicarse a todos los ámbitos de la vida, especialmente a las dinámicas de las relaciones sociales, laborales o de pareja. 

La violencia santificada 

La violencia en nombre de la religión también ha sido un elemento básico de la historia humana. Lamentablemente, la violencia santificada está profundamente arraigada en casi todas las culturas. 

En el Antiguo Testamento encontramos que Dios mata a niños egipcios inocentes, para enseñarle una lección al faraón. Para los judíos, Janucá, también conocida como la Fiesta de las Luces o Luminarias, celebra el éxito de los Macabeos contra el Imperio seléucida. Y en el islam, Mahoma es venerado como profeta y admirado como líder militar. Los musulmanes chiitas y sunitas en nombre del profeta se han estado matando entre sí por más de mil años. 

Incluso religiones con preceptos claros de no violencia como el hinduismo y el budismo, también hacen la guerra. En 2008, los hindúes atacaron más de 20 iglesias cristianas en el sur de la India. Y durante los últimos años en Sri Lanka y Birmania, grupos budistas han realizado ataques letales contra las poblaciones de minoría musulmana. 

La cuestión es que la violencia en nombre de Dios está profundamente arraigada en los textos religiosos y la tradición. 

Por todo esto, es importante ser auténticos, poder rechazar todo condicionamiento externo indebido, superar todo condicionamiento interno indebido y formar el carácter. De manera que podamos preservar nuestra humanidad o simplemente hacer lo correcto. Nunca debemos olvidar que la ética, principalmente, se trata de ser humanos. 

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