Cómo ser una persona ética

Pensar bien qué tipo de persona queremos ser 

Todos tenemos la responsabilidad moral de reflexionar bien qué tipo de persona queremos ser y qué esperamos lograr en la vida. Igualmente, debemos tener presente que tenemos el potencial intrínseco para trascendernos a nosotros mismos. Pero, debemos tener claro que la transformación personal requiere mucho trabajo y dedicación. 

Identificar los contextos y dilemas morales y éticos 

Cada una de nuestras decisiones construye nuestro futuro personal y le da forma al mundo en que vivimos. En consecuencia, lo ideal es que la ética gobierne nuestro proceso de pensamiento, de modo que cuando surge un problema o debemos abrirnos camino ante una situación difícil la solución se base en la ética. 

Practicar activamente el comportamiento ético: 

  1. Es importante evaluar nuestra conciencia ética, 
  2. y revisar nuestros valores éticos fundamentales.  
  3. Debemos tener claro qué pensamos del mundo, ¿sabemos cuál es la visión que tenemos del mundo? 
  4. Y ser siempre éticos. 

Definir el problema ético cuando surja: 

  1. Ignorar el problema no hace que el problema desaparezca. 
  2. ¿Podemos establecer los hechos? Debemos asegurarnos que tenemos la información adecuada, para respaldar una elección inteligente. 
  3. ¿Qué sabemos? ¿Qué necesitamos saber? 
  4. Es importante estar preparados para obtener información adicional, y para verificar suposiciones y otra información incierta. 
  5. Y, por último, siempre debemos considerar la fiabilidad y la credibilidad de las personas que proporcionan los hechos (en términos de honestidad, precisión y memoria). 

Hacer una pausa y pensar: 

  1. Evitemos las soluciones de «primer impulso», sin tener una amplia experiencia y entrenamiento en conciencia ética. 
  2. Detenernos y pensar proporciona varios beneficios: Nos previene de tomar decisiones precipitadas, nos prepara para un discernimiento más reflexivo, y además nos permite ser más disciplinados. 

Tener los objetivos claros: 

  1. Antes de tomar una decisión es importante que aclaremos los objetivos a corto y largo plazo, y determinemos qué cosas no queremos que se vean afectadas por nuestra decisión. Porque, siempre existe el riesgo de sacrificar la realización de nuestros deseos más importantes para una vida feliz, por satisfacer necesidades inmediatas. 

Crear opciones: 

  1. Para crear opciones, es necesario formular alternativas y evaluarlas. ¿Son éticas?, ¿soy el único beneficiario?, ¿cómo me sentiría si los roles o circunstancias se invirtieran? 
  2. Si sólo podemos pensar en una o dos opciones, probablemente no estamos pensando lo suficiente. Siempre tenemos más de dos opciones. Para explorar esas opciones debemos elaborar una lista de las acciones que podemos llevar a cabo para lograr los objetivos. También podemos hablar con una persona de confianza, para ampliar nuestra perspectiva y pensar en nuevas opciones.  O bien, podemos recurrir a casos anteriores. 

Considerar las consecuencias: 

  1. Filtrar las elecciones: ¿Compromete valores éticos básicos?, ¿quién se verá afectado por la decisión?, y ¿cómo me veré afectado por la decisión? 
  2. Tomar una decisión. Para ello, debemos elegir la mejor alternativa ética, y estar seguros que la alternativa que se elija, sea la que haga el mayor bien por todas las razones correctas. 
  3. Si la elección no está clara, siempre podemos pedir la opinión a una persona que respetamos y valoramos. O preguntar a una persona de carácter fuerte y sensato qué haría en la misma situación. 

Controlar y modificar: 

  1. Monitorear y evaluar el resultado. Es importante controlar los efectos de las decisiones que tomamos. Si los resultados no son los esperados o son indeseados, la situación se reevalúa, se replantea y se toman nuevas decisiones. 
  2. Analizar cómo se puede hacer mejor la próxima vez. 
  3. Examinar las implicaciones del propio comportamiento para la propia vida y de los demás 

Ser una persona ética es un objetivo en sí mismo: el objetivo de ser mejor persona y la libre elección de actuar con ética. 

Examinar las implicaciones del propio comportamiento para la propia vida y de los demás

¿Cómo me sentiría si esta decisión fuera mañana de conocimiento público? Imagine cómo se sentiría si su decisión, y las razones por las que la tomó, fuera de conocimiento público. 

¿Qué pasa si las personas que más admira se enteran de lo que ha hecho y por qué? ¿Sentiría vergüenza? 

¿Existe una regla universal, o «regla de oro», que se aplica aquí? Por ejemplo, nunca debemos actuar de forma tal que socave la integridad y la dignidad de otras personas. 

¿La decisión es coherente con mis valores y principios? Es importante tomar conciencia de lo que estamos sacrificando para alcanzar los objetivos que nos hemos propuesto, podríamos estar comprometiendo algún valor fundamental para nosotros. 

¿Qué pasaría si todos hicieran esto? La mayoría de los marcos éticos sugieren que la decisión correcta para una persona debería ser adecuada para todas las personas en la misma posición. 

¿Cómo afectará esta acción a mi manera de ser? Nuestras decisiones moldean nuestro carácter y viceversa. Es importante pensar si lo que vamos a hacer se puede establecer como un hábito, porque si mentimos, tenderemos a mentir con más frecuencia. 

Una persona ética hace lo correcto

Hacer lo correcto significa actuar con integridad. Y una persona ética es una persona que siempre elige lo correcto. De ahí, que una persona ética sea per se una persona íntegra. Debemos tener en cuenta que la integridad es la base del carácter, y el desarrollo del carácter está estrechamente relacionado con el desarrollo moral. Así, para hacer lo correcto debemos ser fieles a nosotros mismos, buscar siempre la excelencia y poseer valores éticos. 

Ser fieles a sí mismos

Ser fieles a sí mismos significa ser fieles a nuestros sentimientos y a lo mejor que hay en nosotros. Pero, también se trata de vivir en verdad con nosotros mismos y con cada persona en nuestra vida. Porque sólo una persona que vive de acuerdo con sus virtudes más elevadas está viviendo una vida de integridad. Ahora bien, para ser impecablemente honestos con los demás, primero debemos ser impecablemente honestos con nosotros mismos. 

Buscar la excelencia

La conducta íntegra es superlativa, siempre podemos aspirar a la grandeza. Siempre podemos pasar de ser buenos a ser muy buenos, sobresalientes y excelentes. Una vez nos comprometemos a llevar una vida íntegra es inevitable elevar continuamente los propios estándares, siendo necesario redefinir continuamente el propio concepto de integridad. 

Por otra parte, las respuestas instintivas que damos a los altibajos de la vida nos indican qué tan alto es nuestro nivel de integridad. Así, observando nuestra conducta podemos conocer la persona que somos. 

La persona íntegra sabe que todo lo que hace es una declaración sobre quién es realmente como persona.  La sola pregunta ¿cuáles son los cinco valores más importantes en mi vida? revela bastante sobre nosotros mismos. 

Valores éticos

Los valores éticos se refieren a la reflexión racional sobre la conducta buena como lo correcto, lo debido o lo bueno. Para cultivar estos valores necesitamos pensar por sí mismos: 

Introspección: observar o examinar el propio estado mental y emocional. 

Sinceridad: la capacidad para ser honesto, autentico, verdadero y real. 

Discernimiento: la capacidad para obtener percepciones agudas o juzgar bien. 

Comprensión: la capacidad para entender algo. 

Conclusión

Una persona ética piensa por sí misma: tiene claro qué es la ética, tiene referentes éticos claros, sabe discernir, es auténtica y sabe cuál es el sentido de su vida, dónde está, para dónde va y qué espera de la vida. 

Todos sabemos por experiencia propia que los problemas éticos son complicados. También sabemos que la respuesta adecuada a estos problemas requiere juicio y buena toma de decisiones. Si bien, llegar a ser personas éticas no es fácil, tampoco es imposible. Como todo, solo debemos dar el primer paso y atrevernos a pensar por sí mismos. 


Arte | El doctor Paul Gachet (segunda versión) por Vincent Van Gogh, 1890. Es un retrato del médico parisino Paul Gachet, homeópata, psiquiatra, amante del arte y amigo del artista. Hay dos versiones auténticas de este retrato, ambas pintadas en junio de 1890, durante los últimos meses de vida del artista. En una carta dirigida a su colega y amigo Paul Gauguin, Van Gogh explica que la tristeza en el rostro del doctor es «la expresión desencantada de nuestro tiempo». Asimismo, el doctor aparece «pensativo, casi preocupado, con un leve escepticismo». (Carta n.º 643 de junio de 1890) 

Imagen © Museo de Orsay, colección privada. Se encuentra en el Museo de Orsay

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