Zen: escuela del Camino de Buda

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El zen o escuela del Camino de Buda tiene en sus orígenes tanto del budismo como del taoísmo. Mientras en otras escuelas budistas la iluminación espiritual, despertar o bodhi requiere de bastante trabajo interior y de varias vidas, en el zen la iluminación es algo obvio y natural que puede sucederle a cualquier persona en cualquier momento. 

La larga noche; 
el sonido del agua 
dice lo que pienso. 
— Gochiku (haiku) 

Como vemos el zen valora la simplicidad y la franqueza para captar la realidad y actuar sobre ella «aquí y ahora». Porque todo cuanto podemos captar con nuestros sentidos no es otra cosa que una expresión de la totalidad. 

Ahora bien, el zen no es una filosofía, ideología o una religión, ni siquiera encontramos algo similar en el pensamiento occidental moderno. Más bien es una forma de vida. Como toda realidad última no tenemos palabras para describirlo. Lo más cerca que estamos de una definición es cuando decimos que se trata de un «camino de liberación», el cual hay que seguir para poder conocerlo. 

El zen enseña la verdad de manera directa desde una lógica sencilla como ilustra el siguiente poema zen: 

El camino [Tao] perfecto carece de dificultad. 
Salvo que evita elegir y escoger. 
Sólo cuando dejas de sentir agrado y desagrado 
comprenderás todo claramente. 
Por la diferencia de un pelo 
quedan separados el cielo y la tierra. 
Si quieres alcanzar la sencilla verdad 
no te preocupes del bien y del mal. 
El conflicto entre el bien y el mal 
es la enfermedad de la mente! 
― Seng-ts’an: Hsin-hsin Ming 

Según el zen nuestras vidas son consumidas por esta dualidad egocéntrica descrita en el poema. No obstante, la sabiduría acompañada de compasión tiene el poder de liberarnos de este paradigma dualista egocéntrico que se expresa en nuestro día a día, y, así, alcanzar la paz interior. Con este fin el zen apunta a la perfección de la personalidad mediante la meditación sentada llamada za-zen. 

Enso de Nakahara Nantenbo, Período Taisho (1912-1926), 1922.

Zen: escuela del Camino de Buda

Para el zen no hay división, es decir, el mundo no está por una parte y nosotros individuos por otra. Cuando dejamos de distinguir entre «yo» y «mi experiencia» aprehendemos la relación real que existe entre mí mismo y el mundo exterior, porque mi idea de mí mismo no es mi mí mismo. El «yo» que se desplaza a través de sucesivas experiencias y que se establece como puente entre ellas de manera que el joven se convierte en el hombre y éste en el viejo es una ilusión. 

Un día borré de mi mente todas las nociones. Abandoné todos los deseos. Descarté todas las palabras con las que pensaba y me quedé quieto. Me sentí un poco raro, como si fuera llevado hacia algo, o como si fuera tocado por algún poder extraño a mí… cuando ¡paf! entré. Perdí los límites de mi cuerpo físico. Desde luego tenía mi piel, pero sentía que estaba en el centro del cosmos. Hablaba, pero mis palabras habían perdido sentido. Vi gente que venía hacia mí, pero todos eran el mismo hombre, ¡todos eran yo mismo! Nunca había estado en este mundo. Había creído que yo había sido creado, pero ahora tengo que cambiar mi opinión: nunca fui citado. Yo era el cosmos. No existía ningún señor Sasaki individual. 

― Sokei-an Sasaki, The Transcendental World, Zen Notes 

El zen o escuela del Camino de Buda comienza con el reconocimiento de la ilusión, es decir, en la renuncia de cosas que pretenden ser realidades y nos engañan porque no lo son. Y en esto está su misterio, porque el camino del zen comienza justo ahí donde no hay nada más que buscar, justo ahí donde no hay recompensa. 


Arte | Enso de Nakahara Nantenbo, Período Taisho (1912-1926), 1922. Museo de Arte de Birmingham

En su sencillez y franqueza, el enso, o círculo zen, va más allá de las palabras para transmitir la enseñanza zen esencial. Entre sus muchos significados, representa el universo y el Todo, mientras que al mismo tiempo simboliza el vacío. El enso sirve como una ayuda para la meditación que puede ayudar a la mente a alcanzar tanto la plenitud como el vacío.