Si hablamos de un modelo ético dominante en nuestra sociedad ese es el utilitarismo. Una doctrina ética centrada en la utilidad, donde el mayor bien es la mayor felicidad para el mayor número posible de personas.
Para esta corriente lo que es útil es bueno y, por lo tanto, contrario a lo que Kant nos enseñó, el valor de la conducta está determinado por el carácter práctico de sus resultados.
El placer o la felicidad es lo único que realmente tiene valor intrínseco
El utilitarismo original encarna al epicureísmo hedonista del siglo XVIII. Su fundamento principal consiste en la felicidad, pero no en cualquier felicidad, sino aquella que alcanzamos buscando el placer y rechazando el dolor.
Es bueno lo que es útil, y es útil lo que aumenta el placer y disminuye el dolor. La cuestión es que una acción puede producir tanto placer como dolor. Razón por la cual Jeremy Bentham elaboró una aritmética moral, en la que toda la sabiduría moral consiste en un frío cálculo de intereses.
Para Bentham la conducta debe regirse sólo por interés, y la virtud es el hábito de hacer bien las cuentas para lograr mayor placer.
Vuestro objeto único es buscar el placer y evitar el dolor. Estos sentimientos eternos e irresistibles deben ser vuestro gran estudio. El principio de utilidad lo subordina todo a estos móviles, y la utilidad es el primer eslabón de la cadena de mi enseñanza. Mal es pena, dolor o causa de dolor. Bien es placer o causa de placer.
―Bentham, Principios de legislación civil y penal
Las acciones son correctas en la medida en que promueven la felicidad, y son incorrectas en la medida en que producen infelicidad. La moralidad de una acción se decide por sus consecuencias. Mientras más felicidad se produzca entre los afectados por la acción, mejor será la acción.
De esta manera, las acciones son valoradas no por lo que son en sí mismas, sino por las consecuencias que producen. Ahora bien, las consecuencias de las acciones se valoran según la cantidad de felicidad que aportan, para el mayor número posible de personas.

La acción moral se rige bajo la máxima de la mayor felicidad (placer) para el mayor número de personas.
Así, el utilitarismo establece que «bueno es aquello que promueve la felicidad», y a la vez que «el mayor bien es la mayor felicidad para el mayor número posible de personas».
La lógica de la utilidad consiste en partir del cálculo o de la comparación de las penas y de los placeres en todas las operaciones del juicio, y en no comprender en ellas ninguna otra idea. Los elementos del cálculo moral son los placeres y las penas, según la clasificación y graduación por su intensidad, duración, certeza, proximidad, fecundidad y pureza. Por esta última palabra se entiende que el placer no tenga riesgo de producir pena.
―Bentham, Principios de legislación civil y penal
La felicidad de todos cuenta igualmente
Para Bentham, «cada uno debe contar por uno; y nadie debe contar por más de uno». A primera vista nos parece obvio, pero en los tiempos de Bentham la vida de los amos era más importante que la de los esclavos.
Al parecer, Bentham se refería a que las felicidades de todos son igualmente buenas. Si bien, parece que a Bentham le importaba más la maximización de la felicidad que su distribución; este principio de igualdad, aún hoy día, respalda los llamados a la igualdad, y a la creación de políticas que beneficien a todos por igual, no solo a una élite privilegiada.
Calidad sobre cantidad
Stuart Mill, discípulo de Bentham, corrigió esta doctrina dándole mayor importancia a la calidad del placer que a la cantidad. Decía, «es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho». De ahí, que moralmente somos clasificados según el tipo de placeres a los que aspiramos.
Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser Sócrates insatisfecho que un tonto satisfecho. Y si el tonto, o el cerdo, tiene una opinión diferente, es solo porque solo conocen su propio lado de la cuestión.
― John Stuart Mill, Utilitarismo
Igualmente, Mill establece la importancia de la igualdad: «La sociedad entre iguales solo puede existir en el entendimiento de que los intereses de todos deben ser considerados por igual».
En la actualidad se distingue un utilitarismo hedonista que se caracteriza por igualar «utilidad» con «placer» y con «felicidad»; un utilitarismo ideal, abierto a otras utilidades distintas y más complejas; un utilitarismo de la regla, que parte de una regla general de acción, similar al principio formal de la moral de Kant; y un utilitarismo de la acción para el que es obligatorio aquel acto que, para cada momento, produce la mayor felicidad.
Arte | Fábricas en Clichy / Fábricas en Asnieres, visto desde el Quai de Clichy por Vincent van Gogh, 1887. Se encuentra en el Museo de Arte de San Luis.
Vincent van Gogh representó una extensión de fábricas levantando humo en el aire en el arenoso suburbio industrial de Clichy, al noroeste de París. La escena está dividida en tres franjas horizontales de campos, fábricas y cielo, mientras que en la distancia media, dos diminutas figuras —quizás amantes— son visibles en el campo. El ordenado sistema de pinceladas de Van Gogh refleja su conocimiento de los recientes experimentos puntillistas del pintor francés Georges Seurat. (Museo de Arte de San Luis)