Tradición Judeocristiana: somos amor

Según la tradición Judeocristiana somos amor: Dios nos hace libres y capaces de amar, nos crea por amor para amarnos. Hay algo divino en el amor incondicional (Agape) que es difícil negar, ya Platón decía que el cielo se mueve por amor. Todo indica que el amor trasciende el tiempo y el espacio, así podemos amar a una persona que ya ha fallecido, a alguien que no ha nacido aún o a alguien que está al otro lado del mundo. 

También hemos sentido el amor en lo más profundo de nuestras entrañas, ese deseo del mejor de los bienes para la persona amada, o el impulso hacia la unidad. Pues bien, según las tradiciones judías y cristianas ese amor no es algo externo a nosotros, sino nuestra misma esencia. 

Nuestra esencia es amor 

Si pelamos un aguacate y encontramos un corazón en su interior, y luego sembramos esa semilla, y de ella crece un árbol de aguacate, entonces todo lo que hace a un aguacate un aguacate se encuentra en su semilla. 

Por tanto, su esencia no se encuentra en su parte comestible, sino en su semilla. Porque ella encierra en sí misma la esencia de la aguacatez. Esto es, aquello que hace ser a un aguacate lo que es y no otra cosa. 

De manera similar según las tradiciones judías y cristianas, tenemos una cobertura de carne que nos asemeja a otros animales. No obstante, nuestra esencia es de naturaleza divina y eso nos hace únicos. 

En los textos hebreos encontramos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. En el Génesis leemos que el Creador sopló el aliento de la vida dentro del barro de nuestros elementos constitutivos, compartiendo de esta manera la naturaleza divina. 

La capacidad de amar supone la libertad. Por eso Dios nos ha hecho libres. Somos como un espejo de Dios. Esto significa que somos autoconscientes y tenemos la capacidad de amar libremente, características del mismo Dios. Sin embargo, estamos obligados a amar y a servir a nuestro creador. 

Ahora bien, al poseer las características del mismo Dios siempre hemos sido los mismos. No evolucionamos, fuimos creados con las mismas características físicas y psicológicas que poseemos actualmente. 

Para las tradiciones judías y cristianas somos libres y somos capaces de amar 

Este amor es otorgado únicamente por Dios, porque al estar sujetos al pecado no podemos cumplir nuestro propósito de amar. Sólo Dios puede limpiar nuestra imperfección. En consecuencia, sólo nos salvamos por la gracia libre de Dios, y no por lo que podamos hacer nosotros mismos. 

Según esto, si bien somos amor, además de existir necesitamos el amor de Dios, es decir, necesitamos ser amados. Únicamente cuando nos sentimos amados logramos una existencia plena. 

Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.

― 1 Juan 4:8 

De esta manera, el amor se nos presenta como un principio constitutivo de nuestro ser que se realiza en la reciprocidad: amar y ser amados. 

La creación de Adán (Creazione di Adamo) por Miguel Ángel alrededor del año 1511.

Según la tradición Judeocristiana somos amor, fuimos hechos a imagen de Dios, por naturaleza estamos predispuestos al amor 

La capacidad de amar y ser amados nos es intrínseca, de la misma manera que el amor de Dios es una parte intrínseca de su esencia. 

Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento el amor de Dios trasciende nuestro comportamiento y se expresa a todos. 

La tradición Judeocristiana no solo explica que somos amor. También explica que el amor tiene el poder de unir y reconciliar. Al estar hechos a imagen de Dios, tenemos la capacidad de amar a todos sin importar las ofensas. 


Arte | La creación de Adán (Creazione di Adamo) es un fresco en la bóveda de la Capilla Sixtina, pintado por Miguel Ángel alrededor del año 1511. Se encuentra en los Museos Vaticanos (Capilla Sixtina), Ciudad del Vaticano. 

Los frescos del techo de la Capilla Sixtina representan los nueve episodios del Génesis. El fresco de la creación de Adán ilustra el episodio de la creación del hombre. Las posiciones idénticas de Dios y Adán se basan en el Génesis: 

Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó. 

— Génesis 1:27 
El episodio de la Creación del Hombre tiene como punto central el contacto entre los dedos del Creador y los de Adán, a través del cual se transmite el soplo de la vida. Dios, sostenido por ángeles que vuelan y envuelto en un manto, se dirige hacia Adán, representado como un atleta en reposo, cuya belleza parece confirmar las palabras del Antiguo Testamento, según las cuales el Hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. (Museos Vaticanos) 

Puedes realizar un recorrido virtual por la Capilla Sixtina a través del sitio web de los Museos Vaticanos.