Sobre la verdad moral

A grandes rasgos la verdad moral es una obligación moral que se deriva de principios que son independientes de la opinión, de modo que, si la mayoría no está de acuerdo, el hecho sigue siendo cierto. 

Ahora bien, una afirmación es verdadera cuando corresponde a la realidad, es decir, que encontramos verdadera una afirmación si ésta coincide con la forma en que realmente es el mundo. Sin embargo, cuando se trata de la verdad moral cambiamos la definición como si la moral no encajara en el mundo. 

La manera como concebimos la verdad moral depende de nuestro desarrollo moral, y éste de nuestro desarrollo cognitivo. Siguiendo a Kohlberg, la moral de los principios universales requiere el más alto nivel de desarrollo moral, ya que es en la etapa más alta que logramos basar las decisiones en principios universales. 

En consecuencia, somos como Alicia mientras descubre y prueba las diferentes piezas del País de las Maravillas: no sabemos realmente qué sucederá en nuestro siguiente paso. 

—Por favor, podría decirme por dónde tengo que ir. 

—Eso depende en buena medida de adónde quieras llegar —dijo el Gato. 

—No importa demasiado adónde… —dijo Alicia. 

—Entonces no importa por dónde vayas. 

—… siempre que llegue a alguna parte —agregó Alicia como explicación. 

—Oh, eso es casi seguro —dijo el Gato—, si caminas lo suficiente. 

― Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas 

La verdad es lo que es (lo real) y la moral lo que debería ser (lo ideal)

Cuando hablamos de la verdad nos referimos a lo existente, lo real o fáctico. La verdad describe lo que es, cómo son realmente las cosas y no cómo desearíamos que fueran. Esto significa que en la naturaleza de la verdad no existe o no puede suceder lo que es falso. Porque la verdad es su propio imperativo, es decir, que podemos aceptar o rechazar la verdad, pero las opiniones no pueden alterarla. 

Por su parte, la moral se refiere fundamentalmente a nuestros actos, desde el punto de vista de nuestras acciones en relación con el bien o el mal, y en función de nuestra vida individual y colectiva. 

A primera vista, en la superficie, la moral y la verdad parecen ocupar esferas separadas, sin embargo, en los fundamentos de nuestra realidad también encontramos que algunas acciones, leyes, políticas, normas sociales y comportamientos son malos, incorrectos, indebidos, no permisibles o condenables, sin importar cuándo, dónde o quién los realice. Podríamos decir que la razón tiende un puente entre lo real y lo ideal.

Las verdades morales no son completamente independientes de las verdades no morales 

Una cualidad fundamental de la moral es que dos situaciones no pueden diferir en términos morales sin diferir en términos no morales. Porque la tarea de la moral es guiar nuestras acciones. Concretamente, en cómo debemos reaccionar a las características no morales del mundo. 

Debido a su normatividad, las verdades morales están estrechamente relacionadas con la razón. Asimismo, la normatividad de los hechos morales se basa en una conexión conceptual. 

Las opiniones sobre la verdad moral difieren entre sí 

No podemos separar la verdad moral de la universalidad del hecho moral. Así, el nihilismo moral sostiene que no existe la verdad moral. Mientras que el escepticismo moral opina que tenemos creencias morales, pero no hay base para justificarlas. 

Las alternativas a las opiniones de los nihilistas y escépticos morales son el absolutismo moral y el relativismo moral (o pluralismo). El absolutismo insiste en que hay una verdad moral objetiva, en tanto que el relativismo sostiene que las posiciones morales son relativas a diferentes personas, culturas, historias, etcétera. Sin embargo, es importante no confundir el relativismo moral con el nihilismo moral o el escepticismo moral. 

El problema con el nihilismo moral y los escepticismos es que la moral no puede ser creada por convicción personal. La moral no desaparece simplemente porque decidimos rechazarla. Porque las reglas éticas son objetivas y universalmente vinculantes en todos los casos similares. 

Ilustración de Alicia en el país de las maravillas por John Tenniel, 1866.

Debemos tratar la verdad moral como cualquier otra verdad 

Si reducimos la verdad moral a nuestros intereses personales en lugar de basar las decisiones en lo correcto, basamos las decisiones en lo que nos gusta o no nos gusta. El comportamiento basando en intereses personales nos lleva a la mentalidad de todo vale y a la posición de si algo es viable entonces hay que hacerlo. Nada está mal en última instancia si puedes salirte con la tuya. 

El problema con esta mentalidad es que la noción de dignidad humana depende de que haya verdades morales objetivas. Si permitimos que el interés propio gobierne, nuestro trato a otros seres humanos con toda seguridad será cuestionable. 

De hecho, nuestro comportamiento ya es cuestionable. Lo que llamamos crisis de las humanidades es un proceso de cambios que amenaza la estructura de las ciencias humanas. Específicamente, aquellas ramas del conocimiento que se relacionan con los seres humanos y la cultura, o con métodos analíticos y críticos de investigación derivados de una apreciación de los valores humanos y de la capacidad única del espíritu humano para expresarse. 

A simple vista, la crisis de las humanidades parece un problema sin mayores implicaciones. Sin embargo, se trata de una problemática de dimensiones universales. Porque la crisis que atravesamos como sociedad es la crisis de las humanidades. La vanidad de los tiempos, el afán materialista, el consumismo y el cientificismo reduccionista minimizan las aspiraciones del espíritu e impiden cualquier visión de una verdad moral. La ausencia de la verdad moral abarata la vida humana: a medida que ganamos mundo perdemos alma. 

«Por supuesto que lo es», dijo la duquesa, que parecía dispuesta a estar de acuerdo con todo lo que decía Alicia; Hay una gran mina de mostaza cerca de aquí. Y la moraleja de eso es: «Cuanto más hay de mí, menos hay de ti». 

― Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas 

Sólo el espíritu libre y virtuoso ama la verdad 

La verdad moral, o la ausencia de ella, también se piensa. Esto implica mirar detenidamente los contenidos de nuestra mente como lo hizo Descartes, que decidió estudiar el fundamento en que basaba sus verdades, al darse cuenta de que mucho de lo que había dado por verdadero no lo era. 

El problema es que tenemos ideas, creencias, ideologías y sentimientos fuertemente arraigados que nos impiden asumir que podemos estar equivocados. Es un hecho que confiamos en todo lo que nos dicen los sentidos, confiamos en nuestros pensamientos, tendemos a rechazar las verdades que no nos gustan y nos cuesta utilizar la razón para comprobar la verdad de las cosas. 

Pensar es algo que nos debemos a nosotros mismos, la humanidad y el planeta. Los contenidos de nuestra mente deben pasar la prueba de la duda y estar de acuerdo con la razón: como Alicia en el País de las Maravillas.


Arte | Ilustración de la primera edición publicada de Alicia en el país de las maravillas, ilustrada por John Tenniel, 1866. © Victoria and Albert Museum, Londres.