Siempre podemos educarnos a sí mismos, porque somos seres dotados de razón y poseemos la autonomía para conocer nuestro mundo y conocernos a nosotros mismos. Para Sócrates sólo cuando nos conocemos somos sabios y podemos hacer el bien, por tanto, sólo vale la pena vivir una vida examinada.
Nuestra formación moral es responsabilidad de cada uno
Según John Locke, filósofo del siglo XVII, las personas debemos ser guiadas en nuestro aprendizaje, pero debemos tener autonomía sobre qué y cómo aprendemos.
La cuestión es que la libertad y la responsabilidad son dos caras de una misma moneda. En el corazón de nuestra autonomía está la responsabilidad moral de alcanzar la plena realización de la propia personalidad. Así como la responsabilidad moral de favorecer la conservación de una forma de vida en sociedad, movilizada por valores de justicia y solidaridad, sin los cuales no es viable la vida en sociedad.
Somos sujetos morales poseedores de conciencia, responsables de las propias acciones y dotados de los principios de autonomía, inviolabilidad y dignidad. En consecuencia, lo sepamos o no, cada uno es responsable de la propia formación moral.
Cada persona, cada uno de nosotros, es un sujeto de conocimiento y de acción. El problema es que no sabemos o no somos conscientes que nuestros actos le dan forma al mundo y a la propia vida. La verdad es que reflexionamos muy poco o nada sobre nuestro impacto en el mundo. Sin embargo, tarde o temprano descubrimos que sin moralidad la vida social es casi imposible. Es un hecho que mientras el egoísmo sea parte de la naturaleza humana necesitaremos de la moral y la ética. Pero, lamentarse por los acontecimientos adversos, producto de la conducta humana no resuelve nada. El cambio comienza al reconocer que todos tenemos la responsabilidad moral de formarnos éticamente.
Siempre podemos educarnos a sí mismos
Todos tenemos intelecto y tenemos el poder para razonar las cosas por sí mismos. Igualmente, todos tenemos una idea de lo que nos gusta o encontramos satisfactorio y emocionante. Y, por último, la pasión y la curiosidad por aprender está en cada uno de nosotros.
Está en nuestras manos conocer nuestro mundo y conocernos a sí mismos. Todos somos seres autónomos y poseemos la capacidad para buscar información de manera individual, si no hay razones extraordinarias involucradas, todos podemos aprender por sí mismos en un acto autorreflexivo.
Arte| La lectora (Young Girl Reading) de Jean-Honoré Fragonard, c. 1769. La pintura es una representación de una joven sentada con un libro en una mano levantada.
Rebosante de gracia natural, la modelo de Young Girl Reading de Fragonard encarna el estilo de vida culto que atesora la alta sociedad en la Francia prerrevolucionaria.
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La asombrosa pincelada de Fragonard es tanto el tema de esta pintura como lo es la lectura de la joven. Él ha delineado cuidadosamente su rostro, pero su vestido, cintas y el cojín están ligeramente cepillados con trazos grandes, vigorosos y sin mezclar. El brío del artista se transmite aún más por el libro de bocetos sumarios y el borde del cuello de la niña, el último de los cuales ejecutó —uno se imagina con una sola floritura— con el mango del pincel. La pincelada vívida llama la atención sobre el virtuosismo de Fragonard, pero también sugiere el transporte mental experimentado por la figura del lector autónomo.
Young Girl Reading está vinculada a una serie de pinturas de Fragonard conocidas como portraits de fantaisie (retratos imaginarios) que trastocaron las convenciones establecidas del retrato. (Galería Nacional de Arte)
La obra se encuentra en la Galería Nacional de Arte, Washington, DC, EE. UU.