Para Arthur Schopenhauer la vida es la manifestación libre de la voluntad. Al parecer, resulta cierto que sobre la vida tenemos el entendimiento y el conocimiento de una verdad muy antigua. Desde el inicio de los tiempos, la filosofía india explicó que el mundo es fenomenológico, una ilusión, lo que conocemos hoy como «el velo de Maya» y lo que Schopenhauer llama «el mundo como representación».
El mundo es «mi representación» y «mi voluntad»
Schopenhauer rechaza la posición kantiana de que nuestras sensaciones son causadas por un objeto incognoscible, que existe independientemente de nosotros. Para Schopenhauer el cuerpo se nos da de dos maneras completamente diferentes. Se da como representación, es decir, como un objeto físico entre otros objetos físicos -algo externo y objetivo-. Pero, el cuerpo también se da como voluntad, es decir, como algo de lo que somos conscientes, algo que habitamos, algo que movemos voluntariamente -algo interno y subjetivo-.
Schopenhauer considera que el mundo es tanto representación como voluntad. El mundo como representación caracteriza el aspecto externo de las cosas, es el mundo de las apariencias, de nuestras ideas o de los objetos: es una diversidad. En tanto que el mundo como voluntad caracteriza el aspecto interno de las cosas, es el mundo como es en sí mismo: es una unidad.
Cuanto forma o puede formar parte del mundo está ineludiblemente sometido a tener por condición al sujeto, y a no existir más que para el sujeto. El mundo es representación. […] Una verdad, en suma, grave y propia para hacer reflexionar, si no temblar, a cualquier hombre: a saber, que al mismo tiempo que dice: «El mundo es mi representación», puede y debe decir: «El mundo es mi voluntad».
― Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación
El mundo es «percepción de quien percibe»
La visión de Schopenhauer del mundo como voluntad es enteramente autodeterminante y todopoderosa. El mundo que nos rodea no existe más que como representación, el mundo entero no es más que «percepción de quien percibe».
Al ser el mundo objetivaciones de la voluntad no conocemos las cosas, lo que creemos conocer no existe y sólo nos percibimos a nosotros mismos.
Ahora bien, que el mundo sea lo que cada uno de nosotros percibe es verdaderamente aterrador: no hay Dios para ser comprendido, el mundo tal como es en sí mismo es un pandemónium, es absolutamente libre, sin ley, despojado de conocimiento, un esfuerzo incesante y un impulso ciego sin fin a la vista. Es un mundo sin sentido, más allá de cualquier adscripción del bien y del mal.
Para Schopenhauer la vida es la manifestación libre de la voluntad, «mi voluntad de vivir»
La voluntad en sí misma no es conocimiento, se trata más bien de un afán ciego e incontenible, una fuerza cósmica que podemos observar en la naturaleza.
Tal y como la vemos manifestarse en la naturaleza inorgánica y vegetal con sus leyes, así como en la parte vegetativa de nuestra propia vida, al añadírsele el mundo de la representación desarrollado para su servicio, obtiene el conocimiento de su querer y de qué es lo que ella quiere, que no es más que este mundo, la vida tal y como se presenta.
― Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación
La vida no tiene sentido o propósito propio, sino que está al servicio de la perpetuación de esta fuerza cósmica: la vida es la manifestación libre de la voluntad.
Por eso llamamos al mundo fenoménico su espejo, su objetividad: y puesto que lo que la voluntad quiere es siempre la vida precisamente porque esta no es más que la manifestación de aquel querer para la representación, da igual y es un simple pleonasmo que en lugar de decir «la voluntad» digamos «la voluntad de vivir».
― Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación
La vida como manifestación libre de la voluntad es un impulso ciego, sin sentido, sin objetivo, irracional, en la base de nuestros impulsos instintivos y en el fundamento del ser de absolutamente todo.
De manera poética, Schopenhauer nos describe como figuras efímeras dibujadas por la voluntad de vivir en su hoja infinita: el espacio y el tiempo. Así, cada uno de nosotros «es solamente un breve sueño más del infinito espíritu de la naturaleza, de la persistente voluntad de vivir».
La vida es trágica
El esfuerzo sin cesar por nada en particular hace que el mundo se represente como en una condición de frustración eterna. Al igual que Buda, Schopenhauer también encontraba la vida amarga. Básicamente por las mismas razones: el mundo es «mi voluntad de vivir», pero ésta es ciega y siempre está insatisfecha, es aspiración, deseo y dolor.
La cuestión es que la mayoría de los deseos no son cumplidos, y el sufrimiento «no es más que el querer incumplido y contrariado». La vida es un repetitivo anhelar y atormentarse: una tragedia.
Sin embargo, y aquí está el lado grave de la vida, cada una de aquellas figuras pasajeras, de esas banales ocurrencias, la ha de pagar toda la voluntad de vivir en toda su vehemencia con muchos y profundos dolores, y en último término con una amarga muerte largamente temida y que se presenta al final.
― Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación
Si bien para Schopenhauer la vida es la manifestación libre de la voluntad, también es posible una bella liberación
Podemos salir vencedores tras las «luchas amargas» contra nuestra propia naturaleza. Si bien para la mayoría de nosotros la vida es trágica, también es posible apaciguar la voluntad y liberarnos de la ilusión. Está en nuestro poder cortar los hilos del continuo querer causante del sufrimiento.
Tranquilo y sonriente vuelve la mirada hacia los espejismos de este mundo que una vez fueron capaces de conmover y atormentar su ánimo, pero que ahora le resultan tan indiferentes como las piezas de ajedrez después de terminada la partida, o por la mañana los disfraces tirados cuyas figuras nos gastaron bromas y nos inquietaron en la noche de carnaval. La vida y sus formas flotan ante él como un fenómeno pasajero, como ante el que está medio despierto flota el ligero sueño matutino a través del cual brilla ya la realidad y que no puede así engañarle: y también como este terminan aquellas desapareciendo sin solución de continuidad.
― Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación