Jean-Paul Sartre nos dice que somos seres libres, condenados a ser libres y, por consiguiente, condenados a elegir. Para él, la existencia es libertad y es la elección la que caracteriza el ser de cada uno. Así, el concepto de libertad de Sartre encierra todos los aspectos de la condición humana.
Lo único que sabemos es que existimos
Cuando pensamos en la realidad, especialmente en la propia situación, nos gusta pensar que hay un plan mayor detrás de lo que sucede. Si somos honestos veremos que preferimos un universo determinista en el que no somos libres ni responsables de nuestros actos, sino Dios, la vida o el destino.
Ahora bien, esa calidez que sentimos en nuestro interior cuando decimos que «estaba escrito en las estrellas», o «Dios así lo quiso», desaparece al enfrentar el lado oscuro de la condición humana.
Precisamente, las ideas existencialistas de Sartre surgen del encuentro con la cruda verdad de lo que somos capaces los seres humanos. Después de la crueldad de las guerras mundiales y el horror del holocausto, las personas perdieron la fe en Dios y en la naturaleza humana. Este pesimismo generó una ruptura en las ideas tradicionales de la filosofía, obligando a la filosofía a volver a sus orígenes y a cuestionar lo esencial: «¿Qué sabemos y cómo lo sabemos?»
Los filósofos existencialistas como Sartre respondieron que «todo lo que realmente sabemos es que existimos». Por tanto, lo único real que sabemos es que existimos y que experimentamos todo subjetivamente.
La libertad es existencia
Podemos leer las ideas de Sartre sobre la libertad en su primera novela, La Náusea. Allí, el protagonista Antoine Roquentin aspira a la nada, y al hacerlo se da cuenta que todavía está eligiendo algo. Al elegir la nada, paradójicamente, se aleja de la nada afirmando su existencia y su libertad. Así, se da cuenta de que es absolutamente libre y la libertad es existencia.
Yo soy mi pensamiento, por eso no puedo detenerme. Existo porque pienso… y no puedo dejar de pensar. En este mismo momento —es atroz— si existo es porque me horroriza existir. Yo, yo me saco de la nada a la que aspiro; el odio, el asco de existir son otras tantas maneras de hacerme existir, de hundirme en la existencia. Los pensamientos nacen a mis espaldas, como un vértigo, los siento nacer detrás de mi cabeza… si cedo se situarán aquí delante, entre mis ojos, y sigo cediendo, y el pensamiento crece, crece, y ahora, inmenso, me llena por entero y renueva mi existencia.
— Jean-Paul Sartre, La Náusea
En su obra máxima El ser y la nada, Sartre explica que la conciencia no es una sustancia abstracta, siempre «es conciencia de algo». La conciencia es también conciencia de sí misma y, por tanto, conciencia de ser y conciencia de libertad. En otras palabras, somos conciencia y nos damos cuenta de ello en la angustia, y la angustia es «la revelación para nosotros de nuestra conducta, de nuestro ser, como posibilidad».
Hemos encontrado aquí una estructura abstracta que no podría ser considerada en modo alguno como la naturaleza o la esencia de la libertad, pues la libertad es existencia, y la existencia, en ella, precede a la esencia; la libertad es surgimiento inmediatamente concreto y o se distingue de su elección, es decir, de la persona. Pero a la estructura considerada la podemos llamar la verdad de la libertad, es decir, que es la significación humana de la libertad.
― Jean Paul Sartre, El ser y la nada
La existencia precede a la esencia
Antoine Roquentin no le encuentra sentido al universo, dice que lo que existe aparece y nunca se puede deducir. Para él, no hay una sustancia, la existencia antecede a cualquier esencia. Sin embargo, algunas personas inventan un ser causal necesario, precisamente para escapar de esto. Cuando la verdad es que no hay necesidad ni propósito en la vida. Uno simplemente es.
Lo esencial es la contingencia. Quiero decir que, por definición, la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí, simplemente; los existentes aparecen, se dejan encontrar, pero nunca es posible deducirlos. Creo que hay quienes han comprendido esto. Sólo que han intentado superar esta contingencia inventando un ser necesario y causa de sí. Pero ningún ser necesario puede explicar la existencia; la contingencia no es una máscara, una apariencia que puede disiparse; es lo absoluto, en consecuencia la gratuidad perfecta.
— Jean-Paul Sartre, La Náusea
No hay una naturaleza humana
Aunque nos gusta pensar que tenemos una esencia, Sartre nos dice que somos seres libres, existimos ante todo y no hay nada anterior a nuestra existencia. Esto significa que no hay una naturaleza humana que exista fuera de nosotros: no somos libres antes de existir y no existimos antes de ser libres.
La libertad humana precede a la esencia del hombre y la hace posible; la esencia del ser humano está en suspenso en su libertad. Lo que llamamos libertad es, pues, indistinguible del ser de la «realidad humana». El hombre no es primeramente para ser libre después: no hay diferencia entre el ser del hombre y su «ser-libre».
― Jean Paul Sartre, El ser y la nada
Para Sartre somos seres libres
Antoine Roquentin convierte a su vieja amiga Anny en su razón de vivir, y espera que ella lo salve de sí mismo. Al verse a sí mismo sin su razón de vivir comprende que es libre. Roquentin decide que va a aceptar esta realidad y vivir en virtud de su libertad: va a sobrevivir a sí mismo. Ahora bien, sobrevivir a sí mismo es trascenderse a sí mismo. Al salir de sí mismo, al tratar de convertirse en lo que no es -posiblemente una mejor versión de sí mismo- Antoine Roquentin afirmará perpetuamente su libertad.
Soy libre: no me queda ninguna razón para vivir, todas las que probé aflojaron y ya no puedo imaginar otras. Todavía soy bastante joven, todavía tengo fuerzas bastantes para volver a empezar. ¿Pero qué es lo que hay que empezar? Sólo ahora comprendo cuánto había contado con Anny para salvarme, en lo más fuerte de mis terrores, de mis náuseas. Mi pasado ha muerto, M. de Rollebon ha muerto, Anny volvió para quitarme toda esperanza. Estoy solo en esta calle blanca bordeada de jardines. Sólo y libre. Pero esta libertad se parece un poco a la muerte.
— Jean-Paul Sartre, La Náusea
Nacemos libres, Sartre explica que somos seres condenados a ser libres, no somos una cosa existente del mundo sino un yo condenado a hacerse y, por lo mismo, condenado a ser libre.
En realidad, somos una libertad que elige pero no elegimos ser libres: estamos condenados a la libertad, como antes hemos dicho; arrojados en la libertad, o, como dice Heidegger, «dejados ahí». Y, como podemos ver, esta derrelicción no tiene otro origen que la existencia misma de la libertad. Así, pues, si la libertad se define como el escapar de lo dado, del hecho, hay el hecho de escapar del hecho. Es la facticidad de la libertad.
― Jean Paul Sartre, El ser y la nada
Nacemos libres, responsables y sin excusas
Dado que la libertad es existencia también es ilimitada. Pero no escapamos a las limitaciones físicas del mundo. Al respecto, Sartre escribe que «no se pueden encontrar límites a mi libertad excepto la libertad misma».
La acción decide acerca de sus fines y sus móviles, y es la expresión de la libertad. La libertad se hace acción y por lo común la alcanzamos a través de las acciones que ella organiza con los motivos, móviles y fines que implica.
― Jean Paul Sartre, El ser y la nada
La cuestión es que nacemos en el mundo o en una «situación», lo que él llama «facticidad». La facticidad de la condición humana implica los límites que nos son impuestos por el mundo. No obstante, esto no significa que no seamos libres, siempre somos libres de elegir caer en el abismo y cometer las más grandes atrocidades -como en el holocausto-, pero tendremos que enfrentar las consecuencias de nuestras acciones. Precisamente porque somos libres también somos responsables de nuestro ser y del mundo.
El hombre, al estar condenado a ser libre, lleva sobre sus hombros todo el peso del mundo; es responsable del mundo y de sí mismo en tanto que manera de ser.
― Jean Paul Sartre, El ser y la nada
Según Sartre somos seres absolutamente libres y responsables de nuestra situación
Somos el deseo de ser, sin poder jamás ser una sustancia. Por tanto, debemos trascendernos a sí mismos y llegar fuera de sí mismos para realizar un proyecto consciente. Solo entonces viviremos auténticamente, y solo entonces estaremos más cerca de realizarnos como seres humanos.
En efecto: por el solo hecho de tener conciencia de los motivos que me escapan a mi acción, esos motivos son ya objetos trascendentes para mi conciencia, si están fuera; en vano trataría de asirme a ellos: les escapo por mi existencia misma. Estoy condenado a existir para siempre allende mi esencia, allende los móviles y los motivos de mi acto: estoy condenado a ser libre. Esto significa que no podrían encontrarse a mi libertad más límites que ella misma o, si se prefiere, que no somos libres de cesar de ser libres.
― Jean Paul Sartre, El ser y la nada
La libertad no es una cualidad que poseamos, sino el mismo hacerse de nuestra conciencia. Más que «ser» somos un continuo «hacerse» y no somos nada que no hayamos elegido. El problema es que la libertad nos produce ansiedad y angustia. Preferimos huir en el autoengaño y llevar vidas no auténticas.
La libertad para Sartre no es la libertad de hacer algo, para él la libertad es «la autonomía de elección». Según Sartre «eres libre» porque siempre tienes una opción, «por lo tanto, elige». La libertad «no es otra cosa que una elección que se crea sus propias posibilidades». De esta manera, Sartre niega cualquier suerte de determinismo. Nuestros objetivos no nos son dados ni del exterior ni del interior, los elige nuestra libertad.
Para Sartre somos seres libres y la libertad consiste en el compromiso, la transformación y la invitación a ser algo distinto de lo que somos
Debido a que somos absolutamente libres, cuando hacemos una elección nos convertimos en esa elección y esa elección se convierte en nosotros: «Lo que me sucede sucede a través de mí» y como un para sí, debo «asumir íntegramente la situación con la orgullosa conciencia de ser el autor de ella».
Según Sartre somos seres libres y cada uno debe vivir en virtud de su libertad. Decidimos lo que somos, el sentido que le damos a las cosas y al mundo, decidimos la existencia de los valores y por tanto somos el fundamento de todos los valores y antivalores. Somos responsables del mundo y de nosotros mismos.
Igualmente, podemos proyectarnos en el futuro y ser conscientes de lo que todavía no somos y de lo que podemos llegar a ser. La vida es permanente elección y permanente compromiso.
Asimismo, Sartre sostiene que somos seres libres cuando nuestra conciencia reconoce que algo nos falta, cuando hacemos de sí mismos un propósito y cuando nos comprometemos. Solo entonces nos «trascendemos» a sí mismos.
Quien realiza en la angustia su condición de estar arrojado a una responsabilidad que se vuelve incluso sobre su mismo abandono, no tiene ya remordimiento, ni queja, ni excusa; no es ya más que una libertad que se descubre perfectamente a sí misma y cuyo ser reside en ese mismo descubrimiento. Pero, como se ha señalado al comienzo de esta obra, la mayor parte de las veces rehuimos la angustia en la mala fe.
― Jean Paul Sartre, El ser y la nada
Antoine Roquentin es la libertad que se descubre a sí misma en medio del asco. La concepción de libertad de Sartre encierra el concepto más alto de integridad y no admite excusas: somos responsables de nuestra libertad.