Dado que el tiempo -la temporalidad- supone la posibilidad del mal en el mundo, la preocupación de San Agustín de Hipona era resolver el problema de la aparición del mal en la creación de un Dios absolutamente bueno (teodicea). En su estudio, San Agustín concluye que el mal es la ausencia del bien, algo así como una grieta en la bondad por donde entra la oscuridad.
¿Cómo entendemos el mal?
En la actualidad, por mal entendemos un daño o sufrimiento que puede ser físico, psíquico, moral, metafísico y religioso. Todos podemos experimentar tanto un mal físico como un mal moral. El mal físico es el dolor o sufrimiento que podemos observar en el mundo. Mientras que el mal moral es nuestra libre decisión de actuar contra el bien. El mal, tanto natural como moral, es el mal al que se refieren los contextos teológicos y las discusiones sobre el problema del mal.
El problema del mal
La filosofía llama «el problema del mal» a lo difícil que resulta explicar el mal en el supuesto de un mundo creado por Dios, infinitamente bueno y todopoderoso (omnisciente y omnipotente), y que además lo conserva con su providencia. Porque si el creador tiene estos atributos no habría maldad en el mundo. Pero hay maldad en el mundo. Por tanto, hay razones para creer que no existe un creador todopoderoso y todo bueno.
El problema es que si Dios creó todas las cosas y el mal es una cosa, entonces, Dios creó el mal ¿Es Dios el autor del mal o su víctima indefensa? Dios no sería bueno si a sabiendas creara el mal. Así, están aún por contestarse las antiguas preguntas de Epicuro, autor de la presentación más conocida de este problema y popularizado por David Hume:
¿Debe evitar el mal, pero es incapaz de hacerlo? Entonces es impotente. ¿Está capacitado, pero no lo desea? Entonces es malévolo. ¿Está deseoso, y tiene capacidad? Entonces, ¿de dónde procede el mal?
— Hume, Diálogos sobre religión natural
La solución al problema del mal
Para resolver el problema del mal es importante entender la naturaleza del mal.
Aquellos que preguntan por qué el mal entra en los seres, o más bien en un cierto orden de seres, estarían haciendo el mejor comienzo si establecieran, en primer lugar, qué es exactamente el mal.
— Plotino, Enédolas
Compartiendo la convicción de los neoplatónicos, San Agustín comprende que la solución está ligada a la pregunta: ¿Qué es el mal? El argumento del problema del mal depende de la idea de que el mal es una cosa. Pero ¿y si el mal no es una «cosa» en ese sentido? Entonces el mal no necesitaba ser creado.
San Agustín parte de la pregunta sobre la evidencia de Dios: ¿Tenemos alguna evidencia convincente de que existe un Dios bueno? Si la evidencia independiente nos lleva a concluir que Dios existe y es bueno, entonces sería incapaz de crear el mal. Por consiguiente, la fuente del mal está en otra parte.
Aun lo que llamamos mal en el mundo, bien ordenado y colocado en su lugar, hace resaltar más eminentemente el bien, de tal modo que agrada más y es más digno de alabanza si lo comparamos con las cosas malas. Pues Dios omnipotente, como confiesan los mismos infieles, «universal Señor de todas las cosas», siendo sumamente bueno, no permitiría en modo alguno que existiese algún mal en sus criaturas si no fuera de tal modo bueno y poderoso que pudiese sacar bien del mismo mal.
— Enquiridión, cap. 11 (en C. Fernández, Los filósofos medievales)
Si todas las cosas que Dios creó son buenas, pero el mal no es bueno, entonces, el mal no fue creado por Dios. Igualmente, si Dios creó todas las cosas, pero Dios no creó el mal, entonces, el mal no es una cosa. La estrategia de San Agustín se basa en que, si Dios existe como Creador y también es bueno, haciendo todo lo que Él creó también bueno, entonces, el mal no es una cosa, y si el mal no es una cosa, la pregunta crítica es: ¿Qué es el mal?
Para San Agustín el mal es la ausencia del bien
El mal no es una cosa, para San Agustín el mal debe ser entendido como ausencia del bien, no como algo que ha sido creado por Dios. Porque todo lo creado por Dios es bueno, sin excepción.
Pues ¿qué otra cosa es el mal, sino la privación del bien? Del mismo modo que, en los cuerpos de los animales, el estar enfermos o heridos no es otra cosa que estar privados de la salud -y por esto, al aplicarles un remedio, no se intenta que los males existentes en aquellos cuerpos, es decir, las enfermedades y heridas se trasladen a otra parte, sino destruirlas, ya que ellas no son substancia, sino alteraciones de la carne, que, siendo substancia y, por tanto, algo bueno, recibe estos males, esto es, privaciones del bien que llamamos salud-, así también todos los defectos de las almas son privaciones de bienes naturales, y estos defectos cuando son curados, no se trasladan a otros lugares, sino que, no pudiendo subsistir con aquella salud, desaparecen en absoluto.
— Enquiridión, cap. 11 (en C. Fernández, Los filósofos medievales, 2 vols)
¿Cuál es la raíz y cuál es la semilla del mal?
Dios como base del ser es perfectamente bueno, y por extensión también su creación es buena. En consecuencia, todo lo que tiene ser es bueno. Ante esta bondad no queda más que preguntarse dónde está el mal: ¿Cuál es la raíz y cuál es la semilla del mal?
El mal no tiene naturaleza positiva; pero la pérdida del bien ha recibido el nombre de «mal».
— San Agustín, La Ciudad de Dios
El mal siempre lastima, hiere, causa daño y dolor. Justamente, ese daño es una privación del bien. Para San Agustín sin la ausencia del bien, no habría daño, no habría mal. Puesto que todas las cosas están hechas con el bien, el mal debe ser la privación del bien.
Todo lo que se corrompe está privado del bien.
— San Agustín, Confesiones
Para San Agustín el mal es la disminución de la propiedad del bien. Asimismo, el bien tiene un ser sustancial, pero el mal no. Ahora bien, si el mal no posee un ser, entonces es una nada. Pero no se trata de cualquier nada, sino de aquella que resulta cuando se elimina la bondad. Cuando decimos que algo es malo, en realidad estamos diciendo que carece de bondad o que es un tipo de bondad inferior a lo que debería ser.
El mal es el acto mismo de elegir el bien menor
En su sabiduría, San Agustín comprende que si toda la creación de Dios es buena, entonces, no hay cosa mala que elegir. Por tanto, no es posible elegir el mal. Sin embargo, es completamente posible apartarnos del bien. Como todas las cosas son buenas -en la jerarquía agustiniana- podemos elegir entre un bien mayor y un bien menor.
Porque cuando la voluntad abandona lo que está por encima de sí misma y se vuelve a lo que está por debajo, se vuelve mala; no porque sea malo aquello a lo que se vuelve, sino porque la misma vuelta es mala.
— San Agustín, Ciudad de Dios
El mal es el acto mismo de elegir el bien menor. Así, para San Agustín, la fuente del mal está en nuestra libertad y, en principio, se trata de una «perversión de la voluntad, apartada de… Dios» para cosas menores.
Y me esforcé por percibir lo que ahora oí, que el libre albedrío era la causa de que hiciéramos el mal.
— San Agustín, Confesiones
Para San Agustín solo el bien puede ser llamado Ser. Todo mal es un defecto que depende de la libertad de nuestras acciones, y aunque no existe como realidad, sí existe en la realidad de nuestras acciones.
Dios nos hizo libres para que alcanzáramos la plenitud, es decir, el mayor bien posible. La plenitud, el bien supremo, el mejor de todos los mundos posibles, requiere libertad moral, y eso implica necesariamente la posibilidad del mal.
Arte | San Agustín en su gabinete (Sant’Agostino nello studio) de Sandro Botticelli, 1480. Se encuentra en La Iglesia de Todos los Santos (Chiesa di San Salvatore in Ognissanti). Templo franciscano en Florencia, Italia. Wikimedia Commons