Russell: misticismo y lógica

Bertrand Russell en su obra Misticismo y Lógica presenta un caso a favor de la interacción entre ciencia y misticismo. Si bien Russell defiende la razón por sobre todas las cosas y es considerado como un padre fundador del ateísmo moderno, también fue un gran amante de la verdad. Hoy en día es estimado como uno de los más grandes filósofos que jamás hayan existido. 

Partiendo del reconocimiento de las fuerzas hostiles de este mundo, Russell plantea la importancia de reconocer el mundo como realmente es. Porque, no nos engañemos, el mundo no es lo que nos gustaría que fuera y esencialmente podría ser mucho mejor. 

Cuando nos hemos dado cuenta de que el poder es malo en general, de que el hombre, con su conocimiento del bien y del mal, no es más que un átomo indefenso en un mundo que no tiene ese conocimiento, se nos presenta de nuevo la disyuntiva: ¿rendiremos culto a la fuerza, o rendiremos culto a la bondad? ¿Existirá nuestro Dios y será malo, o será reconocido como creación de nuestra conciencia? 
La respuesta a esta pregunta es muy importante, y afecta profundamente a toda nuestra moral.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

La razón e intuición como formas de conocimiento

Russell comienza sus ensayos cuestionando la verdad o falsedad del misticismo, respectivamente la razón e intuición como formas de conocimiento que nos impulsan hacia la ciencia o hacia el misticismo. 

La Metafísica, o el intento de concebir el mundo como un todo por medio del pensamiento, se ha desarrollado desde el principio gracias a la unión y el conflicto entre dos impulsos humanos muy diferentes; uno que llevaba a los hombres hacia el misticismo, otro que los llevaba hacia la ciencia.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

Para Russell la ciencia es una función de la razón y la razón es una fuerza armonizadora, mientras que el misticismo es una función de la intuición. Si bien esta última sugiere verdades e inspira lo mejor de nosotros, el intelecto es superior a la intuición porque la verdad siempre debe ser verificada. 

La lucidez, no comprobada ni respaldada, es una garantía insuficiente de la verdad, a pesar del hecho de que sea ella la que sugiera gran parte de la verdad más importante.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

La intuición es la intensidad y profundidad de aquello que sentimos con respecto a lo que creemos sobre el universo, una forma de «imaginación poética, no ciencia». La podemos comprender como un conocimiento inmediato, en el que el objeto conocido es captado directamente por la facultad correspondiente, la sensibilidad o el entendimiento. Mientras que la razón es moderación, justificación o explicación. 

La unión entre el misticismo y la ciencia es valiosa

En el mundo del pensamiento la unión entre el misticismo y la ciencia se trata de «la más alta cumbre que puede alcanzarse». 

Algunos hombres alcanzaron la grandeza mediante uno solo de estos impulsos; otros, mediante el otro nada más: en Hume, por ejemplo, predomina el impulso científico casi sin trabas, mientras que en Blake una gran hostilidad hacia la ciencia coexiste con una profunda lucidez mística. Pero los hombres más eminentes que han sido filósofos han sentido la necesidad tanto de la ciencia como del misticismo: el intento de armonizar los dos fue lo que constituyó y siempre deberá constituir su vida, ya que su ardua incertidumbre hace de la filosofía, para algunos espíritus, algo más grande que la ciencia o la religión.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

Precisamente, para Russell esta unión entre misticismo y lógica, o esta unión entre la razón y la intuición es la mejor vía que tenemos para alcanzar la verdad. Según Russell, la intuición contiene nuestros ideales morales, mientras que la razón los contrasta con la realidad en la que van a habitar. 

Las consideraciones éticas sólo pueden aparecer legítimamente cuando se ha comprobado la verdad: pueden y deberían aparecer como determinantes de nuestra inclinación hacia la verdad, pero no dictando qué debe ser la verdad. 

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica 

Lo ideal

Nos gusta pensar que hay armonía entre el mundo de los hechos y el mundo de los ideales. Pero es solo apariencia. Nos hemos acostumbrado al culto de la fuerza debido al «fracaso en mantener nuestros ideales contra un universo hostil». 

Ahora bien, ese fracaso es «en sí mismo una sumisión postrada ante el mal». Según Russell, el reconocimiento que hacemos de los hechos es falso, no conseguimos reconocer que «los hechos son frecuentemente malos». Sólo en la unión entre ambos mundos pueden nuestros ideales florecer y dar frutos. La cuestión es que esta unión «no puede realizarla un ideal que se aparta de los hechos, o que exige por adelantado que el mundo cuadre con sus deseos». 

Admitamos que, en el mundo que conocemos, hay muchas cosas que serían mejor de otra manera, y que los ideales con los que deseamos y debemos comulgar no se realizan en el reino de lo material. Conservemos nuestro respeto por la verdad, por la belleza, por el ideal de perfección que la vida no nos permite alcanzar, aunque ninguna de estas cosas reciba la aprobación del universo inconsciente. Si el poder es malo, como parece, expulsémoslo de nuestros corazones. 
En eso reside la auténtica libertad del hombre: en adorar sólo al Dios creado por nuestro propio amor al bien, en respetar sólo al cielo que inspira la lucidez de nuestros mejores momentos. En la acción, en el deseo, debemos someternos perpetuamente a la tiranía de fuerzas exteriores; pero en el pensamiento, en la aspiración, somos libres, libres con respecto a nuestros prójimos, libres con respecto al mezquino planeta en que se arrastran impotentes nuestros cuerpos, libres incluso, mientras vivimos, de la tiranía de la muerte. Hagamos nuestro entonces ese poder de la fe que nos capacita para vivir constantemente en la visión del bien; y descendamos, en la acción, al mundo de los hechos, siempre con esta visión delante de nosotros.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

La naturaleza de la experiencia mística

Russell observa que en todo el mundo y en todas las épocas la filosofía mística se caracteriza por cuatro creencias: la creencia en la lucidez frente al conocimiento analítico discursivo, la creencia en la unidad y el rechazo a la oposición o división, la creencia en la negación de la realidad del tiempo y la creencia en que todo el mal es pura apariencia. 

I. La creencia en la lucidez frente al conocimiento analítico discursivo 

La primera creencia es que existe una realidad detrás del mundo de las apariencias, que podemos conocer por intuición o revelación. Así, la experiencia mística encierra una forma de conocimiento oculto, repentinamente hecho certeza por medio de revelación, lucidez o intuición. Dicha certeza se encuentra más allá de cualquier posibilidad de duda, y contrasta con la razón y cualquier análisis. 

Está, primero, la creencia en la lucidez frente al conocimiento analítico discursivo: la creencia en una forma de sabiduría súbita, penetrante, coactiva, que contrasta con el estudio lento y falible de las apariencias exteriores por una ciencia que se basa por completo en los sentidos. 
[…] 
Para los místicos sólo es la puerta a un mundo más amplio. La lucidez mística empieza por una sensación de misterio desvelado, de sabiduría oculta repentinamente hecha certeza más allá de cualquier posibilidad de duda. La sensación de certeza y revelación llega antes que cualquier creencia definida. Las creencias definidas a las que llegan los místicos son resultado de la reflexión acerca de la experiencia inefable obtenida en un momento de lucidez. 
[…] 
La idea de que hay una realidad detrás del mundo de las apariencias, profundamente diferente de él, está estrechamente relacionada con esta creencia. Esta realidad es vista con una admiración que a menudo llega hasta la adoración; se piensa que está a mano siempre y en todas partes, ligeramente velada por lo que indican los sentidos, presta, para el espíritu receptivo, a brillar en su gloria, incluso a pesar de la aparente locura y maldad del hombre. El poeta, el artista y el amante buscan esta gloria: la belleza encantada que persiguen es el pálido reflejo de su sol. Pero el místico vive iluminado por esa visión: lo que otros buscan confusamente lo conoce él, con un conocimiento al lado del cual cualquier otro es ignorancia. 

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica 

II. La creencia en la unidad y el rechazo a la oposición o división 

La segunda característica del misticismo es la creencia en la unidad y su rechazo a admitir la oposición o división. 

Vimos que Heráclito decía: «el bien y el mal son una cosa»; y vuelve a decir: «el camino hacia arriba y hacia abajo es una sola e idéntica cosa». La misma actitud se da en el enunciado simultáneo de proposiciones contradictorias, como «nos sumergimos y no nos sumergimos en el mismo río; somos y no somos». El enunciado de Parménides según el cual la realidad es una e indivisible procede de la misma inclinación hacia la unidad. En Platón esta inclinación es menos fuerte, pues su teoría de las ideas la mantiene a raya; pero vuelve a aparecer, en la medida en que lo permite su lógica, en la doctrina de la primacía del bien.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

III. La creencia en la negación de la realidad del tiempo 

La tercera creencia consiste en la negación de la realidad del tiempo, la cual se desprende de la creencia anterior, ya que si no hay división todo es uno y por tanto la distinción entre pasado y futuro es una ilusión. 

Una tercera característica de casi todos los metafísicos místicos es la negación de la realidad del tiempo. Esto es resultado de su negación de la división; si todo es uno, la distinción entre pasado y futuro debe ser ilusoria. Hemos visto que esta doctrina predominaba en Parménides; y, entre los modernos, es fundamental en los sistemas de Spinoza y Hegel.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

IV. Todo el mal es pura apariencia 

La última es la creencia en que todo el mal es apariencia, la razón nos conduce a la ilusión. 

La última de las doctrinas del misticismo que debemos considerar es su creencia en que todo el mal es mera apariencia, una ilusión producida por las divisiones y oposiciones del intelecto analítico. El misticismo no sostiene que cosas como la crueldad, por ejemplo, sean buenas, sino que niega que sean reales: pertenecen a ese mundo inferior de fantasmas de los que nos liberará la lucidez de la visión. Algunas veces (por ejemplo, en Hegel y, por lo menos verbalmente, en Spinoza) se considera ilusorio no sólo el mal, sino también el bien, aunque a pesar de ello la actitud emocional hacia lo que se mantiene que es la realidad es tal que normalmente la asociaríamos con la creencia de que la realidad es buena.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

La verdad o la falsedad del misticismo

Cada una de las creencias que caracterizan el misticismo da lugar a una interrogante que encierra un aspecto universal y esencial de la realidad. 

Así pues, se plantean cuatro preguntas al considerar la verdad o falsedad del misticismo, a saber: 
I. ¿Hay dos formas de conocimiento, que podemos llamar respectivamente razón o intuición? Y, si es así, ¿hay que preferir una a la otra? 
II. ¿Es toda pluralidad y división ilusoria? 
III. ¿Es el tiempo irreal? 
IV. ¿Qué tipo de realidad le corresponde al bien y al mal?  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

Sobre estas interrogantes, dice Russell que se puede derivar un aspecto de la sabiduría mística de sentir, que de otra manera no podríamos alcanzar. Así, el misticismo deviene en una actitud ante la vida y no en una explicación sobre la realidad. 

Si esto es cierto, hay que ensalzar el misticismo como actitud ante la vida, no como credo acerca del mundo. Mantendré que el credo metafísico es una consecuencia equivocada de la emoción, aunque esta emoción, por embellecer e informar a todos los demás pensamientos y sensaciones, inspira todo lo mejor del hombre. Hasta la cauta y paciente investigación de la verdad por la ciencia, que parece la antítesis absoluta de la rápida certeza mística, puede ser favorecida y alimentada por el mismo espíritu de reverencia en que vive y se desenvuelve el misticismo. 

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

Russell, misticismo y lógica o intuición y razón

Contrario a la polarización del instinto y el intelecto de Henri Bergson, para Russel la intuición y la razón no están en oposición, sino en armonía. De hecho, se sirven mutuamente no son del todo excluyentes como solemos pensar. 

Donde el instinto y la razón entran a veces en conflicto es en la relación con las creencias individuales, mantenidas instintivamente, y con tanta determinación que ningún grado de incoherencia con otras creencias provoca su abandono. El instinto, como todas las facultades humanas, está sujeto a error. Aquéllos cuya capacidad de razonamiento es débil no están a menudo dispuestos a admitirlo de sí mismos, aunque todos lo admiten de los demás. 
[…] 
Pero hasta en estos asuntos la reserva o la adulación pueden provocar una impresión equivocada; y en cuestiones menos prácticas, como las que trata la filosofía, creencias instintivas muy fuertes son a veces completamente falsas, como podemos descubrir al apreciar su incoherencia con otras creencias igual de fuertes. Este tipo de consideraciones requieren la mediación armonizadora de la razón, que pone a prueba la compatibilidad mutua de nuestras creencias y examina, en los casos dudosos, las posibles fuentes de error en uno y otro lado. En ello no hay oposición al instinto en su totalidad, sino sólo a la confianza ciega en algún aspecto interesante de ese instinto, con la exclusión de otros aspectos más trillados pero no menos dignos de crédito. Es esta parcialidad, y no el propio instinto, lo que la razón trata de corregir.  

― Bertrand Russell, Misticismo y Lógica

Russell explica de manera casi poética, que la pieza fundamental de esa armonía se encuentra en la unión de la confianza expansiva de la intuición con la moderación equilibrada de la razón, para suscitar una «grandeza de contemplación».