¿Qué es la espiritualidad?

Hoy día la espiritualidad está de moda y cambia según las tendencias del momento. Una visita a la librería más cercana es suficiente para hacernos una idea de la popularidad de la espiritualidad en estos tiempos. La cuestión es que utilizamos expresiones como «vida espiritual» «guía espiritual» o «espiritualidad» con mucha ligereza, cuando es necesario dar pasos importantes en la propia vida, para comprender la profundidad del significado detrás de aquello que llamamos espiritualidad. 

Si bien no hay una definición única de espiritualidad, y se trata de un concepto amplio con espacio para muchas interpretaciones, sólo hay una espiritualidad. 

La palabra espiritualidad significa «cualidad relacionada al espíritu» y proviene del latín spiritus, que significa aliento, vida, alma, mente y espíritu. La espiritualidad describe nuestra experiencia con el mundo espiritual. Esto es, lo sin forma, lo trascendente, lo divino, lo infinito, lo inmaterial. En definitiva, una dimensión más profunda de la existencia. 

La espiritualidad es «la aventura del alma solitaria» 

Poseemos un cuerpo o dimensión de exterioridad, una vida corporal donde estamos expuestos al mundo natural, a las demás personas y a nosotros mismos. Igualmente, poseemos una dimensión de profundidad que nos permite recogernos en la intimidad de nuestra vida interior, ser conscientes de nuestro propio ser y renovarnos a nosotros mismos. 

El hombre, así como es espíritu, es también un cuerpo. Totalmente «cuerpo» y totalmente «espíritu».  

― Emmanuel Mounier, El personalismo

Precisamente, es a partir de esta vida interior que nos abrimos a la búsqueda de una conexión con el momento presente, con los demás, con la naturaleza, con el ser y con lo significativo o sagrado. 

Ser espiritual es entrar en contacto con una dimensión más profunda del ser 

La espiritualidad es nuestra orientación a la perfección, es decir, la negación que hacemos de nosotros mismos como un mundo (material) cerrado y la consecuente apertura a un universo de posibilidades. Esto implica anhelar un conocimiento perfecto sobre nuestra naturaleza, la realidad de Dios y los procesos de la vida. 

En consecuencia, la espiritualidad es el deseo de conectar con algo más grande que nosotros mismos. Pero también es el anhelo de estar en armonía con el universo y de obtener respuestas acerca del infinito. 

Así, la espiritualidad deviene en la búsqueda del conocimiento trascendental y su vivencia. De ahí, que Plotino se refería a la espiritualidad como «la aventura del alma solitaria». 

El viaje hacia el interior 

La espiritualidad es una experiencia mística, es decir, la experiencia de lo divino y se refiere a los fenómenos de unión con Dios en esta vida. Ahora bien, no es necesario esperar a la muerte para encontrar a Dios. Porque lo podemos encontrar en nuestro interior durante toda la vida. 

Esta experiencia ha de nacer en nosotros mismos. Cuanto más honestamente seamos nosotros mismos más espirituales seremos. En principio, se trata de una práctica solitaria, una suerte de religión personal. En palabras de William James se trata de «nuestra reacción total ante la vida». 

«La aventura del alma solitaria» es un viaje de retorno hacia sí mismos, una aventura por las tierras desconocidas del yo, tierras llenas de sorpresas y peligros. Solo podemos ser completos en nosotros mismos, y si somos honestos veremos que desperdiciamos la vida buscando el hogar en otras tierras o en otras almas, cuando siempre el hogar está en «mí». 

Mujer joven sentada junto a un arroyo (contemplación) por Wilhelm Amberg, antes de 1886.

La importancia de la espiritualidad

Vivimos en una sociedad desgarrada, dividida y altamente polarizada. Una «sociedad líquida» con mentalidad de descarte que busca la gratificación inmediata. En esta cultura del desecho predominan las ideas que conducen a una liberalización moral excesiva y egoísta, así como a la fragilidad de las relaciones interpersonales. 

Absortos en el tormento de la insuficiencia de todo lo alcanzable y expuestos a la sobreestimulación diaria de la grandiosidad personal, ambición e inquietud patológica, nunca tenemos suficiente ni somos suficiente. 

Todo esto constituye una virtual conspiración contra la interioridad, la meditación y la oración, contra la profundidad y la serenidad, siendo casi imposible mantener la mirada puesta en conocernos a nosotros mismos, mucho menos en un horizonte infinito. 

Por consiguiente, no es extraño que sufrimos de soledad moral, intelectual, emocional, sentimental y espiritual. Es casi imposible encontrar un alma afín que duerma con nosotros en nuestro nivel más profundo. 

Ante esta desolación moral y espiritual, la espiritualidad nos brinda una opción para ser sanadores y pacificadores en lugar de simplemente responder de la misma manera. 

Podemos y debemos vivir, amar y perdonar más allá de las ideologías infecciosas que inhalamos a diario

Podemos y debemos ser verdaderamente sinceros, para conocer y seguir genuinamente nuestros propios corazones y mentes más allá de lo que nos prescriben las ideologías. No tenemos que ser de un grupo o de otro, sino hombres y mujeres de verdadera compasión. 

La fuente del amor está en lo profundo de nosotros y podemos ayudar a otros a lograr una gran felicidad. Una palabra, una acción, un pensamiento puede reducir el sufrimiento de otra persona y traerle alegría. 

― Thich Nhat Hanh, budista zen 

Conclusión

Entre escépticos y buscadores espirituales no hay consenso en el debate sobre creencias espirituales como la existencia de Dios, el significado de la vida, la existencia de leyes morales universales, etcétera. Sin embargo, es un hecho que en nuestras manos solo tenemos piezas del rompecabezas de la verdad absoluta, no tenemos el rompecabezas completo ni mucho menos el rompecabezas terminado. 

La espiritualidad no es algo que pueda ser reducido a una simple creencia cognitiva. Lo cierto es que una experiencia espiritual no es inefable ni absurda. En su forma más simple, la espiritualidad se refiere a momentos «más allá del ego», momentos de alivio de las cargas y de la ceguera de nosotros mismos. Razón suficiente para ser respetuosamente racionales sobre la espiritualidad. 


Arte | Mujer joven sentada junto a un arroyo (contemplación) por Wilhelm Amberg, antes de 1886. Se encuentra en el Museo de Arte de Filadelfia.