Popper: paradoja de la tolerancia

La paradoja de la tolerancia de Karl Popper está ganando atención últimamente. Muchos nos preguntamos qué hacer con los movimientos que promueven el odio, la xenofobia, el racismo o el clasismo, entre otros. 

Nos cuestionamos si debemos ser tolerantes con estas ideas, si es arriesgado tolerar opiniones intolerantes o si somos hipócritas cuando nos llamamos tolerantes, pero no toleramos opiniones intolerantes. 

La tolerancia es la virtud que nos permite respetar opiniones, ideas o actitudes contrarias a las nuestras. Sin embargo, cuando utilizamos la palabra tolerancia sin un contexto crítico surgen muchos problemas, especialmente en el ámbito moral y en el ámbito político. 

Una sociedad libre y abierta se fortalece por la interacción de puntos de vista diferentes, y requiere de un diálogo abierto y respetuoso de las diferencias. 

Precisamente, en La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper analiza cuándo se acercan tales puntos de vista a los límites de la tolerancia. Específicamente las características de la sociedad democrática, la sociedad abierta, aquella en la que las personas podemos ejercer libremente nuestras facultades críticas. 

La paradoja de la tolerancia de Karl Popper

Popper se centra en la crítica a Platón, Hegel y Marx, enemigos de la sociedad abierta, en cuanto filósofos que han alimentado con sus ideas y principios el historicismo. 

Desde esta perspectiva, explica que, si queremos una sociedad tolerante, no podemos ser tolerantes con la intolerancia. Porque si somos ilimitadamente tolerantes, nuestra capacidad de ser tolerantes finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. 

Así, una sociedad tolerante debe ser tolerante por defecto, con la excepción de no tolerar la intolerancia en sí misma. 

Menos conocida es la paradoja de tolerancia: La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia.  

— Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos

La intolerancia se refuta con la razón

La paradoja de la tolerancia de Popper se ha utilizado en todo el espectro político, y tanto los movimientos de izquierda como de derecha la interpretan según les conviene. 

Por esta razón, es importante subrayar que para Popper, una sociedad tolerante no debe suprimir todo discurso intolerante, sino que debe contrarrestarlo con un argumento racional. 

Igualmente, una sociedad tolerante siempre debe favorecer la votación y un sistema de leyes que permitan el pluralismo sin temor a la persecución. Siempre debemos intentar primero el pensamiento racional y el debate abierto. 

Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente. 

— Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos 

Asimismo, para mejorar los asuntos humanos, la razón y el humanismo son tan válidos como cualquier otro credo. 

Pero sostengo que la fe en la razón, el racionalismo, el humanitarismo o el humanismo tienen el mismo derecho que cualquier otro credo a contribuir al mejoramiento de los asuntos humanos y, especialmente, al control de la delincuencia internacional y al establecimiento de la paz.  

— Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos

Si la razón falla tenemos el derecho a no tolerar a los intolerantes

Ahora bien, si el argumento racional falla, debemos reclamar el derecho a no tolerar a los intolerantes. 

La intolerancia se define claramente como: 

a) rechazo de la discusión racional, 
b) el rechazo del razonamiento como tal y, 
c) apelar a los propios partidarios para contrarrestar a los oponentes ideológicos con violencia, o legitimar la violencia contra los oponentes ideológicos. 

También es importante subrayar que, para Popper, únicamente la negación de la discusión racional y la propagación de la violencia en su lugar pueden justificar la intolerancia del tolerante. 

Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que prestan oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. 

Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos. 
Tenemos por tanto que reclamar, en el nombre de tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia. 

— Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos 

Conclusión

La paradoja de la tolerancia de Popper es importante en la discusión sobre los límites que pueden o deben establecerse en nuestras libertades fundamentales, por ejemplo, la libertad de expresión. 

Los prejuicios prosperan en las redes sociales: qué debemos hacer ¿permitir o limitar la libertad de expresión a aquellos que extienden el discurso de odio?