Plessner: somos miembros de un mundo participado

La pregunta por nuestra naturaleza esencial es fundamental para la ética. Porque las ideas que tenemos sobre las cosas, especialmente las ideas que tenemos sobre nosotros mismos, son la base de todo lo que pensamos y hacemos. La cuestión es que desde que nos preguntamos qué somos, nos enfrentamos a la división de nuestros aspectos exterior e interior. En un intento por resolver este problema, el filósofo Helmuth Plessner plantea que somos personas en la medida en que somos miembros de un mundo participado. 

Esto significa que, por un lado, poseemos un cuerpo lo que, a su vez, nos dice que somos animales parientes de los grandes simios africanos y los orangutanes. Por otro lado, somos espíritu. En otras palabras, nuestra vida posee una dimensión de interioridad que nos permite ser conscientes de nuestro propio ser. 

Partiendo de esta división de nuestros aspectos exterior e interior, en su obra Los grados de lo orgánico y el hombre, Plessner explica que somos tanto espíritu como naturaleza, pero no están cada uno por su lado sino más bien se trata de una relación: la relación que tenemos con nuestro cuerpo. 

La vida se expresa a través de nuestros sentidos

Desde una perspectiva biológica la vida se expresa a ella misma y se expresa a través de nuestros sentidos, así lo que caracteriza la vida es la «posicionalidad», esto es la posición o lugar que ocupa el ser vivo respecto de su entorno. 

No obstante, este concepto no es sólo espacial, es la manera como un ser vivo «toma su lugar» en un medio, crece y se desarrolla en él, pero también se opone a él. 

Detrás de sí mismo [hinter sich] que, abstrayéndose en cada momento de las acciones que la vida ejecuta a partir de su propio centro, constituye el espectador que contempla el campo interior como un escenario, el polo subjetivo que ya no podrá ser objetivado y colocado en posición de objeto.  

― Helmuth Plessner, Los grados de lo orgánico y el hombre

Podemos liberarnos de nuestra animalidad

Respecto a su ambiente los animales viven en un centro y desde un centro, pero no como un centro. El centro de su experiencia es absorbido en el aquí y el ahora. En otras palabras, el ambiente contiene al animal y le asegura su supervivencia según sistemas de relaciones deterministas. 

Sin embargo, no sucede lo mismo con nosotros. Vivimos y tenemos experiencias dentro y fuera del centro de nuestras vidas corporales al mismo tiempo que somos el centro mismo. 

Esto significa que podemos liberarnos de nuestra existencia centrada, nuestra animalidad, y podemos ponernos frente a ella, lo que Plessner llama «posicionalidad excéntrica». 

En su vitalidad se diferencia, pues, el cuerpo orgánico del inorgánico por su carácter posicional o su posicionalidad. Por tal ha de entenderse el rasgo fundamental de su esencia, el cual hace que, en su ser, un cuerpo sea puesto (einen Korper in seinem Sein zu einem gesetzten macht). Como se ha indicado, los momentos del “más allá de él” y el “frente a él, dentro de él” determinan un ser específico del cuerpo animado, ser que es “solevado” (angehoben) en la consumación del tránsito del límite (Grenzdurchgang) y por tal medio se hace “ponible” (setzbar).

En los modos específicos “más allá de él” y “frente a él” el cuerpo cobra relieve frente a él mismo y es puesto en relación respecto de él mismo; más rigurosamente dicho: el cuerpo es fuera y dentro de él mismo. El cuerpo inanimado está libre de esta complicación. Es hasta donde alcanza. Donde y cuando termina, cesa también su ser. Se acaba. Le falta esa elasticidad en él mismo. 

― Helmuth Plessner, Los grados de lo orgánico y el hombre

Para Plessner los animales viven en relación con el ambiente, nosotros Somos miembros de un mundo

Nos hacemos conscientes a través de nuestra interacción con el entorno a medida que crecemos y nos desarrollamos en él. Es decir, cosas como el tiempo y el espacio nos son dadas por nuestra naturaleza física, y la naturaleza física del entorno que habitamos a través de nuestra interacción con el mismo. 

Si bien estamos ligados a nuestra naturaleza animal somos independientes de ella. De esta manera, a diferencia de los animales que se refieren a un ambiente, nosotros nos referimos a un mundo. 

Ocupamos una posición de excentricidad con relación al mundo. Como cuerpo que somos vivimos de nuestra relación equilibrada con el mundo, vinculados al mundo y abiertos a él. 

Al mismo tiempo, estamos más allá de esta posición centralizada. Porque somos capaces de reflexionar sobre nuestros cuerpos, sobre el mundo y sobre sus relaciones con el mundo, localizándonos en él y conociendo el lugar que ocupamos. 

La posicionalidad es una situación de tres caras; la cosa viviente es cuerpo, existe en su cuerpo (como vida interior…) y fuera del cuerpo como el punto de vista desde el cual es ambas cosas (cuerpo y vida interior). Un individuo posicionalmente caracterizado por esta estructura triple es lo que llamamos persona. Es el sujeto de sus experiencias, de sus percepciones y acciones, y de sus iniciativas. Conoce y quiere.

― Helmuth Plessner, Los grados de lo orgánico y el hombre 

Según Plessner somos personas en la medida en que somos miembros de un mundo participado 

Toda nuestra experiencia nos pertenece, nuestro cuerpo nos pertenece, nuestra posición individual en el tiempo y el espacio nos pertenece, no son transferibles. 

Ser una persona es distanciarse de la propia existencia física y de la propia experiencia pasiva. En consecuencia, soy yo o soy persona cuando me libero de mi existencia centrada, mi animalidad, y puedo ponerme frente a ella. Precisamente, es este distanciamiento lo que nos permite ponernos en el lugar de otra persona. De esta manera, sólo puede haber una persona donde existe una posibilidad para cada persona: donde existe un mundo participado (Mitwelt). 

Nuestra vida tiene su lugar natural como la tiene toda existencia animal. Sin embargo, simultáneamente, está liberada de la localidad, está en todas partes y en ninguna, está abierta a un mundo, pero no es cualquier mundo, es un mundo participado, un mundo con otros. 

Así, según Plessner, somos personas en la medida en que somos miembros de un mundo participado. La posicionalidad caracteriza la vida y como miembros de un mundo participado cada uno de nosotros está donde los otros están.