Nietzsche: somos expansión y transformación

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En Así Habló Zaratustra, Friedrich Wilhelm Nietzsche nos dice que somos expansión y transformación, siendo nuestro deber superarnos. Porque lo que somos ahora no es nuestra meta, sino un puente hacia el superhombre (Übermensch), entendido como el ser humano cuyo espíritu y entendimiento está más desarrollado que el actual. 

Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de sí mismos: ¿y queréis ser vosotros el reflujo de ese gran flujo y retroceder al animal más bien que superar al hombre? ¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa.  

― Friedrich Wilhelm Nietzsche, Así Habló Zaratustra

Nietzsche mira hacia el futuro, y su pensamiento gira alrededor de la preocupación por el destino del hombre moderno y de la cultura. Específicamente, el problema de la decadencia, entendida la cultura como «physis transfigurada», y la decadencia como el continuo deterioro resultado de la ausencia de transformación. 

Nuestra naturaleza no es fija y consiste en la continua autosuperación (Selbstüberwindung). Todo lo que no se transforma decae y se pervierte, por tanto, no trascenderse es decaer. 

El sentido de nuestra existencia es transformarnos 

La modernidad es una época de disolución e improductividad cultural caracterizada por una profunda crisis de sus fundamentos, o «enfermedad del espíritu» o «enfermedad histórica», época del último hombre; aquel hombre superficial y despreciable que representa la culminación de la decadencia. 

Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre… Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la semilla de su más alta esperanza… ¡Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a si mismo… “¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?”” -así pregunta el último hombre, y parpadea. La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece…  

― Friedrich Wilhelm Nietzsche, Así Habló Zaratustra

Precisamente, el superhombre es la respuesta que Nietzsche encuentra en perspectiva al cambio de valores de su época.  Contrario al último hombre, el superhombre desarrolla su propia voluntad de poder a través de la autodisciplina y el autocontrol, y no se subordina a un código moral imperante. Los poetas dirían que el superhombre hace una obra de arte de su vida: es el artista de su propia vida. 

De manera concreta, se trata de un hombre libre que vive de manera tal que, si tuviera que vivir nuevamente una y otra vez la misma vida, sería feliz al hacerlo. Según Nietzsche, un hombre en constante expansión y transformación. 

No somos ni buenos ni malos 

Sólo podremos superarnos a nosotros mismos cuando estemos listos para cuestionar nuestra moral y nuestros valores, y podamos rediseñarlos desde cero en la forma todavía ominosa del superhombre. Esto significa que para crear algo más allá de sí mismo el superhombre debe vencer al hombre. 

El superhombre se revela y libera de los valores tradicionales, se crea a sí mismo y crea su propio sistema de valores. Es aquel que reclama su poder individual como poder sobre sí mismo y constituye un nuevo sujeto moral, reclamando para sí mismo el lugar que siente que le corresponde en el mundo.  

En otras palabras, se trata de lo que somos y lo que podemos ser. Donde la persona que podemos ser, debe vencer a la persona que somos. El problema es que por costumbre y miedo al cambio nos aferramos a lo tradicional, para preservar el cómodo status quo durante el mayor tiempo posible. Nietzsche advierte que cuando hacemos eso «básicamente todo se detiene», se estanca, se pudre. 

El contenido de la religión es y no puede ser otro que el hombre mismo 

Ahora bien, la superación y la transformación son posibles a partir de la aceptación de la muerte de Dios. Y la muerte de Dios no es otra cosa que la revelación del carácter ficticio de la religión, es decir, la revelación del hecho de que el contenido de la religión es y no puede ser otro que el hombre mismo. 

La transformación exige aceptar la decadencia total de los valores morales de occidente, y que la fe en el Dios cristiano carece ya de todo sentido. Esto, a su vez, da lugar a la revolución de los valores o transvaloración de todos los valores (Umwertung der Werte). 

En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra y apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de la tierra!  

― Friedrich Wilhelm Nietzsche, Así Habló Zaratustra

La transvaloración de todos los valores es la necesidad de cambiar los falsos valores, que nos han dominado desde que la filosofía socrática colocó la vida y el devenir en función de la muerte, rompiendo así el equilibrio entre los aspectos apolíneos y dionisíacos, y generando una moral de resentimiento contra la vida. 

En consecuencia, la idea es descender de las nubes de la trascendencia y crear algo aquí en la tierra. Porque, así como hemos creado las cadenas de nuestra esclavitud, también tenemos el poder para liberarnos. 

La superación sólo puede comenzar a través de una fuerza destructiva 

Nietzsche simboliza esta fuerza destructiva a través de la metáfora del rocío que sopla furioso como un toro salvaje, libera al hombre de su rigidez invernal y devuelve todo al río. De igual manera, el carácter fundamental de la vida es crecimiento, expansión, transformación, una suerte de energía creativa o fuerza fundamental que posee la naturaleza en su interior. 

«Mira», dijo, yo soy lo que tiene que superarse siempre a sí mismo. Ciertamente, vosotros llamáis a esto voluntad de engendrar o impulso a la finalidad, a lo más alto, más lejano, más variado: pero todo eso es una única cosa y un único misterio.  

― Friedrich Wilhelm Nietzsche, Así Habló Zaratustra

Esta fuerza es el impulso que conduce a hallar la forma superior de todo lo que existe y afirmar el eterno retorno, es decir, el ser afirmándose en el devenir. 

Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser. Todo se rompe, todo se recompone; eternamente la misma casa del ser se reconstruye a sí misma. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel a sí el anillo del ser. En cada instante comienza el ser; en torno a todo «aquí» gira la esfera «allá». El centro está en todas partes. Curvo es el sendero de la eternidad… el placer quiere eternidad de todas las cosas, ¡quiere profunda, profunda eternidad! 

― Friedrich Wilhelm Nietzsche, Así Habló Zaratustra 

Nietzsche: somos expansión y transformación 

Para Nietzsche la cultura está inmersa en una crisis total, es falsa y limitante con un impacto desastroso en la moral, el conocimiento y la vida misma. Desde esta perspectiva establece el origen, la esencia de la crisis y sus implicaciones. Pero no se queda ahí, también busca la forma de sanar la cultura y salvar nuestra humanidad, encontrando el remedio en la transformación y la expansión, especialmente, de nuestra condición humana y ética.

Nietzsche busca la perfección moral y ve la vida misma como la fuente absoluta e incondicional de todos los valores. Así, nuestra tarea es superar la mediocridad, liberarnos de los viejos valores, crear nuevos valores personales y afirmar la vida y nuestra humanidad.

La ética del superhombre se basa en la autodeterminación en relación con el mundo social y cultural en el que estamos inmersos. Sin embargo, no se trata del rechazo a la otredad, todo artista de la vida necesita de otras personas, más bien se trata de entender la vida como un desafío personal, un desafío de superación de sí mismo, donde podemos aspirar a un nivel de desarrollo humano y ético más allá del conocido.  

Porque no basta con querer vivir y querer asegurar la vida, también debemos aspirar a una vida plena. Precisamente, una vida con sentido es una vida de expansión y transformación, una vida que, si tuviéramos que vivirla nuevamente una y otra vez, seríamos felices al hacerlo.