Nietzsche: moral del resentimiento

A través de la historia los filósofos han abordado el concepto del mal desde su naturaleza y su significado moral. Friedrich Wilhelm Nietzsche ignoró esto por completo y, en su lugar, analizó los motivos que podríamos tener para usar el concepto del mal, concluyendo que los impotentes y los débiles crearon el concepto del mal para vengarse de sus opresores. Lo que Nietzsche llamó «moral del resentimiento». 

Cuando leemos a Nietzsche, tarde o temprano, nos enfrentamos a su estilo hostil para escribir sobre algunos temas, especialmente el tema de Dios y la religión. Sin embargo, que su hostilidad no nos engañe. Como filósofo de la sospecha, junto con Marx y Freud, somete la idea de Dios a la crítica: ¿Cuál es el impacto cultural y social, específicamente, de los intentos cristianos de pensar en Dios? 

Y, al hacerlo, también somete la idea de moralidad universalmente válida al examen crítico, no solo no se detiene en los límites de los valores predominantes, sino que también va más allá de ellos, abandonando la noción universal de la propia moral y echando un vistazo a otras formas de moralidad.  

«Dios ha muerto»

Nietzsche vivió en una época marcada por el creciente nacionalismo alemán, y por grandes triunfos científicos. Por un lado, después de la guerra franco-prusiana de 1870-1, Alemania se unió por primera vez como un solo imperio. Por otro lado, los físicos estaban confiados de haber resuelto los grandes misterios del universo, las ciencias sociales se estaban consolidando y la teoría de la evolución de Darwin era toda una sensación. Sin embargo, a pesar de todos los triunfos científicos, Nietzsche caracterizó su época como nihilista. 

De pronto, ya no necesitábamos a un Dios o a una religión para darle sentido al mundo, porque la cosmovisión científica se basta a sí misma: «Dios ha muerto». 

«Necesitamos una crítica de los valores morales»

El problema es que la ciencia reemplazó a Dios sin introducir ningún valor nuevo. Porque a la ciencia no le corresponde educar a la humanidad en valores, de hecho, ante los valores humanos la ciencia siempre se ha declarado neutral. Así, Nietzsche pudo ver la crisis de valores que la mayoría de sus contemporáneos no reconocieron: 

  1. El gran vacío en el ámbito de los valores humanos.
  2. El peligro de llenar el vacío con nacionalismos estrechos de miras. (Estos nacionalismos que Nietzsche ridiculiza en sus escritos son precisamente los sentimientos que llevaron a dos guerras mundiales).

Se deja oír una nueva exigencia. Enunciémosla: necesitamos una crítica de los valores morales, hay que poner alguna vez en entredicho el valor mismo de estos valores -y para esto se necesita tener conocimiento de las condiciones y circunstancias de que aquéllos surgieron, en las que se desarrollaron y modificaron (la moral como consecuencia, como síntoma, como máscara, como tartufería, como enfermedad, como malentendido; pero también la moral como causa, como medicina, como estímulo, como freno, como veneno), un conocimiento que hasta ahora ni ha existido ni tampoco se lo ha siquiera deseado.

— Nietzsche, La genealogía de la moral

«¿Qué ocurriría si la verdad fuera lo contrario?»

Los valores morales no tienen una existencia objetiva, de hecho, la moral tradicional se equivoca. Los valores los creamos nosotros y son proyecciones de nuestro fuero interno, pasiones, intereses, sentimientos y demás. 

Al igual que Feuerbach, para Nietzsche Dios es una proyección nuestra. Por consiguiente, es necesario pensar qué ideas de Dios producen culturas específicas y religiones específicas, el dogmatismo moral, la objetividad y universalidad de los valores morales.  

Se tomaba el valor de esos «valores» como algo dado, real y efectivo, situado más allá de toda duda; hasta ahora no se ha dudado ni vacilado lo más mínimo en considerar que el «bueno» era superior en valor a «el malvado», superior en valor en el sentido de ser favorable, útil, provechoso para el hombre como tal (incluido el futuro del hombre). ¿Qué ocurriría si la verdad fuera lo contrario? ¿Qué ocurriría si en el «bueno» hubiese también un síntoma de retroceso, y asimismo un peligro, una seducción, un veneno, un narcótico, y que por causa de esto el presente viviese tal vez a costa del futuro? ¿Viviese quizá de manera más cómoda, menos peligrosa, pero también con un estilo inferior, de modo más bajo?… ¿De tal manera que justamente la moral fuese culpable de que jamás se alcanzasen una potencialidad y una magnificencia sumas, en sí posibles, del tipo hombre? ¿De tal manera que justamente la moral fuese el peligro de los peligros? 

— Nietzsche, La genealogía de la moral

«Hay una moral de señores y hay una moral de esclavos»

Para Nietzsche, los valores cambian a lo largo del tiempo y la moral depende de la cultura que la representa. Por tanto, los conceptos de bien y mal son un problema antropológico y no teológico.  

Desde esta perspectiva, Nietzsche cree reconocer dos tipos básicos en los diversos sistemas morales: la moral del amo y la moral del esclavo.  

Hay una moral de señores y hay una moral de esclavos; – me apresuro a añadir que en todas las culturas más altas y más mezcladas aparecen también intentos de mediación entre ambas morales, y que con más frecuencia todavía aparecen la confusión de esas morales y su recíproco malentendido, y hasta a veces una ruda yuxtaposición entre ellas – incluso en el mismo hombre, dentro de una sola alma.

— Nietzsche, Más allá del bien y del mal 

La distinción entre moralidad de señores y moralidad de esclavos es una forma doble de apreciación, donde el tipo de estimación determina el valor. Así, para señor se pueden usar como sinónimos, entre otros, noble, aristocrático, fuerte o depredador y para esclavo se pueden usar débil, enfermo, y otros.   

Ahora bien, los conceptos como lo noble y lo común representan el elemento diferencial, del cual se deriva el valor de los valores. Lo que, a su vez, logra un nivel más allá de los valores existentes. Esta diferencia básica de las valoraciones refleja una relación de fuerzas. Así, Nietzsche reemplaza la estática de los «valores eternos» con la «dinámica» del cambio de equilibrio de poder.  

El señor representa al poder activo, el esclavo el poder reactivo. Incluso si la fuerza activa domina lo reactivo, se convierte en su maestro, ambos siguen siendo fuerzas.  

Lo que Nietzsche llama moral del resentimiento 

El bien y mal es la diferencia que, según Nietzsche, es necesario cuestionar. Esta distinción no es solo una expresión atemporal de una moral universal, sino que debe su origen a la moral de esclavos o moral del resentimiento.  

La moral de esclavos es, en lo esencial, una moral de la utilidad. Aquí reside el hogar donde tuvo su génesis aquella famosa antítesis «bueno» y «malvado»: – se considera que del mal forman parte el poder y la peligrosidad, así como una cierta terribilidad y una sutilidad y fortaleza que no permiten que aparezca el desprecio. Así, pues, según la moral de esclavos, el «malvado» inspira temor; según la moral de señores, es cabalmente el «bueno» el que inspira y quiere inspirar temor, mientras que el hombre «malo» es sentido como despreciable.

— Nietzsche, Más allá del bien y del mal

La moral del resentimiento surge de los deseos de un grupo de desvalidos que sintieron que no podían alcanzar sus objetivos sociales, económicos o políticos normales y, por lo tanto, convirtieron la religión en una herramienta para nutrir el resentimiento resultante. 

Los valores se invirtieron, generando una moral propia de los resentidos contra la vida. Nietzsche explica que la moral del resentimiento es una moral invertida, reactiva, una moral del odio a sí mismo, del miedo, de la debilidad. La moral de la cristiandad y del judaísmo.  

«Moral de señores»

El señor (El hombre superior) es muy diferente, es quien defiende la moral que dice sí a la vida, y concibe lo bueno espontáneamente por sí mismo, y sólo a partir de él se forma el concepto de lo malo.  

Por tanto, el bien en el sentido tradicional es decadente y un negador de la vida. El señor se afirma a sí mismo, no necesita negación ni apariencia para su identidad, actúa y establece sus propios valores.  

Lo contrario ocurre en la manera noble de valorar: ésta actúa y brota espontáneamente, busca su opuesto tan sólo para decirse sí a sí misma con mayor agradecimiento, con mayor júbilo -su concepto negativo, lo «bajo», «vulgar», «malo», es tan sólo un pálido contraste, nacido más tarde, de su concepto básico positivo, totalmente impregnado de vida y de pasión, el concepto «¡nosotros los nobles, nosotros los buenos, nosotros los bellos, nosotros los felices!»  

— Nietzsche, La genealogía de la moral

El bien y el mal

El bien y el mal han sido adoptados como los estándares de valor por antonomasia, con la exigencia de la moralidad de que el mal sea combatido para promover solo el bien, exigencia que Nietzsche declara explícitamente como ideología.  

El esclavo es una persona que no está en posición de definirse a sí mismo en una autorreferencia exclusiva.  

Para surgir, la moral de los esclavos necesita siempre primero de un mundo opuesto y externo, necesita, hablando fisiológicamente, de estímulos exteriores para poder en absoluto actuar, —su acción es, de raíz, reacción.

— Nietzsche, La genealogía de la moral

El exterior no puede afirmarse, por el contrario.  

Mientras que toda moral noble nace de un triunfante sí dicho a sí mismo, la moral de los esclavos dice no, ya de antemano, a un «fuera», a un «otro», a un «no-yo»; y ese no es lo que constituye su acción creadora. Esta inversión de la mirada que establece valores —este necesario dirigirse hacia fuera en lugar de volverse hacia sí— forma parte precisamente del resentimiento.

— Nietzsche, La genealogía de la moral  

Cuando Nietzsche habla de «creativo» significa creación sobre la base de una negación, en el sentido de resentimiento.  

La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos seres a quienes les está vedada la auténtica reacción, la reacción de la acción, y que se desquitan únicamente con una venganza imaginaria.

— Nietzsche, La genealogía de la moral

El bien es todo lo que aumenta nuestro poder, malo es todo lo que proviene de la debilidad

Para ser verdaderamente buenos, debemos crear los propios valores, ser auténticos, decidir sobre sí y para sí, dominar el carácter trágico de la vida y no necesitar ampararse en ficciones ni dioses. 

La cuestión es que la moral del resentimiento nos es impuesta, y nosotros la aceptamos en su totalidad, y al hacerlo, aceptamos un sistema de valores que conduce a la culpa y a la negación de nuestra autonomía.  

Mientras que el hombre noble vive con confianza y franqueza frente a sí mismo […] el hombre del resentimiento no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto y derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo; su espíritu ama los escondrijos, los caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su mundo, su seguridad, su alivio; entiende de callar, de no olvidar, de aguardar, de empequeñecerse y humillarse transitoriamente.

[…] El mismo resentimiento del hombre noble, cuando en él aparece, se consuma y agota, en efecto, en una reacción inmediata y, por ello, no envenena: por otro lado, ni siquiera aparece en innumerables casos en los que resulta inevitable su aparición en todos los débiles e impotentes.

[…] ¡El hombre noble reclama para sí su enemigo como una distinción suya; no soporta, en efecto, ningún otro enemigo que aquel en el que no hay nada que despreciar y sí muchísimo que honrar! En cambio, imaginémonos «el enemigo» tal como lo concibe el hombre del resentimiento -y justo en ello reside su acción, su creación: ha concebido el «enemigo malvado», «el malvado», y ello como concepto básico, a partir del cual se imagina también, como imagen posterior y como antítesis, un «bueno» – ¡él mismo!…

— Nietzsche, La genealogía de la moral

Según Nietzsche pagamos caro la moral del resentimiento

La pasión está sometida a la la tiranía de la palabra contra la vida misma. En consecuencia, reprimimos nuestras emociones e instintos, con el resultado de una gran pobreza espiritual. 

¡Ah, la razón, la seriedad, el dominio sobre los afectos, toda esa cosa siniestra que se llama recapacitar, todos estos privilegios y suntuosos ornatos del hombre: qué caros se han hecho pagar, cuánta sangre y crueldad hay a la base de todas las <cosas buenas>!  

— Nietzsche, La genealogía de la moral

Nietzsche desenmascaró engaños, ilusiones y mistificaciones en el terreno de los valores. Su análisis de lo bueno y lo malo distingue, respectivamente, entre una moral positiva y una moral reactiva: dimensiones psicológicas de la moral.