En su antropología filosófica Karl Marx nos concibe como seres sociales e históricos. Al igual que Feuerbach, Marx analiza el hombre en sí mismo desde las relaciones interpersonales. La diferencia está en que, para Marx, es necesario que los seres humanos nos relacionemos con otros para satisfacer las propias necesidades.
Marx acepta la mayoría de las ideas de Feuerbach, de hecho, comparte la opinión que los seres humanos hemos inventado a Dios según nuestra propia imagen, y la religión es una forma de alienación que nos separa de nuestra «esencia de especie».
Para Marx, los seres humanos existimos como comunidad y es nuestro deber reconocer nuestra existencia comunitaria. Porque lo que hace posible la vida humana es, precisamente, la dependencia -compartida por todos- de las relaciones sociales y económicas.
Desde el punto de vista religioso, antes de la Reforma, nuestra existencia comunitaria era reconocida, pero se trató de una idea falsa de una comunidad en la que todos éramos iguales a los ojos de Dios. Después de la Reforma, el estado moderno reconoció nuestra existencia comunitaria, ofreciéndonos la ilusión de una comunidad de ciudadanos en la que -se supone- todos somos iguales a los ojos de la Ley.
Ni la religión ni el estado han podido reconocer correctamente nuestra existencia comunitaria. Por tanto, según Marx, el ideal es trascender el estado político y la religión creando una comunidad genuina de iguales sociales y económicos.

Según Marx somos sociales e históricos
Somos seres naturales, estamos vivos y tenemos un cuerpo. Ahora bien, como seres naturales vivos estamos dotados de fuerzas naturales, fuerzas vitales que existen en nosotros como capacidades, talentos e impulsos.
Los objetos de nuestros impulsos son cosas que necesitamos, es decir, cosas indispensables para la afirmación de las fuerzas esenciales. La cuestión es que estos objetos existen fuera de nosotros, son cosas independientes de nosotros. Por consiguiente, es necesaria una actividad práctica fuera de nosotros.
El que el hombre sea un ser corpóreo, con fuerzas naturales, vivo, real, sensible, objetivo, significa que tiene como objetivo de su ser, de su exteriorización vital, objetivos reales, sensibles, o que sólo en objetos reales, sensibles, puede exteriorizar su vida. Ser objetivo natural, sensible, es lo mismo que tener fuera de si objeto, naturaleza, sentido, o que ser para un tercero objeto, naturaleza, sentido.
― Karl Marx, Manuscritos de economía y filosofía
En los seres humanos esta actividad práctica no es otra cosa que el trabajo, a saber, el medio para asegurar la conservación de nuestra existencia física. Pero también es la vida productiva en sí misma, así como el inicio de toda relación que tenemos con nuestros semejantes y con la naturaleza.
El hambre es una necesidad natural; necesita, pues, una naturaleza fuera de si, un objeto fuera de si, para satisfacerse, para calmarse. El hambre es la necesidad objetiva que un cuerpo tiene de un objeto que está fuera de él y es indispensable para su integración y exteriorización esencial. El sol es el objeto de la planta, un objeto indispensable para ella, confirmador de su vida, así como la planta es objeto del sol, como exteriorización de la fuerza vivificadora del sol, de la fuerza esencial objetiva del sol.
― Karl Marx, Manuscritos de economía y filosofía
La vida misma aparece sólo como medio de vida
El trabajo es parte esencial de nuestra naturaleza humana, tenemos necesidades externas y para satisfacerlas tenemos que trabajar.
Un ser que no tiene ningún objeto fuera de sí no es un ser objetivo. Un ser que no es, a su vez, objeto para un tercer ser no tiene ningún ser como objetivo suyo, es decir, no se comporta objetivamente, su ser no es objetivo.”
― Karl Marx, Manuscritos de economía y filosofía
La actividad práctica es parte esencial de nuestra naturaleza humana, trabajamos para satisfacer nuestras necesidades y vivir. El meollo del asunto es que hemos creado una sociedad en la que nuestro trabajo no nos pertenece. Cuando un animal caza para satisfacer su hambre la presa le pertenece. En nuestro caso no es así, no le pertenece a nuestro ser, nos resulta algo extraño fuera de nosotros: el trabajo le pertenece a otro.
Somos trabajadores que alquilan la mano de obra por un salario. Y, al hacerlo, somos enajenados de nuestra actividad productiva. No nos afirmamos, sino que nos negamos a nosotros mismos, convertimos nuestra actividad vital en algo ajeno a nosotros mismos. Así, convertimos nuestro propio ser en un simple recurso para nuestra propia existencia. Por lo mismo no somos felices sino desgraciados.
Alienación
El pensamiento de Karl Marx parte de la alienación como un mal social, y su origen se encuentra en la naturaleza humana: según Marx somos seres sociales e históricos. La alienación la podemos comprender como una separación entre un sujeto (individuo o grupo) y un objeto (entidad) que propiamente pertenecen juntos. Dado que ambos elementos son importantes la separación es problemática. En principio se trata de algo «ajeno» a uno mismo, algo importante que ya no controlamos.
Junto al mundo de realización material y espiritual nos encontramos con un mundo extraño, que se nos enfrenta y nos aliena con hostilidad: la vida misma aparece sólo como medio de vida.
Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo.
― Karl Marx, Manuscritos de economía y filosofía
Otros determinan el trabajo y el producto de ese trabajo no nos pertenece, no podemos utilizarlo para satisfacer nuestras necesidades ni siquiera tenemos una percepción acertada de lo que producimos. Porque es otro el que conoce el producto final o el que obtiene los beneficios.
De esta manera, nuestra actividad productiva se reduce a ganar el suficiente dinero para sobrevivir. Por tanto, no trabajamos para vivir, trabajamos para sobrevivir, convertimos la vida en un medio de subsistencia.
La historia surge y se desarrolla a partir del trabajo
Todas las fuerzas productivas para la satisfacción de las necesidades vitales, como las nuevas que surgen de las relaciones que establecemos entre nosotros, constituyen el fundamento de la historia. Otra manera de decirlo es que la historia surge y se desarrolla a partir del trabajo, anexando nuestro proceso cultural y todas las alienaciones.
Asimismo, la estructura social y la superestructura política e intelectual de cada época histórica están determinadas por el sistema económico imperante en cada período. De esta manera, nuestra historia es la historia de las relaciones sociales de producción, por las cuales se satisfacen nuestras necesidades vitales.
Con otras palabras, es la historia de las luchas entre los explotadores y los explotados: del proletario con el burgués, del siervo con el señor, del esclavo y el amo, el empresario y el empleado, etc.
Toda la servidumbre humana se encuentra en la relación del trabajador con la producción, y todas las relaciones serviles son sólo modificaciones y consecuencias de esta relación.
La producción de bienes materiales determina nuestra conciencia y espíritu
Según Marx somos sociales, históricos y vivimos en una comunidad de hombres reales y activos, donde establecemos relaciones entre nosotros en el proceso de la producción social para conservar la existencia física.
Asimismo, rechazamos los conceptos abstractos que colocan la conciencia por encima de nuestra naturalidad. Al hacerlo, también hacemos de nuestra actividad practica el objeto de nuestra conciencia y nuestra voluntad.
En la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.
― Karl Marx, Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política
De esta manera Marx encuentra que somos sociales e históricos, la producción de bienes materiales determina nuestra conciencia y espíritu. La conciencia se encuentra siempre históricamente ligada a nuestra naturalidad y evoluciona a la par con nosotros.
Arte | Karl Marx por Cecilia Vicuña, 1972. Se encuentra en el Museo Solomon R. Guggenheim (Solomon R. Guggenheim Museum), Nueva York. Copyright © Cecilia Vicuña.