Los valores de Dios

Cuando hablamos de los valores de Dios nos referimos a la brújula moral que guía nuestras acciones de acuerdo con nuestras creencias religiosas. 

Aquello que nos permite determinar el valor moral de nuestros actos es el bien moral o ideal de perfección. Este bien moral procede principalmente de tres aspectos fundamentales de la vida humana: la religión, el derecho y la ética. 

En consecuencia, Dios es una fuente de reglas morales, más no es la única fuente. Nuestros juicios morales pueden tener una base religiosa, como también pueden carecer de ella, porque pueden estar basados solamente en el derecho y la ética. Hoy sabemos que la moral basada en Dios no es diferente de la moral que construimos a partir de leyes, normas, costumbres y tradiciones culturales. 

Es importante reflexionar sobre nuestras creencias religiosas. Porque todo aquello en lo que creemos influye en los juicios morales y en la toma de decisiones. 

La pregunta por Dios

La filosofía asume una actitud crítica ante la existencia o no existencia de Dios, y nos brinda tres respuestas a las cuestiones que nos inquietan: Dios existe, Dios no existe y la tercera que no podemos saber si Dios existe o no. 

La pregunta por la existencia o no existencia de Dios está directamente relacionada con asuntos importantes de metafísica y otros asuntos relevantes, como la manera en que probamos la verdad y la forma en que debemos constituir una sociedad humana, entre muchos otros aspectos de nuestra existencia, incluida obviamente la ética. 

Según Pascal, Dios es o no es. Por tanto, las opciones son creer o no creer. Si existe un Dios en quien elegimos no creer puede haber consecuencias, pero si no hay un Dios, entonces no importa si creemos o no en Él. 

Al respecto, William James señaló que la decisión de si creemos o no en Dios es una decisión obligada y trascendental. Porque tanto la una como la otra afecta la manera como vivimos nuestras vidas. 

Disputa sobre el Santísimo Sacramento, fresco de Rafael, 1509-1510.

Cuando decimos que creemos en Dios o no creemos ¿Qué queremos decir?

Si estamos convencidos que Dios existe y lo concebimos como un ser único entonces somos teístas, deístas o panteístas. Si por el contrario no creemos en su existencia y confiamos en que todo se puede explicar sin necesidad de Dios, entonces somos ateos. Ahora bien, si estamos convencidos que no sabemos y que no se puede saber si existe o no existe Dios, entonces somos agnósticos

Los valores de Dios

La decencia humana no se deriva necesariamente de nuestras creencias religiosas. Independientemente de si creemos o no en Dios, todos los seres humanos compartimos las mismas preocupaciones morales, como las preocupaciones sobre la justicia y la protección de los más débiles. 

Todos tenemos un sentido para los valores de Dios, exista o no, creamos o no en Él. Porque, cada uno de nosotros posee de manera intrínseca la capacidad para amar al prójimo como a así mismo, así como la capacidad para perdonar y ser humilde. Ya sea que creamos o no, de una manera o de otra somos libres, después de todo Dios nos creó libres para elegir entre el bien y el mal de manera voluntaria. Lo que nos cuesta aprender es que la libertad y la responsabilidad son inseparables. Por tanto, en algún momento responderemos por nuestros actos ante la propia conciencia, ante la sociedad y, nadie sabe, cabe la posibilidad que hasta ante el propio Dios. 

Los valores de Dios o la brújula moral 

Los valores de Dios los podemos concebir como la brújula moral, que nos guía a vivir una vida centrada en el bien de acuerdo con nuestras creencias religiosas. Los siguientes valores religiosos o espirituales los podemos encontrar de manera transversal en casi todas las religiones del mundo: 

  • Amor: sé amable con todas las personas, ama a tu prójimo como a ti mismo, ama a todas las personas del mundo, sin importar raza, religión, nacionalidad o cualquier otra distinción artificial. 
  • Humildad: sé humilde, esto es ser cortésmente respetuoso con los demás, lo opuesto a la soberbia, la agresividad, la arrogancia, la jactancia y la vanidad. 
  • Honestidad: sé honesto, la honestidad y la integridad se consideran valores muy importantes en todos los textos sagrados. 
  • Vive una vida moral: vivir una vida moral significa asumir la responsabilidad de controlar nuestro propio comportamiento. En los textos sagrados encontramos que lo opuesto a una vida moral son cosas como malos pensamientos, homicidio, adulterio, inmoralidad sexual, hurto, falso testimonio, calumnia, avaricia, malicia, engaño, lascivia, envidia, arrogancia e insensatez, entre otros. 
  • Generosidad: sé generoso, comparte generosamente con los necesitados. Cada uno de nosotros tiene algo que ofrecer a alguien que lo necesita. 
  • Practique lo que predica: no sea hipócrita. Los libros sagrados advierten de la autoindulgencia, santurronería, presuntuosidad y codicia. 
  • No tomar represalias: en la vida moral no hay lugar para el odio, el rencor, la venganza, la represalia o el desquite. 
  • Perdón: perdona a los demás. 

Ganas mundo, pierdes alma. Ganas alma, pierdes mundo 

El sistema de valores del mundo compite contra el sistema de valores de Dios por nuestra devoción. Si bien de manera moderada no son necesariamente cosas malas, pueden convertirse en idolatría moderna si les damos más importancia de la que se merecen.

  • Excesiva atención a las cosas materiales como apariencia física, ropa, joyas, entretenimiento, casa, carro, etc. 
  • Búsqueda de riqueza, éxito profesional, poder, fama, placer o estatus. 
  • Devoción excesiva por uno mismo, el trabajo, los pasatiempos, el país, las ideologías, los íconos, los líderes o incluso la familia. 

Está en nuestras manos como dice el Dios de Spinoza: «Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno». 

Tenemos derecho a creer y a no creer 

Somos libres para creer en lo que mejor nos parezca según la razón y el corazón. Ninguna persona debe ser discriminada por su credo, por creer en varios o por no tener ninguno. Podemos ser agnósticos en la mente y ateos en el corazón, podemos ser panteístas en la mente y teístas en el corazón, o simplemente no nos decidimos entre ser ateos o deístas. 

Los prejuicios conllevan opiniones y actitudes contrarias a la razón, la justicia y hasta la fe que se profesa, generando discriminación y violencia. 

La libertad de credo está protegida en la Constitución Política, incluido el ateísmo, porque aunque no es una creencia también tenemos derecho a no creer. 

Los derechos de todas las personas deben ser respetados y protegidos contra la discriminación, hostilidad o la violencia. Cabe destacar que los derechos no constituyen privilegios, sino que actúan para garantizar el respeto igualitario de los miembros de diferentes grupos sociales, en este caso, creyentes y no creyentes. El respeto siempre es mejor cuando es recíproco. 

Conclusión

La manera como vemos las cosas, tomamos decisiones y actuamos está estrechamente relacionada con la noción que tenemos de Dios. Igualmente, asuntos trascendentales para nosotros como quién soy y qué estoy haciendo aquí dependen en gran medida de la cuestión de la existencia o la ausencia de Dios. 

Para nosotros es importante que el cosmos tenga sentido o no lo tenga, si Dios establece nuestro destino y el del universo entero entonces podemos estar tranquilos que todo saldrá bien, después de todo es su plan. 

No obstante, si no existe un Dios creador ni un plan divino, entonces somos completamente responsables de lo que nos ocurra a nosotros y a nuestro mundo. 


Arte | Disputa sobre el Santísimo Sacramento, fresco de Rafael, 1509-1510. Se encuentra en las Salas de Rafael del Palacio Apostólico en la Ciudad del Vaticano.