En Dos ensayos sobre el gobierno civil, John Locke explica que todos deseamos vivir en una sociedad. No por miedo como lo plantea Hobbes, sino que nos unimos en una sociedad porque queremos proteger nuestras vidas, nuestras libertades y nuestras propiedades.
Pasamos por decisión propia, por consentimiento, como personas libres e iguales e independientes, de la sociedad natural a la sociedad civil.
Ahora bien, este paso a la sociedad civil es posible únicamente a través de la voluntad y determinación de la mayoría.
Para Locke no es necesario el poder absoluto. Al igual que Pufendorf, estaba convencido que nuestra naturaleza humana no es perversa. Por tanto, no es necesario un contrato social para protegernos de lo peor de nosotros mismos y de otros.
En su lugar, Locke une los dos pactos de Pufendorf en el mismo acto de ponernos de acuerdo, a saber, la comunidad social y el gobierno de la mayoría.
Cuando unos cuantos hombres han constituido una comunidad, mediante un acuerdo de cada uno de los individuos, han hecho de esa comunidad un solo cuerpo con poder para actuar como tal cuerpo unido, lo que se lleva a cabo únicamente a través de la voluntad y determinación de la mayoría.
― John Locke, Dos ensayos sobre el gobierno civil
¿Por qué queremos vivir en una sociedad?
En el estado de naturaleza somos libres y dueños absolutos de nosotros mismos y nuestras posesiones. No somos súbditos de nadie. No obstante, si bien somos amos y señores, en el estado de naturaleza no hay seguridad de que podamos disfrutarlo porque estamos expuestos a los otros.
Asimismo, tenemos la capacidad para comprender nuestros deberes morales y cumplirlos. Sin embargo, si bien somos razonables y comprendemos y admitimos la libertad y la igualdad como naturales, nada asegura que estos derechos puedan ser conseguidos.
Así, según Locke, deseamos vivir en una sociedad porque queremos que el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad esté garantizado.
¿Por qué entrega su imperio y se somete al dominio y control de otro poder? La respuesta obvia es que, aunque en el estado de naturaleza tiene ese derecho, aun así, su capacidad de disfrutarlo es muy incierta y se ve constantemente expuesta a la invasión de los otros. Pues, al ser todos tan reyes como él, todos por igual, y dado que la mayoría de ellos no son estrictos observadores de la equidad y la justicia, el disfrute de la propiedad de que dispone resulta ser bastante inseguro.
― John Locke, Dos ensayos sobre el gobierno civil
Tenemos derecho a pensar de manera diferente y a disentir
En el contrato social, entendido de esta manera, todos compartimos las mismas facultades y participamos de una naturaleza común. Por tanto, nadie puede obligarnos a utilizarnos los unos a los otros o destruirnos mutuamente.
De la misma manera que cada uno está obligado a preservarse y no abandonar su puesto cuando le venga en gana, por la misma razón, cuando no está en juego su propia conservación, tiene el deber de preservar al respecto de la humanidad, tanto como pueda y, a menos que se trate de hacer justicia a alguien que sea culpable, nadie puede arrebatar ni perjudicar la vida de otro, ni privarle de nada que favorezca la conservación de la vida, la libertad, o la salud de los miembros o los bienes de otro.
― John Locke, Dos ensayos sobre el gobierno civil
Según Locke, si nuestra humanidad está comprometida es nuestro deber retirar nuestra aprobación al contrato social. Porque, así como tenemos derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, también tenemos derecho a pensar de manera diferente y a disentir.
Arte | Retrato de John Locke por sir Godfrey Kneller, 1697. Se encuentra en el Museo Estatal del Hermitage (The State Hermitage Museum), San Petersburgo, Rusia.