Lo que debemos saber sobre la religión

Lo primero que debemos saber sobre la religión es que nos atrae porque brinda respuestas a cuestiones complejas de la vida, puede darnos un propósito para vivir y un marco moral o reglas para vivir una buena vida. 

Las iglesias, mezquitas y sinagogas son pilares sociales que apoyan, consuelan y acompañan a millones de personas alrededor del mundo, ayudan con bancos de alimentos, albergues, proyectos para apoyar a los refugiados, etcétera. A esto se suman millones de personas de fe en todo el mundo que participan en proyectos de acción social para ayudar a los pobres y marginados.  

¿Qué es la religión? 

No es fácil comprender la complejidad del mundo y de la vida. Todos tenemos preguntas, queremos saber quién creo el universo, por qué existimos, cuál es nuestro propósito, qué es correcto o incorrecto, qué es bueno o malo, cómo debemos vivir o qué pasa después de la muerte con nosotros. Las religiones -junto con la ciencia y la filosofía- responden a esa necesidad. 

La religión se refiere a un sistema doctrinal y ritual que busca dar respuesta a las grandes preguntas de la vida, desde una perspectiva trascendental de la humanidad. 

La palabra religión proviene del latin religio, que se traduce como piedad o reverencia a Dios. Siguiendo el origen de la palabra, su significado vendría a ser algo así como acción y efecto de ligar fuertemente (con Dios). Esto expresa nuestra relación con algo superior, algo sobrenatural. Se trata de creer en algo sagrado, algo divino como un poder. 

Otro aspecto importante que debemos saber sobre la religión es que posee dos vertientes: una vertiente política y una vertiente espiritual. Lo que William James llamó religión institucional y religión personal. La vertiente institucional comprende el culto, el sacrificio, procedimientos para contribuir a las disposiciones de la deidad, teología, ritual y organización eclesiástica. Mientras que la religión personal se trata de una relación directa entre uno mismo y su creador, aquí negociamos solos con la divinidad, sin intermediarios.

Desde el contexto del cristianismo también es necesario diferenciar entre iglesia y religión. La iglesia es una comunidad que se mantiene unida en su fe en Jesucristo. O, en otras palabras, es un pueblo que tiene un pacto con Dios: Iglesia católica, ortodoxa, luterana… 

Lo que debemos saber sobre la religión y la fe

La religión se trata de adorar algo sagrado, algo divino. Mientras que la fe es confiar en algo y creer que es verdad. Por tanto, es posible pertenecer formalmente a una comunidad religiosa sin compartir las creencias de la misma, algo así como fe sin tener fe.

Ahora bien, pertenecer a una comunidad religiosa no significa tener fe. Como también es posible mantener una distancia estricta de la religión institucional y, sin embargo, mostrar afinidad religiosa. 

Cada persona puede creer en algo, y no es necesario pertenecer a una comunidad religiosa para creer en algo. No tiene que ser Dios o un poder superior, también pueden ser valores, principios, personas y opiniones en las que creemos y nos aferramos. 

Por ejemplo, una práctica religiosa por fuera de la religión institucional es el entusiasmo por el fútbol. Lo que se pierde en los templos religiosos lo gana el estadio de fútbol sin problemas: se reza en público y se canta con fervor y valentía el compromiso con el propio club. 

Sobre la vertiente espiritual de la religión

También debemos saber que aunque todas las religiones enfatizan la espiritualidad como parte de la fe no son lo mismo. La religión no es solo una, hay cientos. La espiritualidad es una y no es exclusividad de alguna religión o sistema de pensamiento en particular. La espiritualidad es una experiencia mística y la característica principal de la experiencia mística es la libertad. En este sentido, Pierre Teilhard de Chardin decía que «la religión no es Dios. La espiritualidad es todo y, por tanto, es Dios». 

No obstante, si bien la religión y la espiritualidad no son lo mismo, la religión puede ser de gran ayuda en el camino espiritual, porque uno de sus objetivos es ayudarnos a conocer a Dios y a crear un vínculo con Él. 

Lo importante es encontrar el equilibrio entre la persona humana, la comunidad y la espiritualidad, para ser a la vez maduros, comprometidos y espirituales. Está en nuestras manos tener un sentido vital de Dios dentro de la laicidad, y ser un místico en lugar de un incrédulo. 

Ángeles músicos voladores de Parri Spinelli ca. 1420.

La experiencia mística

La religión nos brinda una opción abierta a todos para alcanzar la gracia de Dios por devoción y fervor, esto es la práctica y el esmero en el cumplimiento de las obligaciones religiosas. Pero la religión también nos da la opción del misticismo, donde alcanzamos un conocimiento inmediato, directo, intuitivo de Dios o de una realidad esencial, adquirido por medio de experiencias reveladas personales o contemplación. 

Así encontramos los ideales místicos del catolicismo en la tradición monástica, los del judaísmo en la cábala, los del islam en el sufismo y los del hinduismo en la tradición advaita. 

La experiencia mística es la fuente del conocimiento trascendente, un conocimiento inmediato, en el que el objeto conocido es captado directamente por la facultad correspondiente, la sensibilidad o el entendimiento. 

Sobre la vertiente política de la religión

La vertiente institucional de la religión encierra las prácticas religiosas convencionales de cada país, ya sea budista, cristiano o mahometano, y se conserva gracias a la tradición y la costumbre.  

Las creencias, valores y prácticas que dictan las religiones a sus seguidores tienen un gran efecto no solo en la vida privada, sino también en la pública, contribuyendo significativamente a la identidad social de una comunidad. En este sentido, toda religión tiene una dimensión política. 

Por fuera de la religión la sociedad debe avanzar, cambiar y ajustarse a los nuevos desafíos emergentes del tiempo. No estamos bajo el control de la divinidad, por consiguiente, cada uno de nosotros determina su destino y co-construye la sociedad de acuerdo con la propia visión. 

Al formar parte de una comunidad religiosa las cosas cambian. La religión tiene la misión sagrada de reformar la sociedad bajo la guía espiritual. Para cumplir su misión utiliza su autoridad política, afirmando que dicha autoridad proviene directamente de la divinidad y, por tanto, su misión es santa. 

Nos guste o no, la religión tiene como objetivo adquirir poder político y utilizarlo para cumplir sus objetivos. Para capturar el poder, la religión se asegura el apoyo de sus seguidores por medio de la movilización de las sensibilidades religiosas de las personas.  

A lo largo de la historia se han dado tres formas de interacción entre la religión y la política: 

  1. Modelo de integración. La religión y la política se unen en un intento por monopolizar el poder político. 
  2. Modelo de subordinación. La política somete a la religión y la usa para sus intereses. 
  3. Modelo de competencia. La religión y la política entran en conflicto entre sí, aparecen como rivales y compiten por el dominio del poder político. 

En el nombre de Dios se interviene la vida humana, se ejerce el control social y se establece la autoridad religiosa: ¿Quién evalúa el ejercicio de semejante poder? 

División social, prejuicio y persecución

Debemos saber que en la religión no todo es bueno y sagrado. Si bien la religión brinda apoyo y alivio a los miembros del grupo, las religiones organizadas al contrastar con aquellos que no forman parte de su comunidad, también fomentan el conflicto y pueden desarrollar una gran división social. 

Las religiones provocan guerras y devastan países enteros como en Siria, o apoyan regímenes autocráticos como en Rusia e Irán. 

Todos los días los medios de comunicación informan de luchas de poder entre varios grupos religiosos y actos terroristas islamistas en todo el mundo. Hemos sido testigos de la insurgencia de Boko Haram en Nigeria, del atentado al comité editorial de la revista satírica parisina Charlie Hebdo, la persecución de los musulmanes rohinyá en Myanmar, los violentos enfrentamientos entre cristianos y musulmanes en la República Centroafricana, por nombrar algunos. 

Los titulares sobre el impacto político tampoco dan tregua. El voto evangélico fue clave en la victoria del no en el plebiscito por la paz de Colombia. Donald Trump ganó las elecciones presidenciales de 2016 con el apoyo abrumador de los cristianos evangélicos blancos. El primer ministro de extrema derecha de Hungría, Viktor Orbán, citó la necesidad de proteger la cultura cristiana de su país para justificar sus políticas contra la inmigración.

En la actualidad, los movimientos migratorios y las tendencias fundamentalistas generan tensiones a escala global. Los cristianos han sido expulsados en gran parte del medio oriente, mientras que el antisemitismo y la islamofobia están aumentando en occidente. Las mujeres son subyugadas, las personas LGBT son perseguidas y los blasfemos son torturados y asesinados en nombre de la religión. 

La responsabilidad es compartida

Todas las religiones del mundo tienen su potencial para la violencia y el conflicto. Y esto es así debido a que las verdades religiosas son ideas fijas que no permiten lo diferente, lo que nos lleva a los juicios de «nosotros contra otros» y a desconfiar de otras personas.

Pese a todo, la mayoría de las personas religiosas interpretan la violencia como abuso o instrumentalización de la religión, alegando que la religión es abusada y explotada por el poder político. Con toda seguridad así es en algunos casos. Sin embargo, no se puede negar que la religión, o más bien sus representantes y seguidores, también son responsables de lo que sucede en nombre de su fe. La responsabilidad es compartida.

La necesidad de una ética de la religión 

Popper ya nos ha explicado que si queremos una sociedad tolerante no podemos ser tolerantes con la intolerancia. Porque si somos ilimitadamente tolerantes, nuestra capacidad de ser tolerantes finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. Obviamente, esto también se aplica a la religión. Porque la religión debe ser evaluada de manera que tome conciencia de su propio peligro potencial. 

La filosofía de la religión ya se encarga de las afirmaciones de verdad de diferentes aspectos de la religión, las analiza y las critica si es necesario. No obstante, algunos filósofos sostienen que existe la necesidad de una ética de la religión o ética religiosa como una nueva área dentro de la ética aplicada. 

La filósofa Prof. Dr. Dagmar Fenner sostiene en su libro Religionsethik Ein ethischer Grundriss (Ética religiosa y plano ético religioso), que la ética religiosa debe encargarse de las cuestiones éticas en relación con la práctica de la religión. Examinar la contribución positiva de las religiones a la felicidad personal (ética individual) o simplemente a la convivencia (ética social) y, en qué medida pueden conducir a problemas y conflictos de manera negativa. 

Fenner explica que, en lugar de una tolerancia religiosa, se requiere una intolerancia crítica hacia esas corrientes religiosas que se cierran al diálogo democrático y abierto. También afirma que no tiene sentido condenar a la religión como «mala» o «irracional», e invita al debate y a la discusión pública diferenciada y objetiva en la que se desarrollen las condiciones mínimas para una «buena religión». 

Conclusión 

Líderes religiosos como el Papa o el Dalai Lama nos inspiran porque lo religioso es fascinante. La cuestión es que lo religioso también causa incomodidad y nos hace pensar en una piedad sospechosa. 

El problema es que, si bien la religión no constituye la identidad completa de una persona -nadie se describiría a sí mismo exclusivamente sobre su religión-, resulta vital decidir si creemos en Dios o no y de qué forma lo hacemos. Somos libres de elegir y estamos obligados a hacerlo. Todos tenemos que hacer un proyecto de vida.

Por último, no olvidemos que las verdades religiosas están ancladas en una perspectiva fija, pero la verdad es independiente de las perspectivas. En consecuencia, es deber de todos preguntarnos: ¿Qué es una buena religión? 


Arte | Ángeles músicos voladores de Parri Spinelli ca. 1420. Fragmentos de un fresco para La Basílica de San Domenico en Arezzo, Toscana, Italia. Ahora preservado en National Museum of Medieval and Modern Art, Arezzo.