La pregunta por la realidad

La pregunta sobre qué es la realidad es la primera inquietud en la filosofía y la ciencia, pero lo que muy pocos sabemos es que la pregunta por la realidad es la mayor pregunta espiritual. Cuando preguntamos por la realidad lo que queremos saber es ¿Qué es lo que hay? y la respuesta más simple es: cosas. Esto es, todo aquello que se nos presenta en nuestra experiencia de forma directa por los sentidos y todo lo que puede ser comprendido o entendido (inteligible). 

La realidad es la totalidad de las cosas, algo que no es ni derivado ni dependiente, sino que existe necesariamente. En otras palabras, es el estado de las cosas como son, en lugar de como imaginamos que son. 

Sobre las cosas 

Sabemos que las cosas son personas, gatos, pensamientos, árboles, flores, bosques, estrellas, canciones, versos, chocolates, aromas, pájaros, motas de polvo y mucho más. La cuestión es que si llamamos real sólo a las cosas que pertenecen al mundo y que podemos conocer por los sentidos, muchas cosas que nos interesan no serían reales. 

Hablar de las cosas supone siempre hablar de hechos, cualidades, ideas u objetos sobre los que podemos pensar o hablar. Las cosas son cosas que se pueden percibir por los sentidos, y cosas que no se pueden tocar y solo se perciben con el entendimiento. También hay cosas que son comunes para toda la humanidad como el aire. Cosas pasadas que dejaron de existir, cosas presentes que aún existen en el momento de ser tenidas en cuenta y cosas futuras que no existen en la actualidad, pero pueden llegar a existir, entre muchas cosas más. 

De ahí que por Ser y Realidad entendemos lo mismo. Fundamentalmente, lo que hay, es o existe de un modo objetivo. Es decir, todas las cosas, independientemente de que alguien las observe o no. 

La pregunta por la realidad: ¿Qué son las cosas? 

Somos curiosos y no nos conformamos con una respuesta simple sobre las cosas: queremos saber qué son. El problema es que la respuesta cambia según los avances de las investigaciones científicas y filosóficas. En consecuencia, aquello que entendemos como realidad es un saber en constante transformación. 

En la actualidad la ciencia y la filosofía nos dicen que la realidad objetiva no existe. Esto sugiere que cada uno de nosotros accede a su propia realidad siendo imposible conocer algo más allá de eso. 

Somos incapaces de conocer la totalidad de las cosas 

Los ciegos y el elefante es una parábola utilizada para ilustrar nuestra incapacidad para conocer la totalidad de la realidad. Se trata de una parábola antigua originaria de la India, pero asimilada por diferentes culturas alrededor del mundo. 

Encontramos la parábola en el poema El elefante en la casa a oscuras de Rumi, poeta persa y maestro de sufismo del siglo XIII. Según el poeta, nuestras percepciones nos impiden ver la verdad. 

Había un elefante en una casa a oscuras que unos hindúes habían traído para su exhibición. Mucha gente fue a verlo, teniendo que entrar en el establo para hacerlo, pero había tan poca luz que no podían hacerse una idea de la forma del elefante. Decidieron utilizar las manos para identificar al animal, usando todos las palmas para palpar su contorno. Una mano tocó la trompa de la criatura y dijo: Es un narguile. La mano de otro palpó la oreja y descubrió un abanico, otro acarició una de las patas y notó una columna, mientras que otro, tocando la espalda del elefante, descubrió un trono. Los que escucharon las descripciones de aquella gente sacaron sus propias conclusiones, que todos interpretaron de una forma u otra, todas ellas diferentes y contradictorias. 
Había una vela en cada mano, 
las diferencias provenían de las palabras. 
El ojo de la propia percepción es como la palma y su mano, 
pues solo tiene la facultad de percibir la parte, no el todo, 
el ojo del mar es una cosa, la espuma otra. 
Deja la espuma y mira a través del ojo, ¡oh, maravilla! 
Nos arrojamos contra nuestra visión como barcos, 
nuestros ojos están ciegos, perdiéndose el agua clara. 
El agua tiene agua que la conduce, 
el espíritu tiene un espíritu que le llama. 
Lleva el espíritu a tu hogar y deja que te guíe, 
pues encontrará la forma, el tamaño y el sabor del todo, 
sin una mano, sin una caricia, pero siempre el todo. 
― Rumi, El elefante en la casa a oscuras, en Rumi Ilustrado, Un tesoro de sabiduría de Philip Dunn et al. 
Elefante encadenado, artista desconocido, siglo XVIII.

Tales de Mileto: ¿Cuál es el primer principio de la naturaleza? 

El filósofo griego Tales de Mileto fue ingeniero y astrónomo, midió pirámides y demostró teoremas geométricos. Propuso un gobierno federal central formado por ciudadanos comunes y corrientes. Predijo eclipses y cuentan que se caía por caminar mirando las estrellas. 

Era despreocupado por los asuntos materiales, sin embargo, luego de que le reprocharan su pobreza, haciendo uso de sus conocimientos de astronomía dedujo que habría una próspera cosecha de aceitunas la siguiente temporada. Compró durante el invierno todas las prensas de aceite de Mileto y Quíos y las alquiló al llegar la época de la recolección, acumulando una gran fortuna y mostrando así que los filósofos pueden ser ricos si lo desean, pero que su ambición es muy diferente. 

Tales de Mileto es considerado el padre del pensamiento racional o filosófico, el primero en realizar la transición del mito al logos, porque planteó el primer problema de la filosofía: ¿Cuál es el primer principio de la naturaleza? Permitiendo así investigar la naturaleza desde una nueva forma de pensamiento sin recurrir a explicaciones sobrenaturales. 

Paso del mito al logos 

A los primeros pensadores griegos se les conoce como presocráticos en referencia a Sócrates, pero también se les llama cosmólogos porque consideraron el mundo como un cosmos, universo o todo comprensible y ordenado, tanto desde una perspectiva física como metafísica. Ellos reflexionaron racionalmente sobre las cosas rompiendo con las formas míticas de pensamiento, lo que en filosofía se conoce como «paso del mito al logos». 

Los presocráticos estaban convencidos de la existencia de una sustancia original y común de la cual procede toda la variedad de cosas en el mundo, elemento al que Anaximandro llamó archée. 

Heráclito: las cosas pueden ser y no ser a la vez 

La idea fundamental de Heráclito de Éfeso es el principio de que todas las cosas están en continuo cambio, todo fluye, nada es estático: «Nada es permanente a excepción del cambio». 

La verdadera esencia de las cosas se encuentra en un constante fluir y el cambio es lo único que no es ilusorio, lo único real. No obstante, este devenir no es un continuo precipitarse de algo nuevo sino una tensión entre contrarios que da origen al movimiento. 

Existimos en un cosmos dual, la armonía es producto de esta tensión o lucha entre contrarios, no como producto de una reconciliación sino como la lucha misma y si ésta acabara también acabaría el cosmos. 

Para Heráclito todo cuanto existe está sometido a un proceso ininterrumpido de alteración. Decía que, si alguien se mete dos veces a un río, se meterá a dos ríos diferentes y él mismo será una persona diferente. Porque habrá cambiado en el lapso de tiempo transcurrido, las aguas habrán pasado, su temperatura será diferente y así sucesivamente. 

Es siempre uno y lo mismo, lo vivo y lo muerto, despierto y dormido, joven y viejo. Al cambiarse es aquello, y luego lo otro; y al cambiar de nuevo, otra vez es esto.  

― Heráclito de Éfeso en Historia de la filosofía de Johannes Hirschberger

Heráclito consideró la oposición como fuerza creadora y encontró armonía, orden, sentido y unidad en el continuo devenir. Nada permanece y nada es propiamente. Así, para Heráclito la respuesta a la pregunta por la realidad es que ésta es contradictoria y cambiante, las cosas pueden ser y no ser a la vez. 

Solo tenemos fragmentos de su filosofía, como este que dice «Me busqué a mí mismo». Para Heráclito «la verdadera naturaleza de las cosas tiende a ocultarse», pero la verdad la podemos encontrar en nuestro interior. Por tanto, es menester cuidar el alma y mantenerla en un estado adecuado para que refleje correctamente la verdad sobre las cosas. 

Parménides: las cosas no cambian 

A diferencia de Heráclito, Parménides concibió el cambio genuino como un imposible y lo identificó con la nada, ya que significa algo que se escapa y no permanece en un ser. 

Todo lo que hay ha existido siempre. Nada puede surgir de la nada. Y algo que existe, tampoco se puede convertir en nada. 

― Parménides, en Historia de la filosofía de Johannes Hirschberger 

Para Parménides no existe el vacío lo que fundamentalmente existe es el ser mismo, entendido como una sustancia material que se encuentra en todo el espacio del universo.  

Se ha de pensar y decir siempre que sólo el ser es, porque es ser: en cambio la nada no es. 

― Parménides, en Historia de la filosofía de Johannes Hirschberger 

Consecuentemente, identificó el ser con toda la realidad que describió como una, continua e inmóvil y lo opuso simplemente a la nada o a lo que no es. Según este razonamiento el cambio implica movimiento, el cual presupone un espacio vacío. Si no existe espacio vacío tampoco puede haber movimiento. 

Por esta razón, el movimiento y el cambio, aunque aparentes, son una ilusión y los sentidos nos engañan. Detrás de la apariencia nada cambia jamás: todo es fijo y estable. Así, para Parménides la respuesta a la pregunta por la realidad es que ésta es fija e inmutable, las cosas no cambian. 

Protágoras: las cosas son lo que a mí me parecen ser 

Con los sofistas surgió la duda acerca de la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad. Para ellos las cosas no poseen una realidad fija y absoluta. Más bien todo es relativo y las apariencias son la realidad, al menos la única que podemos conocer. 

El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son, y de las que no son en cuanto no son.

― Protágoras, en Historia de la filosofía de Johannes Hirschberger 

Para Protágoras, sofista consagrado a la cultura, no existen verdades universalmente válidas y objetivas. La verdad no depende del objeto porque el sujeto que conoce siempre tiene allí su palabra. Es decir, nosotros mismos somos la medida de todo lo que se quiere presentar como verdad. 

Por tanto, para Protágoras la respuesta a la pregunta por la realidad es que cada uno de nosotros puede mirar las cosas a su manera, cada uno determina lo que es real: las cosas son lo que a mí me parecen ser. 

Como cada cosa me parece, así es para mí; y como parece a ti, así es para ti. 

― Protágoras, en Historia de la filosofía de Johannes Hirschberger 

Si las ideas de Protágoras giran en torno al relativismo, las de Gorgias rayan en el escepticismo extremo. Gorgias afirmó que nada existe y si algo existe no puede ser conocido, y si fuera cognoscible sería imposible comunicarlo a otros. 

De esta manera Gorgias no solo lleva el escepticismo por la verdad objetiva al extremo, sino que además elimina todo lugar para alguna verdad. Al respecto Platón dijo lo siguiente: 

¿Son al menos estos principios verdaderos? Si no, ¿Por qué los asegura Gorgias con tanta universalidad? 

― Platón, El Teeteto 

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