La naturaleza humana

Nada despierta más nuestra curiosidad por la naturaleza humana que la cercanía con los animales no humanos. Siempre nos hemos sentido únicos entre los animales, salvaguardando nuestra superioridad como especie, con una infinidad de argumentos a favor de la existencia de diferencias fundamentales entre nosotros y los animales. Por ejemplo, afirmamos que la razón, la cultura, el lenguaje, la moral y el uso de herramientas son características exclusivas de los humanos. 

La cuestión es que nunca había sido más difícil probarlo. Los últimos estudios científicos señalan que hay perros y cerdos capaces de resolver problemas haciendo uso del razonamiento lateral, una habilidad que se creía un privilegio humano. También indican que hay chimpancés y gorilas que dominan el lenguaje de señas, macacos que presentan un comportamiento ético ejemplar; focas y simios que utilizan herramientas y grupos de orcas que tienen diferentes dialectos y modelos culturales. Todo esto indica que no somos tan únicos después de todo, y los animales también son especiales. 

Ahora bien, si en verdad somos únicos ¿existe algo que nos diferencia de los animales y nos hace humanos?, con otras palabras, si pudiéramos pelarnos como a una fruta ¿encontraríamos algo que encierra y constituye el corazón de lo que somos y de quiénes somos, o no encontraríamos nada, sólo el vacío? 

Dignidad y descaro (Dignity and Impudence) de Sir Edwin Henry Landseer, 1839.

La idea de naturaleza humana

Para la filosofía contemporánea el concepto de naturaleza humana es fuente de un gran debate. Específicamente dentro de la filosofía de la biología, una rama de la filosofía de la ciencia. 

Los seres humanos no compartimos propiedades intrínsecas 

Para los críticos del concepto, la naturaleza humana es incompatible con la biología evolutiva moderna, en la medida en que es el resultado de la evolución. El filósofo de la ciencia David L. Hull argumenta que el tipo de variación que caracteriza a una especie determinada en un momento histórico determinado es «en gran medida accidental». 

Periódicamente, una especie biológica puede caracterizarse por uno o más caracteres que están distribuidos universalmente y limitados a los organismos que pertenecen a esa especie, pero tales estados de cosas son temporales, contingentes y relativamente raros. 

— David L. Hull, (enero de 1986). «Sobre la naturaleza humana». PSA: Actas de la Reunión Bienal de la Asociación de Filosofía de la Ciencia. 

Esto significa que como homo sapiens sapiens no compartimos propiedades intrínsecas. Más bien, somos parte de la especie en virtud de las relaciones con los otros miembros. 

Los seres humanos tenemos muchas propiedades en común como resultado de la evolución 

Para los defensores del concepto, el valor y la utilidad de la naturaleza humana depende esencialmente de cómo se interprete. El filósofo de la ciencia Edouard Machery ha propuesto que las críticas a la naturaleza humana solo se aplican a una noción específica de la naturaleza humana, y no a la «naturaleza humana en general». 

Machery distingue entre una noción esencialista de la naturaleza humana: 

La naturaleza humana es el conjunto de propiedades que son necesarias por separado y conjuntamente suficientes para ser humano. 

— Edouard Machery, Una súplica por la naturaleza humana. Psicología filosófica 

Y una noción nomológica de la naturaleza humana: 

La naturaleza humana es el conjunto de propiedades que los humanos tienden a poseer como resultado de la evolución de su especie. 

— Edouard Machery, Una súplica por la naturaleza humana. Psicología filosófica 

Machery anota que no podemos explicar la pertenencia a la especie humana mediante una definición o un conjunto de propiedades. Sin embargo, esto no significa que no tengamos una naturaleza. En su lugar, debemos pensar en la naturaleza humana como las muchas propiedades que los humanos tenemos en común como resultado de la evolución. 

La naturaleza humana es un conjunto de rasgos 

No existe una esencia inmutable claramente definida que nos caracterice. Las características que posee nuestra especie son el resultado de un proceso continuo de diferenciación evolutiva de otras especies de primates. Además, dicho proceso no ha terminado. 

En consecuencia, podemos entender la naturaleza humana como un conjunto de rasgos que cambian dinámicamente y, sin embargo, son lo suficientemente estables a lo largo del tiempo evolutivo para que los podamos reconocer con claridad. 

Por ejemplo, la mayoría de las especies poseen un lenguaje, incluso las bacterias se comunican entre ellas. Sin embargo, el lenguaje de nuestra especie posee una gramática compleja que ninguna otra especie ha desarrollado. 

Cabe aclarar que lo que llamamos esencia explica nuestros rasgos inherentes como seres humanos, pero no somos reducibles a esos rasgos. Una esencia tiene una existencia propia, y de hecho es, en cierto sentido, más real que los elementos que la componen. 

La pregunta por nuestra naturaleza

La pregunta por nuestra naturaleza esencial es la pregunta por el hombre en cuanto hombre, los factores que determinan nuestra conducta y la razón de nuestra dignidad. Esto es nuestro ser personal, nuestra libertad, racionalidad, espiritualidad y trascendencia, entre muchos otros aspectos. 

El hombre es el objeto mismo de la filosofía y según Kant, la pregunta ¿Qué es el hombre? resume el sentido de las otras tres «¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué puedo esperar?» 

La reflexión sobre el hombre es tan antigua como la filosofía misma. Desde siempre nos hemos interesado por aclarar el concepto que tenemos de nosotros mismos y de nuestra situación en el mundo. En la antigüedad la filosofía giró en torno a la noción de cosmos y reflexionó sobre el hombre en relación con la naturaleza. La filosofía medieval entendió al hombre como una parte del orden divino. Mientras que la filosofía moderna nos ha liberado de las ataduras de las concepciones naturales y sobrenaturales, dándonos una noción de sujeto y de individuo ligándonos a nuestras producciones, obras y relaciones con los demás. 

Ahora bien, biológicamente somos Homo sapiens sapiens, de la familia de los homínidos que comprende también a nuestros primos los simios africanos y a los orangutanes. Pero también somos racionales, sujetos morales, autónomos y libres con una rica vida interior o espiritualidad. 

No poseemos una idea unitaria del hombre 

El problema es que todavía estamos lejos de un concepto unitario de nosotros mismos, como explica Max Scheler, la palabra hombre evoca diferentes ideas que rivalizan entre sí: 

  1. Las ideas de la tradición judeocristiana: Adán y Eva, la creación, el paraíso, la caída. 
  2. Las ideas de la antigüedad clásica de que el hombre es hombre porque posee razón. Una tesis que sugiere que el universo entero tiene razón y nosotros participamos de ella, pero sólo nosotros entre todos los seres.
  3. Por último, ideas concebidas por la ciencia moderna de la naturaleza y por la psicología genética. Según estas ideas seríamos un producto final de la evolución del planeta Tierra.

Poseemos, pues, una antropología científica, otra filosófica y otra teológica, que no se preocupan una de otra. Pero no poseemos una idea unitaria del hombre. Por otra parte, la multitud siempre creciente de ciencias especiales que se ocupan del hombre, ocultan la esencia de éste mucho más de lo que la iluminan, por valiosas que sean.

― Max Scheler, El puesto del hombre en el Cosmos 

Somos un animal más

En sus obras El origen de las especies y El origen del hombre, Charles Darwin explica que las especies han cambiado con el paso del tiempo y se han transformado por selección natural, hoy llamada presión natural. 

Aun admitiendo que la diferencia entre el hombre y los animales que más se le aproximan, sea, en cuanto a la conformación corporal, tan grande como sostienen algunos naturalistas, y por más que debamos convenir en que la diferencia en fuerza mental sea inmensa, los hechos indicados en los capítulos precedentes afirman, a mi modo de ver, de la manera más evidente, que el hombre desciende de una forma inferior, aunque todavía no se hayan podido descubrir, hasta el presente, los eslabones de conexión intermediarios. 
[…] 
Habiéndose los organismos, por el camino de la selección natural, adaptado lentamente a seguir distintas líneas de vida, sus partes componentes se han diferenciado y especificado de más en más para llenar diversas funciones, por consecuencia de las ventajas que resultan de la división del trabajo fisiológico. Frecuentemente una misma parte parece haberse modificado primero con un objeto, y después de mucho tiempo tomar otra dirección completamente diversa, lo cual contribuye a hacer cada vez más complejas todas las partes. Pero cada organismo, a pesar de todo, conservará siempre el tipo general de la conformación del antecesor de que originariamente ha salido.

─ Charles Darwin, El Origen del Hombre 

Somos el fruto de un proceso 

La selección natural es un filtro que determina la supervivencia y la reproducción de los individuos mejor adaptados. De esta manera, nosotros somos un animal más, derivamos de otras especies, y las diferencias entre nosotros y los animales son fruto de la misma evolución biológica operante en toda la naturaleza. 

No podemos negar o ignorar la evidencia. Es un hecho que procedemos de otras especies anteriores, lo que se conoce como hominización. Además estamos sometidos a un cambio constante y a una continuidad. Por tanto, somos el conjunto de procesos biogenéticos y evolutivos. Esto significa que somos el fruto de un proceso, no somos una realidad encerrada en sí misma y definida para siempre. 

Somos el homo sapiens sapiens, fruto del proceso evolutivo de la especie del género homo, que habría comprendido tres especies: el homo sapiens, el homo erectus, y el homo habilis. 

Somos seres espirituales

Si bien estamos subordinados al concepto de animal y constituimos una parte del reino animal, existe otro concepto que se opone al concepto sistemático natural, al que Max Scheler se refiere como el concepto esencial del hombre. 

Somos los únicos que podemos elevarnos por encima de nosotros mismos. Nuestros rasgos propios son la capacidad consciente y reflexiva, moral y valorativa, libre y creadora. 

La palabra hombre designa, en efecto, asimismo un conjunto de cosas que se oponen del modo más riguroso al concepto de «animal en general» y, por lo tanto, también a todos los mamíferos y vertebrados […]. Es claro que este segundo concepto del hombre ha de tener un sentido y un origen completamente distintos del primero, que designa sólo un rincón muy pequeño de la rama de los vertebrados.

― Max Scheler, El puesto del hombre en el Cosmos 

Desde esta perspectiva, la naturaleza humana es exclusivamente espiritual. Por tanto, lo que nos distingue de los animales es nuestro espíritu. 

Somos un alma y un cuerpo

Tomás de Aquino (Santo Tomás) nos dice que poseemos una naturaleza doble. A saber, una naturaleza espiritual constituida por el alma racional y una naturaleza corporal unidas en un único ser. 

En esta unidad de cuerpo y alma somos persona humana. No obstante, debemos comprender el alma racional como único principio vital que ordena y se une al cuerpo, el vínculo con el mundo sensible o físico. Si bien el alma es la forma del cuerpo, no es la sola forma del cuerpo que muere con él, el alma le da el ser y la individualidad. 

Para Santo Tomás el alma es principio de vida vegetativa, sensitiva e intelectual y es inmortal e incorruptible. Por consiguiente, no somos ni solo alma ni solo cuerpo, somos un compuesto de alma y cuerpo. Pero existimos y somos individuos gracias al alma. Asimismo, el alma es la primera actividad, es decir, el primer acto de un organismo vivo capaz de vivir. 

El alma es el fundamento del conocer y el moverse entendidos como indicadores de la vida y no como la vida misma. Ella se une al cuerpo y organiza sus elementos, así lo que antes era inanimado cobra vida. De esta manera se manifiesta plenamente como el acto primero dador de ser

Por cuerpo que tiene vida se entiende la sustancia compuesta viviente, y el compuesto no se pone en la definición de la forma. En cambio, la materia del cuerpo que vive está, respecto a la vida, en la relación de potencia a acto: eso es el alma, al acto por el cual vive el cuerpo. 

― Tomás de Aquino, In tres libros de Anima II, 1 

Somos un ser racional que fundamenta su dignidad humana en la capacidad de razonar 

Santo Tomás también nos dice que no somos una cosa sino una persona que sabe que es persona. Con otras palabras, somos personas racionales y libres con la capacidad de existir por sí mismas. Somos tanto un cuerpo como un alma racional capaces de comprender y tomar decisiones libremente, capaces de distinguir lo verdadero de lo falso, lo bueno y lo malo y de escoger. 

Podemos realizar abstracciones, deducir e inferir, y podemos pensar conceptos universales. Sin la razón dejaríamos de ser lo que somos porque es una parte esencial nuestra. 

Características que tenemos en común

A lo largo de la historia grandes mentes han dedicado sus esfuerzos a responder la pregunta por nuestra naturaleza esencial, esbozando un mapa de características que tenemos en común:

Tradición Judeocristiana: somos amor 
Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Esto significa que somos autoconscientes y tenemos la capacidad de amar libremente, características del mismo Dios. 

Platón: somos un alma racional 
Somos producto de la unión provisional entre el alma y el cuerpo. Esto es, un alma racional atada a un cuerpo sensible, del cual buscamos separarnos para regresar a nuestro estado original de perfección. 

Aristóteles: somos animales racionales 
Para Aristóteles somos un animal que piensa, es decir, seres vivos dotados de razón. Así, lo que nos diferencia de los demás animales es nuestra capacidad de raciocinio. 

Feuerbach: somos seres sensibles 
Dios no es lo que somos y no somos lo que es Dios. Nosotros creamos a Dios, lo humano es lo divino. Esto significa que la razón, el amor y la voluntad son nuestra esencia absoluta como seres humanos y el objeto de nuestra existencia. 

Marx: somos sociales e históricos 
La forma de producción de la vida material determina el desarrollo social, político e intelectual de la vida. No es nuestra conciencia la que determina nuestra manera de ser, sino que es nuestra manera de ser social la que determina nuestra conciencia. 

Nietzsche: somos expansión y transformación 
La naturaleza humana no es fija y consiste en la continua autosuperación, todo lo que no se transforma decae y se pervierte. Por tanto, no trascenderse es decaer. 

Heidegger: somos existencia 
Todas las cosas forman parte de la vida y dependen de ella, por tanto, la vida es la única realidad autónoma. La vida abarca todo lo que existe y no necesita de nada para justificar su existencia. 

Plessner: somos personas en la medida en que somos miembros de un mundo participado 
Para Plessner somos tanto espíritu como naturaleza. Pero no están cada uno por su lado, sino más bien se trata de una relación: la relación que tenemos con nuestro cuerpo. 

Cassirer: somos animales simbólicos 
No siempre somos racionales, más bien somos animales simbólicos viviendo en un universo simbólico, es decir, un ámbito cultural que asume el mundo físico. 

Sartre: somos seres libres 
Somos un yo condenado a hacerse y, por lo mismo, condenado a ser libre. 

Conclusión

Es un hecho que derivamos de otras especies. No obstante, las diferencias entre nosotros y los animales son fruto de la misma evolución biológica operante en toda la naturaleza. Esto significa que somos un animal más con todo lo que eso implica. Sin embargo, también somos una suerte de centro activo en que el espíritu se caracteriza por su libertad, objetividad y conciencia de sí. 

Por consiguiente, podemos decir que somos más que un cuerpo, somos un ser racional que fundamenta su dignidad humana en la capacidad de razonar. 


Arte | Dignidad y descaro (Dignity and Impudence) de Sir Edwin Henry Landseer, 1839. Se encuentra en TATE, la Galería Nacional de arte británico y arte moderno en Inglaterra. 

«Landseer llama la atención sobre las características ‘humanas’ de los perros: la mirada conmovedora y la gentil dignidad del sabueso contrastan con la expresión traviesa del pequeño terrier. Además, el perro más grande está pintado con texturas suaves y abigarradas, mientras que el perro más pequeño cobra vida con algunas pinceladas punzantes y expresivas.» (TATE)