La ética es el proceso de cuestionar, descubrir y defender nuestros valores, principios y propósitos. Y es, precisamente, en este proceso que la ética define la mejor opción y nos ayuda a tomar la mejor decisión.
Siempre que tomamos una decisión teníamos la opción de tomar otra completamente diferente. Justamente, esto es así porque somos libres, siempre podemos elegir entre el sí y el no. Lo único que nos impide ir en una dirección somos nosotros mismos: nuestra elección de hacer lo contrario.
Lo único que nos impide saltar al abismo somos nosotros mismos
Por abismo entendemos un profundo vacío, esto es un agujero muy profundo que parece no tener fondo. Tradicionalmente, el abismo se refería al pozo sin fondo del Infierno. En nuestros días puede referirse tanto a un abismo literal como a uno figurado, donde nos vemos enfrentados a tomar una decisión de vida trascendental con gran incertidumbre. Sin embargo, cuando hablamos de abismo en la filosofía moral, también nos referimos al abismo alegórico que representa el mal:
Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti.
— Nietzsche, Más allá del bien y del mal
Es un hecho que podemos saltar al abismo y lo único que nos impide saltar somos nosotros mismos.
La ética nos permite definir cuál sería la mejor opción
La ética nos ayuda a tomar la mejor decisión basándonos en la propia conciencia de todas las posibilidades y formas en que podríamos actuar.
- Los valores nos dicen lo que es bueno: las cosas por las que nos esforzamos, deseamos y buscamos proteger.
- El propósito es nuestra razón de ser: lo que le da vida a nuestros valores y principios.
- Los principios nos dicen qué es lo correcto: lo que nos indica cómo podemos o no alcanzar nuestros valores.
- La ética define la mejor opción: aquella opción que mejor logra lo bueno, lo correcto y acorde con la naturaleza de las cosas en cuestión.
La belleza de la ética está en la autenticidad de nuestros actos, al asumir la responsabilidad de nuestras creencias y nuestras acciones para vivir una vida que sea nuestra. Aun cuando tomar decisiones éticas no es divertido ni fácil, si nos comprometemos con ello nos sentiremos más cómodos en la propia piel. No obstante, lo más importante es que tendremos fe en el futuro hasta más allá de la propia muerte.
Arte | La muerte de Sócrates (La Mort de Socrate) de Jacques-Louis David, 1787. La obra representa la escena de la muerte del filósofo griego Sócrates, condenado a morir bebiendo cicuta. La pintura se encuentra en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, The MET.
Acusado por el gobierno ateniense de renegar de los dioses y corromper a la juventud con sus enseñanzas, Sócrates fue obligado a elegir entre renunciar a sus creencias o ser sentenciado a beber la cicuta. David lo retrata discurseando serenamente sobre la inmortalidad del alma con sus afligidos discípulos. El cuadro, cuyo héroe estoico se basa a grandes rasgos en el Fedón de Platón, quizá sea el más perfecto manifesto neoclásico de David. El grabador y editor John Boydell escribió a sir Joshua Reynolds que era «el mayor logro artístico desde la Capilla Sixtina y las estancias de Rafael… Esta obra hubiera hecho honor a la Atenas de Pericles». (The MET, Museo Metropolitano de Arte de Nueva York)