Humildad

La humildad es la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos, con nuestra propia bondad y limitaciones. 

Sinónimos 

Nobleza, templanza, autenticidad, pragmatismo, modestia, compostura, naturalidad, serenidad, prudencia, frugalidad, recogimiento, pudor, recato, discreción, paciencia, moderación, suavidad, sencillez, sobriedad, timidez, mansedumbre. 

Etimología 

La palabra humildad proviene del latín humilitas. El sufijo -itas indica cualidad de ser. Humilitas deriva de humilis, bajo, cercano al suelo o que está sobre él. A su vez, humilis viene de humus que significa suelo, tierra. El origen de la palabra nos lleva a entender la humildad como la toma de conciencia de nuestras limitaciones, y como la liberación de lo trivial para poder desarrollar lo esencial. Por esta razón, la expresión sincera de humildad es signo de tener los pies sobre la tierra, de lucidez y de fuerza interior. 

Definición 

La definición actual de la Real Academia de la Lengua Española, también conocida por sus siglas RAE, precisa la humildad como la «virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento». 

Introducción 

La humildad es una virtud fundamental en todos los marcos éticos y teológicos antiguos. Sin embargo, hoy día, nos preocupa más la autorrealización y la mejora de nuestra autoestima que la comprensión de nuestras fortalezas y debilidades como lo hicieron los antiguos. 

  • Para Confucio la humildad encerraba el bien social por encima de la satisfacción de nuestras aspiraciones individuales. 
  • Sócrates enseñó una forma de humildad intelectual que reconoce libremente las lagunas en nuestro conocimiento. 
  • Aristóteles entendió la humildad como una virtud moral que evita la distorsión y los extremos. 
  • Mientras que para Santo Tomás de Aquino la humildad es importante porque hace que estemos abiertos a la gracia de Dios. 

Desconocemos el verdadero significado de la humildad 

Si no sabemos qué es la humildad o la definimos únicamente desde determinados aspectos como la frugalidad, el pudor o la mansedumbre no es extraño que no nos resulte atractiva. 

Lo primero que debemos comprender es que los rasgos visibles de la humildad como la frugalidad, el pudor, la sumisión o la modestia en ningún caso se refieren a una debilidad de carácter. Todos estos rasgos propios de la humildad provienen de comprender nuestro lugar en el orden más amplio de las cosas. 

La humildad es mucho más que la conciencia de la apreciación de las cosas y el no deseo -consciente o no- de lo material. Es mucho más que el rasgo de carácter que describe una baja aspiración o necesidad de reclamos, incluso si ello diera lugar a una ventaja o ganancia. La humildad abarca todo lo que somos y la realidad en su totalidad. Por eso siempre será la virtud entre virtudes. 

Descripción 

Cuando hablamos de humildad nos referimos a la virtud de la moral noble y prudente, una virtud de equilibrio que nos permite vivir en armonía con nosotros mismos y por ende con los demás. La filosofía define esta virtud como la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos, con nuestra propia bondad y limitaciones. 

El fundamento de la humildad somos nosotros mismos, nuestra individualidad. En principio, se trata de una actitud equilibrada que proviene de comprender nuestro lugar en el orden más amplio de las cosas: la realidad. Por tanto, somos humildes cuando nos conocemos y comprendemos nuestras necesidades, limitaciones y cómo reaccionamos ante los demás.

La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes. No en vano es la virtud más exigente, ya que requiere la autoconciencia precisa de las propias fortalezas y debilidades. 

Aquello por lo que las demás virtudes se afianzan parece que es virtud principalísima. Pero tal es la humildad, pues dice San Gregorio que quien posee las demás virtudes sin la humildad es como quien lleva pajas contra el viento. Luego parece que la humildad es la virtud principalísima.

— Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, 1 q.61 

Modestia y humildad no son lo mismo 

Muchos teóricos tratan la modestia y la humildad como términos intercambiables como si se tratara del mismo fenómeno. Sin embargo, para algunos se trata de conceptos muy diferentes como Santo Tomás de Aquino, que considera que tanto la modestia como la humildad son tipos de templanza. 

Ahora bien: el modo de la templanza, que le da mayor nobleza, es el freno o represión del ímpetu de alguna pasión. Por eso se consideran partes de la templanza todas las virtudes que frenan o reprimen el ímpetu de algunos afectos o acciones, y así como la mansedumbre reprime el movimiento de ira, la humildad reprime el movimiento de esperanza, que es el movimiento del espíritu que tiende hacia las cosas grandes. Por eso, al igual que la modestia, se considera a la humildad como parte de la templanza.

— Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, 2 q.161 

La modestia es un aspecto de la humildad 

La modestia y la humildad están estrechamente relacionadas. Pero al tomar en consideración sus contrarios y su etimología observamos que no son lo mismo. Lo opuesto a la humildad es la soberbia, lo opuesto a la modestia es la vanidad o presumir demasiado. Además, la humildad proviene de la raíz latina humus, que significa tierra. Mientras que la modestia proviene de la raíz latina modestus, que significa moderado. 

En pocas palabras, la modestia es la cualidad de no hablar o no intentar que la gente note nuestras habilidades y logros. En tanto que la humildad es la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos, con nuestra propia bondad y limitaciones. La diferencia está en que la modestia tiene un dominio externo y la humildad es interna y privada. Podemos decir que la modestia es un aspecto de la humildad. Por tanto, una persona humilde también es modesta. 

La paradoja de la humildad 

Para que una virtud sea una virtud es necesario que seamos conscientes de la acción a la que estamos comprometidos. Por ejemplo, una persona justa suele pensar que actúa con justicia. No obstante, con la humildad sucede algo interesante que la filosofía llama extrañeza de la autoatribución. A diferencia de la persona justa que sabe que actúa con justicia, una persona humilde no sabe que actúa con humildad. 

Algunos filósofos sostienen que la humildad requiere cierto grado de ignorancia. Porque afirmar ser humilde es una falta de humildad. La persona humilde no sabe que es humilde. De hecho, la oración «soy humilde» es algo claramente soberbio de decir. 

Falsa humildad 

Hay personas que no son humildes, pero actúan como si lo fueran. Por ello, no debemos fiarnos solo del comportamiento que podemos ver a simple vista. Para distinguir la humildad de la falsa humildad es importante prestar atención a ciertos estados mentales, además de su manifestación externa. 

La falsa humildad, de la cual dice San Agustín, en una carta, que es gran soberbia, porque parece que busca la excelencia de la gloria. Pero a veces se hace por un movimiento interno del alma, en cuyo caso la humildad se considera como virtud propiamente dicha, porque la virtud no consiste en manifestaciones externas, sino principalmente en la decisión interna de la mente, como afirma el Filósofo en Ética.

— Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, 2 q.161 

Cuando se trata de la humildad como ocurre con muchas cosas en la vida es importante confiar, pero es mejor verificar. En la verdadera humildad hay una ausencia de ego, que, si prestamos atención, descubriremos que se manifiesta en una postura empática en relación con el otro. Porque la humildad tiene que ver con el verdadero servicio, no con la autocomplacencia. 

Humildad pública 

La humildad pública a menudo se describe como falsa, hecha solo por las apariencias y para convencer a extraños o conocidos de la propia humildad. 

En el mundo actual impulsado por las redes sociales esto aparece en la forma de un humilde fanfarrón, como un tweet de Twitter, una publicación de Instagram o una publicación de Facebook que presume de algo mientras retrata el acto como humilde. 

Humildad cristiana 

En el contexto religioso la humildad es la práctica espiritual de dejar ir la irreflexión y la arrogancia, a través del conocimiento que tenemos de nosotros mismos en relación con Dios. 

La humildad se opone a la soberbia. Pero ésta se ocupa principalmente de cosas pertenecientes al conocimiento, ya que dice San Gregorio, en XXXIV Moral., que la soberbia, cuando se transmite a todo el cuerpo, se trasluce primeramente a través de los ojos. Por eso se dice en el salmo 130,1: Señor, mi corazón no se ha ensoberbecido ni mis ojos se han engreído. Como los ojos están ordenados, ante todo, al conocimiento, parece que la humildad tiene como objeto principal el conocimiento que se tiene de sí mismo y que se estima pequeño.

 — Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, 2 q.161 

La verdadera humildad cristiana se basa en la naturaleza de Dios y está encarnada en Cristo. Jesús manifiesta humildad desde su nacimiento hasta su crucifixión. Filipenses 2:7-8 dice, [Jesús] se despojó a sí mismo y tomó forma de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 

La humildad de Cristo se manifiesta en el servicio a la humanidad y su sumisión ante Dios 

La abnegación y la mansedumbre son rasgos justos para servir la voluntad de Dios. Al respecto, Soren Kierkegaard anotó que la persona soberbia siempre quiere hacer lo grandioso: «Pero como quiere hacerlo con sus propias fuerzas, no está luchando con el hombre, sino con Dios». 

Para ser humildes según la fe cristiana debemos tener fe en que Dios nos guiará en la mejor manera de vivir. Para ello, debemos apoyarnos en el entendimiento, la sabiduría y la divinidad de Dios para mostrarnos el camino. 

Confía en el SEÑOR con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento.

— Proverbios 3:5 

Ahora bien, la humildad cristiana no es del agrado de todos, precisamente porque está ligada al recogimiento, abnegación, pudor, sencillez y mansedumbre, cosas que chocan con nuestros deseos de autorrealización. La humildad cristiana solo la podemos comprender desde un conocimiento profundo de Dios, como la verdad última que es. Sin embargo, los antiguos teólogos todavía pueden ayudarnos a evitar la arrogancia y la pretensión. 

Humildad budista 

Para el budismo la iluminación solo puede llegar después de la humildad. Esto es, salir de la ignorancia y darnos cuenta de nuestras limitaciones, porque solo así podremos ver la verdad. 

Los oscurecimientos emocionales y cognitivos impiden nuestra liberación y nuestra iluminación. Para el budismo es el deseo de beneficiar a los demás lo que le da a nuestra comprensión de la Vacuidad la fuerza para atravesar estos dos oscurecimientos y alcanzar la iluminación. 

Siempre que esté en compañía de otros, me veré como el más insignificante entre ellos, y desde lo más profundo de mi corazón apreciaré a los demás como supremos.
— Langri Tangpa, Ocho versos del entrenamiento de la mente, verso 2 

Desde luego necesitamos tener un equilibrio entre cuidar nuestras propias necesidades y las de los demás. Sin embargo, tenemos que diferenciar entre nuestros objetivos personales egoístas y nuestro anhelo de trascendencia.

Según el budismo, experimentamos la humildad cuando reconocemos las ambiciones egoístas como ilusiones, y nos concentramos en cultivar la mente para alcanzar el Nirvana. Así, cuando experimentamos la Vacuidad y el no-yo últimos (desinterés), estamos libres de sufrimiento, vejaciones y todas las ilusiones de autoengaño. 

Este estado de iluminación se caracteriza por la humildad, la compasión y la sabiduría. 

Humildad taoísta 

La humildad es uno de los conceptos éticos más esenciales del taoísmo. Se trata de algo más grande que una virtud, porque es la realidad misma: la manifestación por excelencia del papel del Tao. 

Crear sin reclamar, 

Hacer sin tomar crédito, 

Guiar sin interferir, 

Esta es la Virtud Primordial. 

— Lao Tse, Tao Te Ching, LI

En el Tao Te Ching, Lao Tse formula el concepto wu-wei que significa no acción o acción sin esfuerzo, un hacer sin hacer. Lao Tse enfatiza que el lado dominante debe ejercitar el autocontrol y el compromiso al negociar la relación entre el Tao eterno y las «diez mil cosas», refiriéndose al mundo material. 

Todas las cosas fluyen del Tao, todo sigue una racionalidad del ser. Todos los seres humanos somos parte del todo en el sentido más estricto. Por consiguiente, como cosas, no estamos libres de las limitaciones de la naturaleza. 

Como cosas, estamos lejos de ser perfectos. Tenemos un papel limitado que desempeñar en el destino de la humanidad en su conjunto. Al no comprender nuestras limitaciones, el resultado inevitable es la visión estrecha de la arrogancia, la vanidad y la exclusión mutua. 

La humildad es la verdadera posición invencible 

Alcanza la total vacuidad 

para conservar la paz. 

De la aparición bulliciosa de todas las cosas, 

contempla su retorno. 

Todos los seres crecen agitadamente, 

pero luego, cada una vuelve a su raíz. 

Volver a su raíz es hallar el reposo. 

Reposar es volver a su destino. 

Volver a su destino es conocer la eternidad. 

Conocer la eternidad es ser iluminado. 

Quien no conoce la eternidad 

camina ciegamente a su desgracia. 

Quien conoce la eternidad 

da cabida a todos. 

Quien da cabida a todos es grandioso. 

Quien es grandioso es celestial. 

Quien es celestial es como Tao. 

Quien es como el Tao es perdurable. 

Aunque su vida se extinga, no perece. 

— Lao Tse, Tao Te Ching, XVI 

Lo más importante es ajustar constantemente nuestra postura y permanecer con humildad, que es la verdadera posición invencible, la mejor forma de vivir y comportarse. 

Soberbia y humildad 

Desde Confucio pasando por Santo Tomás de Aquino hasta Cervantes, la humildad era concebida como la base y fundamento de todas las virtudes. Así de importante era. Pero con el paso del tiempo, poco a poco, la hemos reemplazado por su contrario: la soberbia. El peor de los orgullos. 

Este no es el orgullo que un padre siente por un hijo que ha trabajado duro en algo, tampoco es el orgullo que siente el alpinista al conquistar la cumbre de la montaña. Este es el orgullo ostentoso, engreído, vanidoso, autoritario que, incluso, puede estar lleno de desprecio por los que se consideran inferiores o indignos. 

Soberbia y humildad son dos rasgos de carácter que se contrastan entre sí. Una persona soberbia siempre se considera superior a los demás, mientras que una persona humilde nunca piensa que es mejor que otras personas. 

La tendencia de nuestra época 

La soberbia forma parte de la vanidad de estos tiempos. No hay que ir muy lejos para darnos cuenta que estamos rodeados de personas que creen que son mejores, más inteligentes, más bellas o más importantes que otras personas. De hecho, las muestras de superioridad -social, física o intelectual- son la norma dentro y fuera de las redes sociales. Obviamente, la línea entre el amor propio sano y la soberbia es cada vez más delgada. 

Decía Santo Tomás de Aquino que la humildad reprime el apetito para que no aspiremos a las cosas grandes sin contar primero con «la recta razón». Sin embargo, muchas personas están convencidas que son merecedoras de absolutamente todo lo que desean sin pensar mucho al respecto. También las hay convencidas que están destinadas a grandes cosas y que deben sobresalir para lograrlo, sin pensar mucho en la ética del cómo. La humildad no es una virtud que se aplique de ninguna manera. 

Una rareza 

Al inicio de la pandemia de COVID-19 filósofos y teólogos coincidieron en la importancia de la humildad para superar la crisis. Años más tarde, podemos constatar que la humanidad tiene problemas para desarrollar humildad. Pese a la crisis, a simple vista se cuentan muchas tendencias preocupantes como la arrogancia, la codicia y el egocentrismo (con consecuencias devastadoras para nuestras democracias y nuestro planeta). 

La autenticidad nos aleja de lo no-auténtico

El conocimiento de uno mismo es la verdad y es distinto de la identidad, que muchas veces uno cree que es y resulta que no es. Con la verdad de nosotros mismos derrotamos el miedo y la inseguridad, porque la verdad es más poderosa que la espada.

Cuando nos conocemos y actuamos conforme a nuestras fortalezas y debilidades somos auténticos. Tomamos conciencia de que somos cada paso que damos y comprendemos que todos los pasos juntos revelan nuestro camino. Se trata de lo que somos y las consecuencias de eso que somos. Es la verdad de nosotros mismos. Sin esa autenticidad todas las demás virtudes pierden su valor. 

Asimismo, al conocernos y conocer la realidad -de forma automática- dejamos de tomar demasiado en serio nuestros deseos, éxitos o fracasos. Es la humildad la que lleva a los místicos a los claustros en las cimas de las montañas más alejadas, a los filósofos a cabañas en medio de la nada y a los poetas a abrazar la soledad y el silencio. La autenticidad implícita en la humildad nos aleja de lo no-auténtico. 

Básicamente, se trata de la moderación del espíritu 

La humildad se manifiesta en la justicia, la transparencia y la amabilidad en la forma en que tratamos a los demás. Pero se expresa desde el silencio de la sabiduría. La humildad no tiene nada que decir, explicar o enseñar. Porque no tiene nada que probar o demostrar. Siempre hay alguien o algo que nos pone a prueba. Sin embargo, cuando nos conocemos no necesitamos probar nada. 

Al respecto encontramos un proverbio chino que dice: «Quien monta un tigre tiene miedo de desmontar». La persona que monta un tigre es soberbia, la persona humilde sabe que la libertad debe equilibrarse con la conducta prudente. 

Ser humilde es vivir modestamente por una causa, sin pretensiones, libre de ostentación y con los pies sobre la tierra.