Heidegger: qué hace que el arte sea arte

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La idea de lo que puede ser el arte cambia con el tiempo, por ejemplo, la idea de la belleza del renacimiento no es la misma idea de la abstracción del cubismo o la idea detrás del poder de la propaganda política. No obstante, pese a los cambios debe haber alguna característica fundamental sobre la que descanse todo arte. Martin Heidegger comienza su ensayo El origen de la obra de arte con la pregunta de cuál es la fuente de una obra de arte, abordando así la cuestión de qué constituye el arte como arte. 

Origen significa aquí aquello a partir de donde y por lo que una cosa es lo que es y tal como es. Qué es algo y cómo es, es lo que llamamos su esencia. El origen de algo es la fuente de su esencia. La pregunta por el origen de la obra de arte pregunta por la fuente de su esencia. Según la representación habitual, la obra surge a partir y por medio de la actividad del artista. Pero ¿por medio de qué y a partir de dónde es el artista aquello que es? Gracias a la obra; en efecto, decir que una obra hace al artista significa que si el artista destaca como maestro en su arte es únicamente gracias a la obra. El artista es el origen de la obra. La obra es el origen del artista. Ninguno puede ser sin el otro. Pero ninguno de los dos soporta tampoco al otro por separado. El artista y la obra son en sí mismos y recíprocamente por medio de un tercero que viene a ser lo primero, aquello de donde el artista y la obra de arte reciben sus nombres: el arte.

 ― Martin Heidegger, El origen de la obra de arte

Verdad y belleza 

Debido al punto de vista cartesiano de la persona humana como sustancia pensante y el mundo como sustancia ampliada, durante mucho tiempo concebimos el mundo como recipiente de personas, hasta que Martin Heidegger rechaza esta postura para defender una visión más profunda, donde las personas y el mundo compartimos una relación mucho más dinámica e íntima: nuestro estado natural es semejante a un ser-en-el-mundo

En otras palabras, no somos sujetos pensantes puestos en el mundo para conocerlo, somos el mundo y el mundo pertenece a nuestra estructura. Esto significa que somos todo lo que llegamos a ser en el mundo y con el mundo, porque ser es ser con el mundo y con los otros

En razón de este concomitante «ser en el mundo» es el mundo en cada caso ya siempre aquel que comparto con los otros. El mundo del «ser ahí» es un «mundo del con». El «ser en» es «ser con» otros. El «ser en sí» intramundano de éstos es «ser ahí con». 

― Martin Heidegger, El ser y el tiempo 

La verdad como revelación 

El interés principal de Heidegger no está en la estética del clasicismo, la belleza, sino en la relación entre el arte y la verdad. Sin embargo, la belleza resulta ser una de las formas esenciales en que la verdad «se pone en acción». 

No podemos separar las cuestiones relativas a la verdad de las cuestiones relativas al ser, y al ser nuestro estado natural un ser–en–el–mundo la verdad no se fundamenta en las cosas en sí, sino en el ser en sí.  

Verificar la verdad acerca de algo no es un proceso de representación, como pensaba Schopenhauer, es decir, que todo cuanto conocemos sucede y existe sólo en nuestras conciencias, sino más bien se trata de un proceso de descubrimiento o revelación. 

Según Heidegger no estamos en el mundo como está un florero encima de una mesa, sino que nuestra forma de estar en el mundo es un estado de apertura (Erschlossenheit) al mundo. Esto significa que si algo se revela a sí mismo podemos aprender de la verdad sobre ese algo. Sin embargo, sólo cuando nos abrimos proporcionamos algún lugar para que la verdad ocurra. 

Dado que nuestra actitud hacia el mundo es fundamental, Heidegger recomienda otras clases de pensamiento más poéticas. La poesía se ocupa del ser por lo que la verdad sólo puede expresarse poéticamente. Igualmente, el pensamiento debe expresarse poéticamente porque la poesía es la palabra de la verdad. 

El proyecto poético de la verdad, que se establece en la obra como figura, tampoco se ve nunca consumado en el vacío y lo indeterminado. Lo que ocurre es que la verdad se ve arrojada en la obra a los futuros cuidadores, esto es, a una humanidad histórica. Ahora bien, lo arrojado no es nunca una desmesurada exigencia arbitraria. El proyecto verdaderamente poético es la apertura de aquello en lo que el Dasein ya ha sido arrojado como ser histórico. Aquello es la tierra y, para un pueblo histórico, su tierra, el fundamento que se cierra a sí mismo, sobre el que reposa con todo lo que ya es, pero que permanece oculto a sus propios ojos. Pero es su mundo, el que reina a partir de la relación del Dasein con el desocultamiento del ser. Por eso, todo lo que le ha sido dado al ser humano debe ser extraído en el proyecto fuera del fundamento cerrado y establecido expresamente sobre él. Sólo así será fundado como fundamento que soporta. 

― Martin Heidegger, El origen de la obra de arte 

Por otra parte, las cosas son manifestaciones únicas del ser, y es precisamente este ser de las cosas lo que nos permite el vínculo con el mundo. 

¿Qué sucede aquí? ¿Qué se lleva a cabo en la obra? El cuadro de Van Gogh es la divulgación de lo que el material, un par de zapatos de campesino es en verdad.  Esta entidad emerge en la revelación de su ser. Los griegos llamaban aletheia a la revelación de los seres. Nosotros le llamamos “verdad”… Si ocurre en la obra la revelación de un ser en particular, entonces al revelar cómo es y qué es, se produce un acontecimiento, un suceso de verdad. 

― Martin Heidegger, El origen de la obra de arte

Heidegger: ¿Qué hace que el arte sea arte? 

Heidegger explica la esencia del arte en términos de los conceptos de ser y verdad sobre la base de dos tesis: 

  1. «La verdad se ha puesto en acción» en la obra de arte. 
  2. La esencia del arte consiste en el «fundamento de la verdad», que «fundamenta la historia».

Lo que la obra de arte hace es preservar la verdad en la obra, «la verdad llega a ser, es decir, se vuelve histórica». Heidegger está convencido que, en su máxima expresión, el arte «fundamenta la historia» al «permitir que brote la verdad». Un pensamiento similar al de John Keats en Oda a una urna griega, integrando así la verdad y la belleza en una obra de arte. 

En la obra de arte la verdad de una entidad se ha puesto a trabajar… Determinada entidad, un par de zapatos de campesino, surgen en la obra para permanecer en la luz de su ser… La obra de arte abre a su manera el Ser de los seres. Esta apertura, es decir, esta revelación o, lo que es lo mismo, la verdad de los seres se lleva a cabo en la obra. En la obra de arte, la verdad de aquello que es se ha puesto por sí misma a trabajar. El arte es la verdad poniéndose a trabajar.

― Martin Heidegger, El origen de la obra de arte 
Un par de zapatos por Vincent Van Gogh, 1886.

La esencia de la obra de arte 

Heidegger explica que la esencia de la obra de arte radica en el hecho de que configura un mundo, y al hacerlo crea la tierra: «Levantar un mundo y traer aquí la tierra son dos rasgos esenciales del ser-obra de la obra. Ambos pertenecen a la unidad del ser-obra».

Ahora bien, la tierra de Heidegger la podemos comprender como algo que conforma todo lo que nos rodea, y le da a nuestra realidad un contexto para que ordenemos nuestro lugar en el mundo. La cuestión es que nunca podemos ver esta tierra por lo que es, excepto cuando se presenta en una obra de arte. Porque «la obra sostiene y lleva a la propia tierra a lo abierto de un mundo. La obra le permite a la tierra ser tierra».

Pero tierra y mundo están en conflicto y la consumación de este conflicto tiene lugar en la obra de arte. Entonces, solo vemos la tierra en el arte porque se opone a un mundo: hay una tensión evidente entre los dos. La disputa es entre aclarar y ocultar y por lo tanto es una disputa primaria. Como proceso, este conflicto se lleva a cabo poniendo la verdad en acción, creando así la verdad al mismo tiempo. 

Este enfrentamiento entre el mundo y la tierra es un combate. […] Sin embargo, en el combate esencial, los elementos en lucha se elevan mutuamente en la autoafirmación de su esencia.  

― Martin Heidegger, El origen de la obra de arte

La tensión entre el mundo y la tierra

Heidegger explica este enfrentamiento entre el mundo y la tierra en la obra de arte al hablar de un templo griego como una obra de arte monumental: 

Allí alzado, el templo reposa sobre su base rocosa. Al reposar sobre la roca, la obra extrae de ella la oscuridad encerrada en su soporte informe y no forzado a nada. Allí alzado, el edificio aguanta firmemente la tormenta que se desencadena sobre su techo y así es como hace destacar su violencia. El brillo y la luminosidad de la piedra, aparentemente una gracia del sol, son los que hacen que se torne patente la luz del día, la amplitud del cielo, la oscuridad de la noche. Su seguro alzarse es el que hace visible el invisible espacio del aire. […] La tierra es aquello en donde el surgimiento vuelve a dar acogida a todo lo que surge como tal. En eso que surge, la tierra se presenta como aquello que acoge. La obra templo, ahí alzada, abre un mundo y al mismo tiempo lo vuelve a situar sobre la tierra, que sólo a partir de ese momento aparece como suelo natal. 

― Martin Heidegger, El origen de la obra de arte 

Al ver el templo como una obra de arte experimentamos el mundo que crea y nos dice que está hecho de algo, crea una unidad entre las rocas y el templo, pero aún sabemos que son rocas. Al observar el templo las rocas nos deslumbran. Así, su verdadera naturaleza se revela en la tensión entre las rocas que intentan ser un templo, pero permanecen enraizadas como tierra

El arte nos permite ver tanto el mundo como la tierra existiendo juntos en la obra de arte, y al hacerlo podemos ver que el mundo que se muestra está conectado con nuestro propio mundo. 

Para Heidegger la obra de arte no es una simple representación de cómo son las cosas. Más bien la obra de arte nos permite una comprensión compartida de nuestra cultura o de cualquier cultura. Somos ser con el mundo y con los otros, estamos arraigados a una tierra nativa que nos conecta con las culturas de todos los que han vivido antes que nosotros. En consecuencia, lo que significa existir cambia inherentemente cada vez que se crea una nueva obra de arte. 


Arte | Naturaleza muerta, Un par de zapatos por Vincent Van Gogh, 1886. Se encuentra en el Museo Van Gogh, Ámsterdam, Países Bajos.