Hegel: el Estado sabe lo que nos conviene 

George Wilhelm Friedrich Hegel nos da una perspectiva diferente del poder del Estado: éste sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene. En el lado opuesto de Locke y Rousseau, quienes se podrían considerar como pro derechos naturales, se encuentra Hegel, para quien el problema no era el individuo sino el devenir de la historia. 

Según el sistema hegeliano no tiene sentido pensar que nuestros derechos son independientes del Estado. Somos individuos culturales y una cultura es la realización del Absoluto. Por tanto, no hay cabida para nosotros concebidos como personas humanas independientes. 

Esto se asemeja a la idea de Aristóteles de «zóon politikón», en la que no podemos vivir fuera de la vida cultural de la polis. 

El poder del Estado es, lo mismo que la sustancia simple, la obra universal, -la cosa absoluta misma en que se enuncia a los individuos su esencia y que en su singularidad sólo es, simplemente, conciencia de su universalidad; -y es, asimismo, la obra y el resultado simple, del que desaparece el hecho de provenir de su acción; permanece como la base absoluta y la subsistencia de todos sus actos. Esta simple sustancia etérea de su vida es, mediante esta determinación de su inmutable igualdad consigo misma, ser, y con ello, solamente ser para otro.

― Hegel, Fenomenología del Espíritu

La realidad como Idea Absoluta 

Hegel partió de la reflexión de la realidad misma considerada globalmente, y concebida como el proceso de desarrollo total de todo lo que existe. A esta realidad la denominó Absoluto y debe comprenderse como idea, siendo la naturaleza y el espíritu formas sucesivas. 

Para Hegel «lo verdadero es el todo» y el todo o Absoluto es devenir o lo que es lo mismo, resultado. Pero lo que existe en devenir no es sólo idea, es una idea orientada hacia un fin, lo que es lo mismo que conciencia. 

Lo verdadero es el todo. Pero el todo es solamente la esencia que se completa mediante su desarrollo. De lo absoluto hay que decir que es esencialmente resultado, que sólo al final es lo que es en verdad, y en ello precisamente estriba su naturaleza, que es la de ser real, sujeto o devenir de sí mismo. Aunque parezca contradictorio el afirmar que lo absoluto debe concebirse esencialmente como resultado, basta pararse a reflexionar un poco para descartar esta apariencia de contradicción. El comienzo, el principio o lo absoluto, tal como se lo enuncia primeramente y de un modo inmediato, es solamente lo universal.

― Hegel, Fenomenología del Espíritu 

El Estado es el medio por el cual el Absoluto obtiene su progresiva autorrealización 

Hegel concibió la realidad como Idea Absoluta que se desarrolla a sí misma, es decir, pensamiento en continuo autodesarrollo. Ahora bien, esta autoevolución o autodesarrollo se da por el triple proceso dialéctico de tesis, antítesis, síntesis. 

Una tesis o idea da origen a su opuesto o antítesis, del conflicto entre las dos surge una nueva realidad: la síntesis, que supera el conflicto conciliando en un plano superior lo mejor de la tesis y de la antítesis. 

Esta síntesis se convierte en una nueva tesis que genera otra antítesis, dando lugar a una nueva síntesis, sucesivamente, conformándose así el proceso de evolución histórica. 

Si bien en el sistema hegeliano no hay cabida para un dios trascendente, todo el sistema del mundo era para Hegel como una especie de teología. Hegel pensaba que la suma total de la realidad (espíritu absoluto) autoevoluciona hacia un fin último. 

El pensador divino concebía el mundo como una idea y la encarnaba en la historia, siendo esta idea la autoexpresión progresiva del Absoluto. Esto se parece a la idea de Spinoza de que Dios es la esencia de todas las cosas y se expresa o encarna en la naturaleza. 

No obstante, es a través de una cultura particular que el Absoluto se vuelve concreto, de igual manera que un individuo aislado no puede realizarse a sí mismo, sólo puede encontrar lo que le completa por medio de una nación o cultura. 

Si consideramos los momentos aquí presentes en relación con el precedente modo de ver, nos encontramos aquí con una figura humana universal o, por lo menos, con la figura universal de un clima, un continente, un pueblo, como antes con las mismas costumbres y la misma cultura universales. A esto se suman las particulares circunstancias y situaciones dentro de la realidad universal; aquí, esta realidad particular es como formación particular de la figura del individuo. De otra parte, así como antes la libre acción del individuo y la realidad como su realidad se ponía como tal frente a la realidad presente, así también aquí la figura del individuo está como expresión de su realización, puesta por él mismo, como los rasgos y las formas de su esencia activa propia. 

― Hegel, Fenomenología del Espíritu

Para Hegel el Estado sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene 

El Estado de Hegel es un reflejo de lo divino, una entidad viviente, que autoevoluciona y se vuelve cada vez más consciente de sí mismo. Lo podemos comprender como la expresión más alta del espíritu ético y la manifestación de la voluntad de todos. 

Cuando alcanzamos la madurez de la ética social buscamos la libertad para definirnos a nosotros mismos, y nos sometemos a la voluntad general en un acto propio, libre y racional. 

Hegel confiaba completamente en el Absoluto para dirigir al Estado y dirigir la cultura hacia su presencia. Precisamente, es desde esta confianza que las leyes del Estado no eran percibidas por Hegel como opresivas, sino como la oportunidad de adecuar la propia voluntad con la voluntad general e impulsar así el trabajo del Absoluto, lo que llamó Hegel libertad sustancial. 

Pero la realidad tanto universal como particular con que antes se encontraba la observación fuera del individuo es aquí la realidad del individuo mismo, su cuerpo congénito, y en él precisamente se da la expresión que pertenece a su acción. En la consideración psicológica, había que relacionar entre sí la realidad que es en y para sí y la individualidad determinada; aquí, en cambio, es objeto de observación la individualidad total determinada; y cada uno de los lados de su oposición es, a su vez, este todo. Por tanto, al todo externo pertenece no sólo el ser originario, el cuerpo congénito, sino también la formación de este mismo, que pertenece a la actividad de lo interior; el cuerpo es la unidad del ser no formado y del ser formado y la realidad del individuo penetrada por el ser para sí. Este todo, que abarca en sí las determinadas partes fijas originarias y los rasgos que sólo brotan a través de la acción, es, y este ser es expresión del interior, del individuo puesto como conciencia y como movimiento. 

― Hegel, Fenomenología del Espíritu 

El Estado es la expresión más completa del Absoluto 

El bien y el mal son aspectos que nos conciernen de manera individual, no obstante, es desde estos aspectos que evolucionamos hasta el nivel de la ética social. 

En consecuencia, las personas nos unimos gracias al amor familiar, nos relacionamos entre sí en la sociedad civil a través del trabajo, y solucionamos los conflictos sociales cuando alcanzamos la perspectiva moral del Estado. 

Somos íntegros en la medida en que mantenemos relaciones sociales, ya que el deber sólo puede existir en el plano social. 

En pocas palabras, para Hegel el Estado es la expresión más completa del Absoluto y sabe mejor que nosotros mismos lo que nos conviene.