Goleman: inteligencia emocional

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En su libro La inteligencia Emocional, Daniel Goleman señala que existen evidencias de que las posturas éticas fundamentales en la vida nacen de las habilidades emocionales. En consecuencia, el desarrollo moral va de la mano del desarrollo de las habilidades emocionales.

Inteligencia emocional

Todo indica que al momento de tomar decisiones y de actuar, los sentimientos con frecuencia tienen más peso que los pensamientos racionales. 
 
Esto se debe a que nuestro cerebro aparte de tener un entramado neuronal destinado a la razón, también posee todo un mecanismo destinado a las emociones. No obstante, este mecanismo responde con mayor rapidez que la mente racional, descartando en muchas ocasiones la reflexión de la mente pensante. 
 
Las habilidades que conforman la inteligencia emocional son la conciencia de uno mismo y el manejo de uno mismo. Esto es carácter, y éste, a su vez, se forja mediante la autodisciplina, la cual demanda la capacidad de automotivación y autorregulación. 
 
De igual manera, el cerebro está diseñado para que las personas nos relacionemos mezclando las capacidades humanas cognitiva y emocional durante las experiencias sociales. 

Empatía

Ahora bien, la empatía es la habilidad decisiva en las relaciones interpersonales, ya que ésta conduce a interesarse, al altruismo y a la compasión.

En principio, el impulso es un sentimiento que estalla por expresarse en la acción. Quienes están a la merced del impulso –los que carecen de autodominio– padecen una deficiencia moral: la capacidad de controlar el impulso es la base de la voluntad y del carácter. Por la misma razón, la raíz del altruismo se encuentra en la empatía, la capacidad de interpretar las emociones de los demás; si no se siente la necesidad o la desesperación del otro, no existe preocupación.

―Daniel Goleman, La inteligencia emocional 

Observar la realidad desde la perspectiva del otro rompe los estereotipos preestablecidos, promoviendo así la tolerancia y la aceptación de las diferencias.

«El aprendizaje de las habilidades emocionales comienza en la misma cuna.»

Goleman explica que la inteligencia emocional comienza a desarrollarse desde que somos bebés. 

El aprendizaje emocional se inicia en los primeros momentos de la vida y prosigue a lo largo de toda la infancia. Todos los intercambios entre padres e hijos suceden en un contexto emocional, y la frecuencia en que se dan determina la actitud y las capacidades emocionales del niño:

El doctor Berry Brazelton, eminente pediatra de Harvard, ha diseñado un test muy sencillo para diagnosticar la actitud básica del bebé hacia la vida. El test consiste en ofrecer dos bloques a un bebé de ocho meses de edad y mostrarle a continuación la forma de unirlos. Según Brazelton, un bebé que tiene una actitud positiva hacia la vida y que tiene confianza en sus propias capacidades, cogerá un bloque, se lo meterá en la boca, lo frotará en su cabeza y finalmente lo arrojará al suelo esperando que alguien lo recoja. Luego completará la tarea requerida, unir los dos bloques.
Después le mirará a usted con unos ojos muy abiertos y expectantes que parecen querer decir: «¡dime lo grande que soy!» 
Estos bebés han conseguido de sus padres la necesaria dosis de aprobación y aliento, son niños que confían en superar los pequeños retos que les presenta la vida. En cambio, los bebés que proceden de hogares demasiado fríos, caóticos o descuidados afrontan la misma tarea con una actitud que ya anuncia su expectativa de fracaso. No es que estos bebés no sepan unir los dos bloques, porque lo cierto es que comprenden las instrucciones y tienen la suficiente coordinación como para hacerlo. Pero, según Brazelton, aun en el caso de que lo hagan, su actitud es «desgraciada», una actitud que parece decir: «yo no soy bueno. Mira, he fracasado». Es muy probable que este tipo de niños desarrolle una actitud derrotista ante la vida, sin esperar el aliento ni el interés de sus maestros, sin disfrutar de la escuela y llegando incluso a abandonarla.
Las diferencias entre ambos tipos de actitudes —la de los niños confiados y optimistas frente a la de aquéllos otros que esperan el fracaso— comienzan a formarse en los primeros años de vida. Los padres, dice Brazelton, «deben comprender que sus acciones generan la confianza, la curiosidad, el placer de aprender y el conocimiento de los límites».

― Daniel Goleman, La inteligencia emocional