Immanuel Kant intentó responder a la pregunta de si es posible experimentar un «yo» unitario, diferenciando un doble plano del yo. Por un lado, estuvo de acuerdo con la afirmación de Hume de que la reflexión no revela ningún yo presentado como un objeto de conciencia. Por otro lado, sostuvo que el yo pienso (ego trascendental) es una condición necesaria de la unidad de la experiencia.
El Yo pienso tiene que poder acompañar todas mis representaciones. De lo contrario, sería representado en mí algo que no podría ser pensado, lo que equivale a decir que la representación, o bien sería imposible o, al menos, no sería nada para mí. […] La llamo apercepción pura para distinguirla de la empírica, o también apercepción originaria, ya que ésta es una autoconciencia que, al dar lugar a la representación Yo pienso, […] no puede estar acompañada por ninguna otra representación. Igualmente, llamo a la unidad de apercepción la unidad trascendental de la conciencia, a fin de señalar la posibilidad de conocer a priori partiendo de ella.
― Kant, Crítica de la razón pura
La conciencia unificada
Las experiencias deben tener un único sujeto en común. Esto significa que la conciencia que tenemos de objetos representados y/o representaciones debe ser unificada. Asimismo, la forma continua de nuestra experiencia es la correlación necesaria para el sentido de un yo continuo.
Esta unidad de conciencia se refiere tanto a la unidad temporal como al hecho que somos conscientes no sólo de experiencias únicas, sino además de muchas experiencias al mismo tiempo.
Podemos ser conscientes de hacer varias cosas al mismo tiempo, y experiencias presentes se combinan con experiencias pasadas. Además, toda representación que adquirimos en una serie de pasos temporales como escuchar una oración, tendrá unidad a través del tiempo.
El «yo» según Kant: Sabemos cómo nos manifestamos a nosotros mismos
Por otra parte, si bien no tenemos certeza acerca de qué es el «yo», según Kant, podemos saber cómo nos manifestamos a nosotros mismos.
Si la facultad de ser consciente ha de aprehender lo que está en el espíritu, tiene entonces que afectarle y sólo de ese modo puede producir una intuición de sí misma, cuya forma empero, anteriormente en el espíritu, determina en la representación del tiempo el modo cómo lo múltiple está reunido en el espíritu; y entonces, éste se construye a sí mismo, no como él representaría, siendo inmediatamente activo por sí mismo, sino según el modo cómo es afectado por dentro; consiguientemente no como es, sino como se aparece a sí mismo.
― Kant, Crítica de la razón pura