Desde siempre los seres humanos hemos perseguido el ideal estético de ser perfectos físicamente (cuerpo ideal). De hecho, no hay nada nuevo en querer mejorar la apariencia, lo nuevo es el grado en que la sociedad espera que sigamos el ideal de belleza y la presión para lograrlo.
Vivimos en una cultura visual y virtual que nos exige ser bellos. La cuestión es que al perseguir la perfección física ya no nos juzgamos unos a otros como bellos o feos, sino como buenos o malos según nuestra apariencia. De esta manera, hemos convertido el ideal estético de ser perfectos físicamente en un ideal ético.
El ideal estético de ser perfectos físicamente es un ideal ético
Según los estudios de la profesora Heather Widdows -Universidad de Birmingham- el ideal de belleza es un ideal ético. Hemos creado una cultura que otorga ciertas ventajas basadas en la belleza física, donde las personas bellas obtienen una consideración especial por parte de los propios padres, maestros, empleadores y la sociedad en general. El problema es la discriminación contra los poco atractivos que, aunque difícil de documentar o prevenir, es una injusticia silenciosa pero generalizada.
Cuando damos más importancia a la apariencia que a los valores morales, somos responsables de un daño social. Este daño se puede limitar a la discriminación puntual de un grupo específico. O bien, puede tratarse de un daño individual donde, por ejemplo, se niega el empleo por motivos de apariencia.
Obviamente, desde cualquier perspectiva racionalista y humanista resulta cuestionable cuán justificadas son las ventajas basadas en la belleza física.
Hasta hace poco querer hacer lo mejor de sí mismos encerraba ideales morales, intelectuales y/o espirituales. Pero esto ha cambiado, ahora el deseo de ser mejor persona está centrado en ideales económicos y estéticos, hasta el punto de que el cuerpo perfecto modificado es lo normal. Somos exitosos o fracasados según nuestra apariencia física.
La belleza pasó de ser una elección individual a un problema de salud pública
Si bien la belleza tiene un impacto positivo no debemos ignorar su impacto negativo como los trastornos alimenticios, la pérdida de confianza en sí mismos, daños por malas prácticas médicas y estéticas, estigma, discriminación y exclusión, entre otros.
Todos somos vulnerables a la baja autoestima ante el bombardeo de cuerpos perfectos en los medios y las redes sociales. El problema es que asumimos, erróneamente, que las imágenes que vemos del cuerpo ideal representan un peso deseable o una buena salud, cuando la verdad es que siempre pesan menos de lo que se considera saludable.
Esto distorsiona la imagen corporal llegando a provocar trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia. Principalmente en los adolescentes, porque están desarrollando su propia identidad y tratando de descubrir qué es socialmente aceptable.
El ideal estético de ser perfectos físicamente se está volviendo global
La imagen corporal ideal era un concepto determinado hasta hace poco por el grupo cultural al cual pertenecíamos, para personificar la belleza del estado físico óptimo definido por ese grupo. Sin embargo, esto está cambiando. Siguiendo a la profesora Heather Widdows, los ideales locales están convergiendo: el ideal de belleza se está volviendo global. En consecuencia, el ideal de belleza es más dominante y exigente que en cualquier otra época.
En palabras de Widdows pasamos de un yo ubicado en el cuerpo defectuoso real a un yo que está en un cuerpo de potencial y posibilidad, y el cuerpo imaginado, el yo perfecto.
El cuerpo ideal es una construcción social: un mito
Queremos alcanzar la perfección física y nos juzgamos a sí mismos y a otros como exitosos o fracasados según la belleza del cuerpo. El problema es que no existe una belleza universal o cuerpo ideal. Cuando se trata del cuerpo humano, el concepto de belleza es más maleable y subjetivo de lo que podemos imaginar.
Los biólogos y psicólogos no han podido encontrar una base puramente biológica para la belleza. De hecho, la simetría facial no siempre equivale a una buena apariencia. Por tanto, es importante comprender que no existe un poder natural o superior que determine cómo debe ser un cuerpo bello. El cuerpo ideal es una construcción sociocultural: un mito.
El ideal estético de ser perfectos físicamente
Cada época y cada cultura ha enfatizado ciertos rasgos físicos, dando lugar a una nueva idea de lo que se supone debe ser un cuerpo bello.
Por ejemplo, en el antiguo Egipto se consideraban bellos los cuerpos estilizados con piernas largas. Mientras que en la antigua Roma se preferían los pechos pequeños y un cuerpo alargado y con curvas voluptuosas. Durante el renacimiento la belleza estaba relacionada con la sabiduría. El enfoque de la belleza ideal estaba en una piel pálida, un cuello largo, las caderas estrechas, senos pequeños y una frente alta. Las mujeres se afeitaban el pelo en la parte de la frente y se depilaban las cejas.
Mientras que en los siglos XVIII y XIX, el cuerpo de moda idealizado era mucho más delgado con cierto aspecto enfermizo, en el siglo XX, hay un cambio muy definido hacia un cuerpo atlético, delgado y cada vez más joven.
Con el nuevo milenio llegó el cuerpo perfecto que consiste en una mezcla de estándares de belleza de épocas pasadas: un cuerpo joven, alto, delgado, fuerte, atlético, tonificado y bronceado, con pechos grandes y traseros grandes.
Hasta hace poco nuestra obsesión se centraba en el cuerpo femenino, pero esto también ha cambiado, ahora los hombres también son blanco del multimillonario negocio del cuerpo.
Estamos obsesionados con el tamaño, la juventud y otras cosas
La imagen corporal es la manera como nos percibimos a nosotros mismos. Esto es, las actitudes, sentimientos y pensamientos que tenemos de nuestro cuerpo. Se trata de un concepto subjetivo de nuestra apariencia física que construimos a partir de la autoobservación y la reacción de los demás.
La antropología explica que compartimos ciertos gustos derivados de nuestro proceso evolutivo y de nuestro instinto de supervivencia como especie. Por tanto, nos atraen todos los indicadores de fertilidad y seguridad, como las mujeres con traseros grandes, los hombres altos y todo lo que brilla como el sol, el oro y el cabello rubio.
«Entramos oficialmente en la era de los grandes traseros» se leía hace unos años atrás en la revista Vogue. Como cultura estamos obsesionados con el tamaño. Esta obsesión alimenta las presiones de la sociedad para que tengamos cierto tipo de cuerpo, lo que se deriva de una construcción cultural –con tendencia global- del cuerpo ideal.
Todos compartimos la obsesión por el tamaño, queremos perder o ganar peso y agrandar o achicar ciertas medidas. Y ahí entra en juego una industria multimillonaria que nos incentiva a hacerlo: desde píldoras para adelgazar hasta la cirugía estética.
La percepción que tenemos de la imagen ideal del cuerpo se desarrolla con el tiempo y puede cambiar durante el curso de la vida. La cuestión es que, si bien todos tenemos una idea ligeramente diferente de cómo nos debemos ver físicamente, las expectativas de la sociedad influyen en la manera como nos vemos a nosotros mismos: podemos gustarnos o sentirnos insatisfechos con el cuerpo que tenemos.
El cuerpo ideal es una ilusión
Hemos creado una sociedad que nos presiona a alcanzar una perfección de consumo, una belleza industrializada que deforma el concepto de belleza.
Las revistas de moda, el cine, la televisión y las campañas de publicidad, nos presentan de manera repetitiva y constante el mismo tipo de imagen retocada y poco realista como único modelo positivo de belleza: un cuerpo joven, sano, delgado y sin imperfectos.
Estas imágenes son un producto de marketing con un antes y un después de la fotografía. Lo que nos dicen que es bello no concuerda con nuestra realidad y nunca lo hará porque se trata de una ilusión.
Baudrillard: la sociedad de consumo deforma el concepto de belleza
Hemos llevado al extremo la complacencia y la autoseducción, siendo las mujeres el blanco principal de esta invitación a complacer: «un discurso repetido de la marca en la publicidad».
La Mujer como modelo colectivo y cultural de complacencia. Lo expresa muy bien Évelyne Sullerot: “Se vende la mujer a la mujer… creyendo acicalarse, perfumarse, vestirse, en una palabra, creyendo que se “crea”, la mujer se consume.” Y esto está en la lógica del sistema: no sólo la relación con los demás, sino también la relación consigo mismo termina siendo una relación consumida. Este fenómeno no debe confundirse tampoco con el hecho de agradarse por las cualidades reales de belleza, de encanto, de gusto, etc., que uno se reconoce. Esto no tiene nada que ver; en ese caso, no hay consumo, sino una relación espontánea y natural. El consumo se define siempre por sustituir esta relación espontánea por una relación mediatizada por un sistema de signos. En el ejemplo mencionado, si la mujer se consume es porque su relación consigo misma ha sido objetivada y alimentada por signos, signos que constituyen el Modelo Femenino, que es el verdadero objeto del consumo. Esto es lo que consume la mujer al “personalizarse”.
― Jean Baudrillard, La sociedad de consumo sus mitos, sus estructuras
Se trata de la feminidad funcional, una feminidad en la que todos los valores naturales de belleza, de gracia, de sensualidad desaparecen en provecho de valores exponenciales de naturalidad (adulterada), de erotismo, de línea, de expresividad.
Como la violencia, la seducción y el narcisismo quedan sustituidos de antemano por modelos producidos industrialmente por los medios masivos de comunicación y convertidos en signos reconocibles (para que todas las jóvenes puedan sentirse Brigitte Bardot, deben distinguirse por el cabello o la boca o tal o cual estilo de ropa, es decir, lo mismo para todas). Cada uno encuentra su propia personalidad en la aproximación a esos modelos.
― Jean Baudrillard, La sociedad de consumo sus mitos, sus estructuras
Estos «modelos producidos industrialmente» también están dirigidos a los hombres. En la actualidad tanto mujeres como hombres nos enfrentamos a unos ideales de belleza inalcanzables, que trastornan la percepción de la imagen que tenemos de nosotros mismos y de los demás.
Tristemente, la palabra belleza está relacionada con la visión artificial, industrial, comercial y politizada de la belleza del cuerpo humano. Una visión que no tiene nada que ver con la realidad.
Conclusión
Todas esas cosas que la industria de la belleza quiere vender, nos permite acercarnos a un cuerpo ideal, pero ¿de quién es el ideal? Teniendo en cuenta que las personas venimos en todas las formas y tamaños, es injusto e inmoral destacar y privilegiar ciertos rasgos físicos sobre otros.
Además, al comparar nuestro cuerpo con unos estándares de belleza poco realistas nos sentimos insignificantes, nos autoflagelamos, presionamos y juzgamos a los demás excluyendo socialmente a todos aquellos que no encajan.
Sin embargo, está en nuestras manos si adoptamos los ideales absurdos de belleza que nos presenta la sociedad y los convertimos en norma, o asumimos una actitud crítica al respecto. Porque todos envejecemos, nadie está exento de enfermedades o accidentes, y nadie es perfecto.
La manera como percibimos la belleza es una virtud. El ideal estético de ser perfectos físicamente no es una norma que debamos alcanzar, sino más bien una acumulación de valores y experiencias de vida.
Arte | Alegoría de la Belleza de Gaetano Gandolfi, 1779. Se encuentra en la Galería de arte de Bremen.
«La primera pintura es una alegoría de la belleza que presenta a una pareja joven adornada con coronas florales. El joven se apoya en un arpa , aludiendo a la apacible y poética Arcadia de los idilios pastoriles y la música . Al mismo tiempo, le muestra un espejo a la joven para que pueda admirar su collar de coral. Como atributo de Prudentia (sabiduría, autoconocimiento ), el espejo también puede indicar que ambos son conscientes del peligro inherente a la belleza.» (Galería de arte de Bremen)