El campesino y el novillo

El campesino y el novillo [DE RUSTICO ET IUVENCO] fábula de Aviano, se suma a las ya conocidas expresiones «una cebra nunca cambia sus rayas» o «un leopardo no puede cambiar sus manchas», formas que tenemos para expresar que las personas son lo que son y simplemente se revelan a sí mismas con el tiempo. 

A un novillo, que rehusaba las cadenas 

y no quería doblegar su feroz cuello al mordisco del yugo, 

un campesino le cortó con su curvada hoz los cuernos, 

creyendo que así había domado la furia del animal, 

y, con cautela, unció a su cabeza un enorme arado 

—pues el novillo era demasiado dado a emplear los cuernos y las patas—, 

para que el largo timón —es evidente— le impidiera dar trompadas 

y no pudiera tampoco cocear fácilmente con sus duras pezuñas. 

Pero, después de quitarse las ataduras de su airado cuello 

y fatigar con sus desocupados cascos el suelo inocente, 

al momento esparce la arena expulsada de sus patas 

y la dirige fieramente contra el rostro del amo que va detrás. 

Agitando entonces sus cabellos manchados de sucio polvo, 

dice el hombre, vencido, desde lo hondo de su corazón: 

«Sin duda, me faltaba el ejemplo de una naturaleza perversa capaz de volverse dañina deliberadamente». 

― Aviano, El campesino y el novillo en (Fedro) Aviano Fábulas, Edición de Manuel Mañas Núñez 

El toro por Paulus Potter, 1647.

Moraleja del campesino y el novillo

El campesino y el novillo nos enseña que cosas como la identidad o la personalidad pueden cambiar, pero la esencia de las cosas no es modificable. No importa qué tan decididamente intentemos cambiar la naturaleza de las personas, simplemente no podemos. Sin embargo, podemos ocuparnos de nosotros mismos y seguir adelante. Cuanto antes lo aceptemos por lo que es, mejor será nuestra vida. 


Arte | El toro por Paulus Potter, 1647. Se encuentra en el Museo Mauritshuis, La Haya.