La dignidad es el valor supremo de la vida, es nuestro derecho de ser valorados, respetados y de ser tratados éticamente.
Sinónimos
Autoestima, honorabilidad, respeto, estimación, decencia, amor propio, honor, soberanía, majestad, rango, orgullo, nobleza, consagración, sublimidad, honra.
Etimología
La palabra viene del latín dignitas, y ésta de dignus que significa digno, merecedor.
Definición
Para la RAE, la palabra dignidad se refiere a la cualidad de digno. Esto es, la excelencia y la gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse.
Introducción
En el ámbito moral se trata de una distinción simbólica, con una posición especial para los actores morales como tales. El concepto surge del hecho de que la consideración moral se vuelve autorreflexiva. Esto significa que cuando hablamos de dignidad nos referimos a su origen absoluto: nosotros humanos que podemos realizar consideraciones morales. De este modo, la dignidad puede expresar la elevación especial de la especie humana, la potencialidad especial asociada con la humanidad racional, o los derechos básicos de cada uno de nosotros.
El Preámbulo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966) nos ayuda a entender el discurso moral, legal y político de la dignidad humana. Allí se lee que los derechos «derivan de la dignidad inherente de la persona humana», cuyo principio animador es «el reconocimiento de la dignidad inherente y de la igualdad e inalienable», derechos de todos los miembros de la familia humana como la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.
Es importante destacar que esta «dignidad inherente», representa un puente potencial entre una serie de diferentes ideas e ideales. A saber, la libertad, la justicia y la paz. La dignidad describe la conciencia de los valores inviolables, los derechos humanos y las directrices necesarias. Además, la preservación de la propia dignidad cuenta para el mantenimiento de la autodeterminación y la autoestima. Se trata del valor elemental más importante para todas las personas
Descripción
Cuando hablamos de dignidad humana nos referimos a nosotros mismos como un fin en y para sí mismos, no como un ser para o servir para. No somos un instrumento de placer, de servicio o de producción.
La razón refiere, pues, toda máxima de la voluntad como universalmente legisladora a cualquier otra voluntad y también a cualquier acción para consigo misma, y esto no por virtud de ningún otro motivo práctico o en vista de algún provecho futuro, sino por la idea de la dignidad de un ser racional que no obedece a ninguna otra ley que aquella que él se da a sí mismo.
─ Immanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres
[…]
Lo que se refiere a las inclinaciones y necesidades del hombre tiene un precio comercial, lo que, sin suponer una necesidad, se conforma a cierto gusto, es decir, a una satisfacción producida por el simple juego, sin fin alguno, de nuestras facultades, tiene un precio de afecto; pero aquello que constituye la condición para que algo sea fin en sí mismo, eso no tiene meramente valor relativo o precio, sino un valor interno, esto es, dignidad.
La dignidad es el respeto que tenemos de nosotros mismos
Sin este respeto somos esclavos y despreciables a nuestros propios ojos. Ser dignos significa reafirmarnos a nosotros mismos en nuestra libertad, valía y capacidad.
Según el filósofo Alan Gewirth en Reason and Morality, la dignidad es un valor permanente e intrínseco, que nos corresponde a todos los seres humanos como tales, en virtud de nuestra humanidad. Es decir, por el simple hecho de ser humanos. Ahora bien, este valor es independiente de nuestros méritos, estatus, rango social o valor de mercado. La dignidad como estado moral no la perdemos a pesar de los actos que puedan ser considerados indignos.
Esto lo debemos entender como un derecho moral básico que nos garantiza un trato digno, que incluye el respeto incondicional a la vida, a la integridad del ser personal y el respeto a nuestros bienes.
La dignidad humana también la debemos entender como:
- La autonomía para vivir como queramos, entendido esto como nuestra autonomía para elegir un proyecto de vida;
- Las condiciones materiales concretas de existencia para desarrollar nuestro proyecto de vida, es decir aquellas condiciones materiales que nos permiten vivir bien;
- La integridad física e integridad moral o espiritual necesarias para la realización de nuestro proyecto de vida y vivir sin humillaciones.
No obstante, también es un componente del debate normativo
La idea moderna de la dignidad se encuentra al comienzo de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), y en la sección de Derecho Básico de muchas Constituciones Políticas. Ante la ley la dignidad se identifica como valor, como principio fundante del ordenamiento jurídico y por tanto del Estado, como principio constitucional y como derecho fundamental autónomo.
Cualquier persona que viole los derechos humanos, viola la dignidad humana. Esta estrecha conexión entre dignidad y derechos es fácil de entender.
Ahora bien, como todo lo que nos concierne a nosotros humanos, la dignidad no escapa de la problemática de la abundancia de ideas o la falta de ellas. Encontramos que no solo es un tema olvidado por la filosofía reciente, sino que además hoy roza en el límite de lo inútil.
Básicamente empezamos a pensar que no es un valor independiente o una fuente de valores. Porque la podemos reemplazar por las ideas de autonomía o derechos humanos. Asimismo, puede ser algo manifestado en un comportamiento «digno», o en formas de tratamiento más restringidas «con dignidad», y no como un principio fundamental para la igualdad de derechos.
¿Es algo objetivo o se basa en valores culturales que varían a lo largo de la historia?
Para algunos expertos el concepto es en sí mismo opaco, un logro cultural y, como todo lo histórico, no posee garantías trascendentes. Sin embargo, en el ámbito moral y ético entendemos la dignidad como una relación entre seres humanos, y no como una relación entre nosotros y una entidad trascendente de mayor rango.
Es difícil imaginar la dignidad al margen de la cultura de los derechos humanos. La dignidad sin derechos humanos sería políticamente impotente. Igualmente, los derechos humanos sin dignidad serían normativamente infundados. Como componente del discurso normativo es demasiado importante, razón por la cual debe ser primordial en nuestro pensamiento. Sin lugar a dudas es un reto importante para la filosofía.