En la búsqueda del «conocimiento perfecto» Descartes parte de la pregunta acerca de cuáles son las verdades que podemos conocer. Según él, cuando pensamos que percibimos correctamente algo nos convencemos de que es verdad. Si la convicción no deja cabida a la duda, entonces, no hay más preguntas por hacer. Por otro lado, si hay cabida para la duda, entonces, no hay certeza.
De esta manera, Descartes define el conocimiento perfecto en términos de duda. En principio, el conocimiento perfecto se basa en la certeza perfecta o completa y, esto, a su vez, exige que sea imposible dudar de la convicción.
Un mundo sin verdades
Descartes abre la Primera Meditación afirmando la necesidad de «demoler todo por completo y empezar de nuevo desde los cimientos». Para comprender esto debemos recordar que René Descartes nació en 1596, justo cuando la revolución científica había sacudido los cimientos de todas las verdades que se tenían como obvias e inmutables. Justo cuando el mundo medieval comenzaba a hacerse pedazos, y la filosofía estaba rezagada frente a todos los nuevos conocimientos.
Ciertamente, un tiempo muy parecido al nuestro en el que los acelerados adelantos de la ciencia y la tecnología no nos permiten tener seguridad de lo que es el mundo. En medio de un contexto de pocas certezas, Descartes se pregunta sobre cuáles son las verdades que podía conocer y cuestiona todo aquello que consideraba cierto.
He advertido hace ya algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido como verdaderas muchas opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e incierto; de suerte que me era preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y empezar todo de nuevo desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias.
─ René Descartes, Meditaciones metafísicas
Al igual que Descartes debemos preguntarnos cómo llegamos a conocer lo que creemos conocer
Si queremos respuestas a las preguntas fundamentales del conocimiento, debemos preguntarnos cómo llegamos a conocer lo que creemos conocer: ¿conocemos el mundo por medio de los cinco sentidos, o el conocimiento depende más de la mente que de los sentidos siendo así un proceso racional?
Descartes parte de la duda y de la pregunta por las verdades que podemos conocer. Por un lado, los sentidos nos engañan siendo así posible dudar de ellos, y, por otro lado, nuestro razonamiento puede ser erróneo. Para Descartes la duda es el contraste de la certeza. A medida que aumenta mi certeza, disminuye mi duda; a la inversa, a medida que aumenta mi duda, disminuye mi certeza.
Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro, estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerando que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces había alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños.
― René Descartes, Discurso del método
Lo único verdadero es que no hay nada cierto en el mundo
Descartes se cuestiona sobre las verdades que podía conocer en busca de una respuesta. Así, él analiza los contenidos de su mente y decide dudar sistemáticamente de todo, para ver si después de eso queda aún algún conocimiento cierto. Pronto descubre que todo es falso, ni siquiera los contenidos de la memoria ni el propio cuerpo son verdaderos. Para él, cosas como el cuerpo, movimiento o lugar no son sino quimeras del espíritu. Por tanto, lo único verdadero es que no hay nada cierto en el mundo.
Pero, ¿qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable? ¿No habrá un Dios, o algún otro poder, que me ponga en el espíritu estos pensamientos? Ello no es necesario: tal vez soy capaz de producirlos por mí mismo. Y yo mismo, al menos, ¿no soy algo? Ya he negado que yo tenga sentidos ni cuerpo. Con todo, titubeo, pues ¿qué se sigue de eso? ¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no puedo ser? Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo? Pues no: si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy.
─ René Descartes, Meditaciones metafísicas
«Pienso, luego existo»
De esta forma Descartes concluye que, aunque duda de todo, no puede dudar de que está dudando. Si está dudando está pensando y, por consiguiente, él debe existir como una cosa pensante. Con otras palabras, mientras estamos pensando que somos algo, nada ni nadie podrá hacer que no seamos: «Esta proposición yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu».
La duda lleva a la conciencia de pensar: «Pienso, luego soy» o «pienso, por tanto, existo» (cogito, ergo sum).
Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba.
― René Descartes, Discurso del método
Según Descartes, ¿cuáles son las verdades que podemos conocer?
Es posible que Descartes alcanzara un conocimiento cierto: «Pienso, por tanto, existo», en el hecho de pensar se nos muestra que existimos. Según esto, sólo el entendimiento nos da una idea clara y distinta de lo que sucede, es decir, sólo existen la mente y sus contenidos.
Pero he aquí que, por mí mismo y muy naturalmente, he llegado adonde pretendía. En efecto, sabiendo yo ahora que los cuerpos no son propiamente concebidos sino por el solo entendimiento, y no por la imaginación ni por los sentidos, y que no los conocemos por verlos o tocarlos, sino sólo porque los concebimos en el pensamiento, sé entonces con plena claridad que nada me es más fácil de conocer que mi espíritu. Mas, siendo casi imposible deshacerse con prontitud de una opinión antigua y arraigada, bueno será que me detenga un tanto en este lugar, a fin de que, alargando mi meditación, consiga imprimir más profundamente en mi memoria este nuevo conocimiento.
─ René Descartes, Meditaciones metafísicas