El desapego es una virtud del carácter que nos permite superar nuestro apego emocional o deseo por cosas, personas o preocupaciones mundanas, con el objetivo de alcanzar una perspectiva más precisa de la realidad. Al liberarnos del deseo también nos liberamos del sufrimiento, de ahí que se trate de un principio importante en el taoísmo, el hinduismo, el budismo, el estoicismo y el cristianismo.
La palabra griega apatheia (ecuanimidad, libertad de una fuerte emocionalidad) se utiliza en el estoicismo, y expresa un desapego de los objetos y preocupaciones mundanas. Mientras que el término sánscrito vairāgya (desapego, renunciación) se utiliza tanto en la filosofía hindú como en la oriental, para expresar la renuncia a los dolores y placeres del mundo material temporal. Asimismo, en los textos budistas e hindúes el concepto opuesto al desapego es upādāna (apego), entendido como nuestra incapacidad para practicar el desapego.
Ahora bien, apatheia y vairāgya se refieren a un estado mental interno, no a un estilo de vida externo como las nuevas espiritualidades nos quieren hacer creer. El desapego es mucho más que el arte de dejar ir y que nada ni nadie nos posea.
Ética y desapego
Los apegos son posibles gracias a creencias fuertemente arraigadas que pueden ser inestables, también pueden provocar una emocionalidad abrumadora con consecuencias destructivas, tanto para uno mismo como para los demás. En otras palabras, los apegos pueden ser un impedimento para establecer formas éticas de interactuar y comportarse en las relaciones interpersonales. Los apegos conllevan peligros éticos importantes que, a menudo, pasamos por alto.
Los peligros éticos de los apegos han informado los modelos estoicos de desapego, como lo ilustran sus conceptos de ataraxia (libre de perturbaciones) y apatheia (libertad de una fuerte emocionalidad). En principio, la apatheia se trata de erradicar la tendencia a reaccionar emocionalmente o egoístamente ante lo inevitable, es decir, ante las cosas que no podemos controlar. Ya que lo único que podemos controlar es la propia voluntad. Por tanto, no es extraño que para el estoicismo la apatheia es la cualidad que caracteriza al sabio.
El sabio no tiene hogar
En otro orden de ideas, en los textos de Nietzsche podemos leer de manera recurrente sobre la melancolía, desapego o falta de hogar del filósofo. Para Nietzsche, estar en casa significa que estamos aferrados a las cosas del mundo, por tanto, el sabio no tiene hogar.
Tenemos que darnos a nosotros mismos nuestras pruebas de que estamos destinados a la independencia y al mando; y hacer esto a tiempo. No debemos eludir nuestras pruebas, a pesar de que acaso sean ellas el juego más peligroso que quepa jugar y sean, en última instancia, sólo pruebas que exhibimos ante nosotros mismos como testigos, y ante ningún otro juez. No quedar adheridos a ninguna persona: aunque sea la más amada, toda persona es una cárcel, y también un rincón. No quedar adheridos a ninguna patria: aunque sea la que más sufra y la más necesitada de ayuda, menos difícil resulta desvincular nuestro corazón de una patria victoriosa. No quedar adheridos a ninguna compasión: aunque se dirigiese a hombres superiores, en cuyo raro martirio y desamparo un azar ha hecho que fijemos nosotros la mirada. No quedar adheridos a ninguna ciencia: aunque nos atraiga hacia sí con los descubrimientos más preciosos, al parecer reservados precisamente a nosotros. No quedar adheridos a nuestro propio desasimiento, a aquella voluptuosa lejanía y extranjería del pájaro que huye cada vez más lejos hacia la altura, a fin de ver cada vez más cosas por debajo de sí: peligro del que vuela. No quedar adheridos a nuestras virtudes ni convertirnos, en cuanto totalidad, en víctima de cualquiera de nuestras singularidades, por ejemplo, de nuestra «hospitalidad»: ése es el peligro de los peligros para las almas de elevado linaje y ricas, las cuales se tratan a sí mismas con prodigalidad, casi con indiferencia, y llevan tan lejos la virtud de la liberalidad que la convierten en un vicio. Hay que saber reservarse: ésta es la más fuerte prueba de independencia.
— Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal
Lo inevitable
La felicidad y la desdicha no dependen de la naturaleza de los acontecimientos en sí, más bien dependen de cómo afrontemos los acontecimientos y, precisamente, ahí está el meollo del asunto. Porque nos empeñamos en que las cosas sucedan como queremos que sucedan.
Lao-Tse explica en el Tao Te Ching que la naturaleza y el sistema natural constituyen el corazón de la realidad. Ahora bien, el Tao es la naturaleza, el camino, el principio fundamental del mundo y el orden cósmico. El Tao se mueve por lo perfecto para alcanzar sus propósitos, de esta manera las estaciones se suceden, a la noche le sigue el día, y nosotros nacemos, envejecemos y morimos.
La naturaleza encierra el principio masculino (yang) asociado con la acción y el hacer, y el principio femenino (yin) asociado con la quietud y el ser, de esta manera la naturaleza es tanto activa (yang) como receptiva (yin), a la luz del día (yang) le sigue la oscuridad de la noche (yin) sin esfuerzo, simplemente sucede: es lo inevitable.
En consecuencia, no tiene sentido oponerse a la naturaleza u orden cósmico, lo sensato es dejar que las cosas ocurran en lugar de empeñarse en tratar que las cosas sucedan como nosotros queremos que sucedan.
El sabio no se autoengaña
En el mundo ocurre que los más débiles vencen a los más fuertes.
― Lao-Tse, Tao Te Ching
Esto sucede porque Te penetra todo y lo controla todo y a todos.
Por eso yo veo el beneficio de la no acción.
¡No hay nada en el mundo que pueda compararse con la enseñanza sobre el silencio interior y el beneficio de la no acción!
¿Qué es más necesario la vida o la fama?
¿Qué es más valioso la vida o la riqueza?
¿Qué es más fácil de soportar una ganancia o una pérdida?
Mucho acumulas, mucho perderás.
Conoce la medida y evitarás los fracasos.
Conoce los límites y no habrá riesgo.
¡Así pasarás la vida en tranquilidad, sin angustia!
Quien conoce la medida no tendrá fracasos.
Quien sabe detenerse a tiempo evitará la aflicción.
Y gracias a esto, podrá conocer al Tao Eterno y Primordial.
La gente puede confundir
La Más Grande Perfección con una locura;
el gran volumen, con el vacío;
una gran curva, con una recta;
un gran donaire, con una torpeza;
un gran orador, con aquel que no sabe hablar.
El movimiento intenso supera el frío;
la inmovilidad supera el calor.
Sólo la tranquilidad y la armonía asegurarán la comprensión correcta de todo lo que ocurre en el mundo.
Estamos encariñados con las cosas
Tanto las enseñanzas de los antiguos filósofos griegos como las enseñanzas budistas explican que la existencia se caracteriza por el cambio constante, resultando así imposible que las cosas permanezcan inalteradas para siempre.
Ahora bien, esto no sería un problema si no nos aferráramos a la vida queriendo que las cosas se conserven como son. Por ejemplo, no queremos que nuestros seres queridos fallezcan, no queremos envejecer o enfermar y no queremos perder nuestros bienes materiales. Estamos obsesionados con la eternidad, queremos que todo dure y perdure para siempre sin cambios. En parte la literatura, especialmente la poesía, tiene mucho que ver con ese sentimentalismo irracional que nada tiene que ver con la realidad.
Estamos tan encariñados con las cosas tal como son que no queremos que cambien: la sola idea del cambio nos produce terror
Para superar este miedo irracional debemos comprender que la verdadera felicidad no depende del cumplimiento de nuestros deseos. Cuando aceptamos que el cambio es real, que está ahí y no hay nada que podamos hacer para evitarlo, y nos desprendemos del deseo que nos lleva a atrapar las cosas y aferrarnos a ellas, entonces podemos ver las cosas como son verdaderamente, alcanzando así lucidez mental y emocional. En nuestro ser más profundo, al liberarnos del deseo, el desapego hace posible la verdadera compasión a través de un compromiso emocional virtuoso (ético).
En este sentido, las enseñanzas de Buda aconsejan restarle importancia a los propios pensamientos: «No les prestes atención (a tus pensamientos); no los combatas; no hagas nada con ellos; déjalos ser, sean cuales fueren. Luchar con ellos les da vida, limítate a no hacerles caso. Mira a través de ellos; no es necesario que dejes de pensar, simplemente deja de estar interesado. Pon fin a tu rutina de adquirir, a tu hábito de esperar resultados y la libertad del universo es tuya.»
Arte | Desapego (en noruego, Løsrivelse, desgarrarse) o Separación de Edvard Munch, 1896. Se encuentra en el Museo Munch, en Oslo.