A la pregunta sobre cómo surge la moral encontramos varias respuestas. Los expertos explican el surgimiento de la moral como innato, socializado o como un sistema de desarrollo en el que las capacidades tempranas de los niños se configuran mediante el compromiso interpersonal.
Al parecer, evolucionamos en grupos pequeños donde la cooperación resultó ser fundamental para la supervivencia, haciendo que la moral sea innata a nuestro comportamiento social.
No obstante, este comportamiento no puede explicarse directamente por selección natural. La moral no es una adaptación al ambiente de la cual nos beneficiamos. Más bien, es un subproducto de la evolución, es nuestra capacidad de pensar la que produce juicios morales.
Si bien para muchos investigadores la moral está presente de manera innata y surge a lo largo de nuestra evolución, también hay evidencia que la moral se desarrolla a lo largo de la vida.
La mayoría de conceptos morales y formas de pensamiento requieren de una extensa experiencia con el medio social. Éstos cambian y se desarrollan con el tiempo, en la medida en que interactuamos con el entorno.
Por último, también sabemos que la moral es una parte fundamental de nuestra personalidad. El cuento de Pinocho ilustra esto a la perfección. Pinocho nos enseña que tenemos que escuchar la conciencia, y que hay reglas y regulaciones para convertirnos en personas de verdad.
Cuando el hada azul le concede el deseo a Gepetto, también le da algunas condiciones a Pinocho. No solo tiene que demostrar que es valiente, veraz y desinteresado para convertirse en un verdadero niño, además tiene que escuchar su conciencia y entender la diferencia entre el bien y el mal.
Como vemos, la moral surge como algo innato, socializado o como un sistema de desarrollo, y como una parte fundamental de nuestra personalidad.
La moral es innata
La moralidad es un sistema de ideas sobre la conducta correcta e incorrecta, y la asociamos al comportamiento humano restando importancia a las conductas sociales de otras especies.
No obstante, los nuevos hallazgos en la biología evolutiva, en particular la sociobiología, dejan al descubierto que, aunque los comportamientos sociales humanos son complejos, los precursores de la moralidad humana se pueden rastrear a los comportamientos de muchos otros animales sociales.
Recientemente en su libro El bonobo y el ateo, el primatólogo y profesor Frans de Waal, plantea que la mayoría de los patrones que consideramos morales provienen del proceso evolutivo de las especies, ligado al comportamiento social y no, como muchos podríamos pensar, religioso ni filosófico.
Según de Waal, los seres humanos evolucionamos en grupos pequeños donde la cooperación resultó ser fundamental para la supervivencia. Así, la moral deviene innata a nuestro comportamiento social, pero no exclusiva. Ya que también puede encontrarse en otros animales como los simios, los cuales presentan en su comportamiento social reciprocidad, justicia, empatía y compasión, los fundamentos mismos de la moral.
La ciencia nos presenta pruebas que no somos los únicos animales morales, y nos dice que debemos entender la moral como producto o subproducto de un proceso evolutivo de las especies, ligado al comportamiento social.